Las mujeres escritoras son mayoría en las calles cordobesas: allí está la pampeana Olga Orozco (nacida en Toay, como Olga Nilda Gugliotta Orozco) y la etérea Alejandra Pizarnik luchando con las sombras en su efímera vida.
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Con los contrastes entre su lírica exquisita y su prosa feminista, encontramos a la inefable Alfonsina Storni, quien buscando la igualdad entre el hombre y la mujer fue activa luchadora por el sufragio femenino. Intervino en la creación de la Sociedad Argentina de Escritores. En 1931 integró un jurado en la ciudad de Buenos Aires: fue la primera vez que ese rol era ocupado por una mujer.
La chilena Gabriela Mistral, conocida por su seudónimo -Lucila de María del Perpetuo Socorro Godoy Alcayaga-, recorre su calle exhibiendo su trayectoria como poeta, diplomática, pedagoga y feminista. Es la única mujer iberoamericana que recibió el Premio Nobel de Literatura. Luchó por el respeto a la diversidad.
Está en este grupo también Juana Inés de Asbaje y Ramírez, conocida como Sor Juana Inés de la Cruz, que se recluyó en un convento para acceder a la educación e investigación. Brillante en sus conocimientos que plasmó en variados escritos, reivindicó el derecho de las mujeres al aprendizaje pues el conocimiento “no sólo les es lícito sino muy provechoso”.
Y, a pesar de nuestra dolorosa historia de luchas y desencuentros como pueblo, aparece Victoria Ocampo, cuyo nombre completo era Ramona Victoria Epifanía Rufina Ocampo. Fue intelectual, escritora, traductora, ensayista, editora y mecenas. Hija de Manuel Anselmo Ocampo y sobrina de Enrique Ocampo -asesino de Felicitas Guerrero- rompió todos los cánones y mandatos para una mujer de su tiempo. Fue la única mujer latinoamericana presente en los Juicios de Nüremberg; la primera mujer miembro de la Academia Argentina de Letras; la primera en obtener el registro de conducir -con la libertad que ello conlleva-. Fundó la Unión Argentina de Mujeres para evitar la pérdida de los derechos civiles otorgados en 1926.
Luchó por los derechos de las mujeres. Por sus ideas estuvo detenida durante 26 días, en 1953. Declaraba con total convicción: “No me hablen de nuestro deber de mujeres de ayudar al triunfo del marxismo o de lo que fuere con la promesa de que su éxito nos proporcione el goce de todos nuestros derechos. No, no, no. Primero tiene que cambiar la situación de la mujer en el mundo. Después vendrán otros cambios que surgirán de ése y no viceversa”.
Borges, con quien tuvo innumerables desencuentros, dijo de Victoria: “En un país y en una época en que las mujeres eran genéricas, ella tuvo el valor de ser un individuo. Estoy agradecido personalmente por todo lo que hizo por mí, pero sobre todo, estoy agradecido como argentino por todo lo que hizo por Argentina”.
A las educadoras mencionadas, la pionera Leonor de Tejeda y la innovadora María Montessori, Marie Curie, Cecilia Griergson, Gabriela Mistral, se agrega Juana Manso, docente, escritora, feminista, que con escasos 20 años funda en su casa el Ateneo de Señoritas.
Exiliada por Rosas publica en Brasil un periódico para señoras con artículos sobre la emancipación de la mujer (¡¡!!), contra el racismo y la esclavitud. Sarmiento la designa directora de la Escuela Normal Mixta Nº 1. Durante su presidencia fundó 34 bibliotecas públicas. Fue la primera mujer vocal del Departamento de Escuelas en 1869. Y la primera en la Comisión Nacional de Escuelas, en 1871.
Como se vio, todas debieron librar batallas en su época y en su entorno para romper el techo de cristal que encierra y limita a las mujeres, logrando concretar sus sueños y derribar barreras para abrir camino a otras mujeres: fueron feministas, activas luchadoras desde sus respectivos ámbitos.
Si bien Lola Mora -o Dolores Candelaria Mora Vega- era cuestionada por sus obras en una sociedad pacata y escandalizada, también lo era por esculpir en pantalones, sin perjuicio de lo cual, a su muerte La Nación publicó: “El decidirse por el arte ya había significado una proeza, recordemos la fecha de sus comienzos y su actuación inicial. Mujer y escultora parecían términos excluyentes. Los prejuicios cedieron, sobrepujados por la evidencia de su obra”.
Cecilia Griergson, además de su lucha por capacitar a las mujeres en la ciencia en que era competente, tuvo activa participación política: atendió a los heridos de la Revolución del Parque, en 1890, contra el unicato de Juárez Celman, con Elvira Rawson. En su militancia feminista, participó en 1899 en el Congreso Internacional de Mujeres de Londres y fundó el Consejo Nacional de Mujeres, en 1900. En 1910 presidió el Primer Congreso Feminista Internacional de la República Argentina, convocado por la Asociación de Mujeres Universitarias, con el temario: educación de las mujeres, legislación, abandono de los hijos, necesidad del sufragio femenino.
(*) Abogada-ensayista. Autora del libro La mujer en política.