ESCUCHARSea por el año eleccionario o por otra cosa, atravesamos tiempos crispados. Que los argentinos en general -y los cordobeses en particular- somos gente difícil de llevar, es algo en los que muchos concordarán. La pasión que nos caracteriza para llevar adelante tantas cosas también nos marca a la hora de polemizar, y fuerte.
Pocas personas sintetizaron tan bien ese rasgo de nuestra personalidad colectiva como Arturo Frondizi. Cuenta la anécdota que durante la gira oficial por Estados Unidos, en 1961, siendo el primer mandatario argentino invitado a visitar ese país, el entonces presidente Kennedy lo recibió con todos los honores. En el exterior se reconocían los dotes de estadista que acá muchos le ninguneaban. Luego de una cena, a la hora de retirarse, Kennedy se excusó, fiel a su estilo, diciendo un tanto cancheramente que tenía que ir a descansar porque al día siguiente debía gobernar un país de casi 200 millones de habitantes. Frondizi entonces le respondió que él también tenía que hacer lo mismo porque al día siguiente debía gobernar un país con 20 millones de presidentes.
A veces, como colectivo, parece que nos encanta marcar las diferencias con el otro. Trazar una línea y poner a gente del otro lado. En no pocas oportunidades, el que no piensa como nosotros está equivocado. O peor aún: no tiene justificación para pensar así. Un modo aciago de pensar que en la historia nos ha hecho descender a los infiernos, y no una vez sino varias.
Por suerte, existen en el mundo otras formas más constructivas de afrontar las diferencias de opinión. Quizás no las suficientes, pero basta para mostrar un camino en la materia.
Por ejemplo, las dos marcas archirrivales de la comida rápida planean dejar de lado por un día su competencia en aras de una buena causa. Todo comenzó cuando Burguer King pidió una tregua comercial a su archirrival Mc Donald´s. “Nuestra invitación puede ser inesperada, pero es 100% sincera”, dijeron al ofrecer esa “paz comercial”. Y le propusieron hacer una hamburguesa que combinara aspectos de cada uno, la que denominaron “McWhopper”, la que se vendería por un día en un local conjunto, el día universal de la paz. Burger King incluso creó una página web donde pueden verse los aspectos más detallados de su oferta. “Venimos en son de paz”, podía leerse en el anuncio que publicaron en diarios como The New York Times y Chicago Tribune. “Sabemos que hemos tenido nuestras pequeñas diferencias pero ¿por qué no decretar un cese al fuego en lo que llamamos ‘la guerra de las hamburguesas’?, como honor al valor de la paz en el mundo”. McDonald’s, a su vez, respondió reconociendo que era “una buena idea” y redobló la apuesta pidiéndole “hacer algo más grande para causar un impacto positivo” en el Día de la Paz.
En España pudieron afrontar una transición a la democracia desde el férreo régimen franquista, anclados en la idea de “amistad cívica”. El concepto no es nuevo, habiendo sido pergeñado por el mismo Aristóteles, quien lo entendió como un requisito fundamental -junto a las leyes e instituciones justas, los gobernantes prudentes y los jueces honestos- para que una sociedad pueda prosperar y alcanzar sus metas.
Se trata de lo que comparten quienes piensan distinto. Aquellos valores que, por ser centrales, se hallan por encima de cualquier discusión. Pasa por identificar eso que nos vincula y nos ha llevado a convivir y que plantea perseguir metas comunes y respetar determinadas reglas con el otro, se piense como se pensare.
Si puede hacerlo el comercio, u otras sociedades no muy distintas de la nuestra, podríamos hacer honor a ese concepto en nuestro actuar colectivo y dejar de enfatizar en vez de estar enfatizando lo distintos que somos unos de otros, y de poner al que opina distinto a nosotros como un enemigo.
* Abogado. Doctor en Ciencias Jurídicas. **Abogado, magister en Derecho y Argumentación Jurídica
