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La tesis doctoral que desató el tembladeral

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Una férrea y necesaria búsqueda de igualdad. Pocas veces una obra académica detonó tantos cambios y conflictos en la realidad de un país.

Por Luis R. Carranza Torres

Éramos, en aquel tiempo, una sociedad que dividía a las personas según cómo y de quién nacieran. Al lado de los hijos matrimoniales, con plenas posibilidades de capacidad legal, existían otras categorías, vergonzantes en lo social y carentes de derechos, filiación y expectativa sucesoria en lo jurídico. Los hijos “naturales” se llevaban, dentro de ellas, la mejor parte de lo peor. Pero otras, como los calificados de “adulterinos, incestuosos y sacrílegos”, eran verdaderos parias de las situaciones de familia.

El novel Código Civil de Vélez Sarsfield había dejado intactas, en cuanto al derecho en el origen de las personas, antiquísimas situaciones de inequidad humana. Ya demasiado revolucionario era el avance de codificar el derecho privado, criticado por personalidades jurídicas no menores como el propio Alberdi, como para complicarlo introduciendo otros cambios sociales. Es así que, entre los conceptos de avanzada en la responsabilidad civil, contratos y otras yerbas, chocaba ver la versión jurídica más ultramontana en lo relativo a la mujer, el matrimonio y los hijos.

Afianzado en su vigencia, desde la misma universidad que había formado al “Viejo” Vélez se alzaron las voces criticando tales situaciones. Un código a medias no era un verdadero código, se decía en los abovedados pasillos de la Casa de Trejo. Los estudiantes de derecho eran la categoría en que se concentraban tales apreciaciones. El primero que se aventuró a poner esas ideas en el papel y darlas a conocer fue Ramón J. Cárcano. Para mayor enojo del establishment, nada menos que en una tesis doctoral, la suya.

En su trabajo sobre dicha obra académica, Alejandra Díaz Bialet nos cuenta de ese joven de 24 años, de tez oscura, cabellera abundante conforme al estilo romántico de la época y mirada bonachona y lángida. Escondía, tras ese carácter agradable, una voluntad de hierro, a la par de un cerrado rechazo a toda forma de desigualdad.

La idea central que la tesis proponía era la derogación de tales normas discriminatorias -reforma del Código Civil mediante- a fin de consagrar el principio de igualdad civil de los hijos. Entre los fundamentos dados, Cárcano explicaba con toda lógica que “el que nada ha hecho ni culpa alguna tiene, el hijo, fruto inocente… queda fuera del estado civil, como un paria en medio de la familia y de la sociedad”, y que dichas normas suponían, a más de una espantosa inequidad, una muestra de ilogicidad, desde que “desconociendo los más sagrados beneficios del derecho natural, se cree castigar a los padres en la desgracia de los hijos, sin pensar que son incapaces de sufrir los que no tienen corazón para reconocerlos”.

Fue defendida en el Salón de Grados de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), un 14 de abril de 1884 a las tres de la tarde. Su padrino de tesis era el Miguel Juárez Celman, senador por entonces y luego presidente de la República. El lugar de “oponente” correspondió al Dr. Luis Vélez, a más de jurista y tradicionalista a ultranza, redactor en jefe del prestigioso diario “El Eco de Córdoba”, “cuyas opiniones eran consideradas como la expresión de factores decisivos en la política”, al decir de Ignacio Garzón. Como “replicante”, en apoyo al doctorando estuvo, entre otros, Justino César, su pariente, “amigo bueno y fiel”, según las propias palabras de Cárcano, cuya amistad se extendería toda una vida.

Después de darse a conocer, el obispo de Córdoba emitió una Carta Pastoral descalificándola. Luego, un importante número de la sociedad se manifestó en su contra. Como nos cuenta el propio Cárcano en su autobiografía, Mis primeros ochenta años: “El domingo siguiente, una numerosa manifestación de señoras conocidas recorre las calles de Córdoba en procesión solemne, llevando cruces altas y estandartes religiosos para rendir homenajes al ilustre vicario y acentuar censuras al joven hereje”. La única ausente entre tales damas es Honoria César de Cárcano, madre del doctorando. Pero aún en palabras de su hijo, teniendo “siempre absoluta confianza en mi criterio y conducta”, sin embargo, “llora mucho aquel día”, haciéndole una observación en tono de pregunta: “¿Por qué se comete tanta injusticia contigo?”.

El trámite de la presentación y defensa de la tesis “provocaría un escándalo de proporciones desatando el tembladeral que trascendió los límites de la Córdoba (…), estando presente en toda cuestión política nacional de ese año bajo el nombre del ‘conflicto religioso”, como nos cuenta Díaz Bialet.

Pasó, como dijo Cárcano en su autobiografía, que “la cuestión académica se convierte en lucha política y religiosa, intelectual y social, vigorosa y apasionada, que en el fondo encierra una renovación de ideas y valores personales”.

La importancia de su formulación en la época no fue menor. Tampoco su actualidad, de cara al principio de igualdad entre las personas en cuanto a su origen. Persona con concepción natural o artificial, intra o extrauterinos, entre otros casos. Prueba de eso, lo que significó en el pasado y lo que recuerda en el presente, es que la última reedición de la tesis fue hecha en conjunto por la UNC y la Universidad Católica de Córdoba en el año 2011.

Como se ha dicho alguna vez: cuando un libro atraviesa los tiempos, es por las verdades que acarrea por dentro.

Comentarios 1

  1. Ese apoyo fue
    La Pastoral de Monseñor Clara
    A la que Nicolas Berrotaran se adhirió

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