El acento real está puesto en la pregunta sobre qué tipo de escolaridad se pretende para los alumnos del presente. Pensar en clave de lo que fue la educación de los que tenemos más de 30 ya no tiene sentido.
Por Martín Errante *
Elucubrar estrategias para prever lo que será la enseñanza en el futuro, tampoco. Según el psicopedagogo Philippe Merieu, lo que separa a una persona de 40 años de una de 14 es proporcional a lo que separaba a siete generaciones hace un siglo. La proporción y la medida de este cambio hacen imposible la tarea de adecuar las tradiciones del pasado a la realidad presente, tanto como proyectar qué será de aquí a 100 años. Lo cierto es que la tecnología obligó a repensar la estructura educacional y, en este contexto, es necesario abrirle las puertas para una enseñanza más efectiva, inclusiva, abierta y comunitaria, considerando el cambio como una posibilidad de entender al educando y sus nuevas vías de información para generar desde ahí una conciencia crítica sobre el aprendizaje y sus contenidos. Es una posibilidad, una herramienta nueva, y no una modificación de raíz.
La escuela, como institución formadora, se encuentra inserta en una trama de aprendizaje mayor para los chicos. En una época en la que el conocimiento se democratiza y se pone a disposición de todos por medios diversos (bibliotecas, blogs, manuales, redes sociales, Internet y smartphones) es necesario repensar el rol del docente y darle armas para que la educación ya no se ejecute de manera lineal sino que abra el juego incorporando las posibilidades que las nuevas tecnologías le otorgan. El problema de la transmisión de la información está más en los métodos que en el contenido. Es momento de adoptar la cotidianeidad de los educandos, sus estructuras de percepción y de comunicación, vertiginosas, plagadas de recursos audiovisuales y posibilidades discursivas.
De las personas entre 12 y 18 años, 99% dispone de un televisor, 57% utiliza redes sociales y 65% utiliza internet todos los días. Todos ellos nacieron después de la incorporación masiva de la tecnología celular y son nativos digitales. Este tipo de dispositivos han sido incorporados en su vida como una extensión de su cuerpo. Es omnipresente y multidisciplinar. A diferencia de las generaciones precedentes, no ven a la tecnología como un arcano. La viven y la sienten como parte de su ecosistema de información y contacto. Las nuevas capacidades de aprendizaje que inauguran las generaciones presentes invitan a ser contemplativos con sus registros e intereses.
La ampliación en los medios y variantes por la que los chicos reciben información deben ser entendidas como una posibilidad de crecimiento en la educación y no como algo negativo.
Los alumnos, con sus nuevas herramientas de información, pueden dotar de potentes herramientas al educador para incorporarlas, comprenderlas y ayudarlo en el afán de generar procesos de entendimiento crítico gracias a ella.
La utilización de smartphones, por ejemplo, con sus aplicaciones y posibilidades técnicas, puede influir positivamente para fomentar la creatividad, corregir la gramática, incentivar al uso de la lógica y aprender patrones de conducta y relacionamiento de una manera más cercana a los chicos, aceptando finalmente que la brecha generacional es cada vez menor y que la respuesta a la pregunta madre acerca de qué tipo de escolaridad se pretende, está más cerca de los métodos que del contenido.
* Gerente de Producto de Motorola Mobility