Por Alicia Migliore (*)
Se aproxima el aniversario de los 40 años de aquel 2 de abril de 1982, que provocó tantos sentimientos diferentes y que dejó una nueva cicatriz en nuestra nación.
En ejercicio de la representación de los ciudadanos de Córdoba, se votó en el Concejo Deliberante de la ciudad una ordenanza que dispone la conformación de la Comisión Especial de Homenaje y Reflexión por el 40 Aniversario del Conflicto del Atlántico Sur.
Se llevaron adelante numerosos encuentros y actividades, se escuchó a veteranos de guerra, a politólogos, a miembros de las Fuerzas Armadas y se dispuso el izamiento de la enseña nacional en distintos puntos de la ciudad.
También se fueron dictando ordenanzas para imponer el nombre de combatientes en espacios verdes, algún beneficio relativo a costos administrativos de carnés de conducir o de servicios de sepelio. Se dispuso la adición del nombre “Soldados de Malvinas” a la plaza de la Intendencia (siguiendo el criterio de adición de nombre ya utilizado en el parque “Elisa- General Las Heras”). Todas las propuestas fueron escuchadas y atendidas. Excepto la que trataré de reflejar en estas líneas.
El Concejo Deliberante tiene prevista por Carta Orgánica Municipal lo que técnicamente se denomina “cláusula de gobernabilidad”, que dispone que el candidato que gana la intendencia tenga una mayoría absoluta de concejales, cualquiera sea la diferencia de votos que haya obtenido. La medida, que debería funcionar como una excepción si se tratara de un cuerpo deliberativo que respeta la política, está pensada para evitar que una oposición irresponsable se transforme en un obstáculo para el Ejecutivo.
De lo contrario, si se convierte en regla, si esos 16 concejales votan siempre absolutamente en contra de las propuestas de los 15 concejales restantes, no hay diálogo político ni construcción de consensos posibles.
Desde la primera reunión, reclamamos la presencia de las mujeres veteranas de Malvinas y su inclusión en cualquier reconocimiento que se efectuara. Nuestra propuesta generó sorpresa en algunos y escozor en otros. Pero fue generalizada la negativa a tratar el tema, pese a la insistencia.
En mi condición de integrante del Bloque Córdoba Cambia, convoqué a mi correligionario Alfredo Sapp, presidente del Bloque de la Unión Cívica Radical y vicepresidente de la Comisión Especial de Homenaje, y juntos nos reunimos con algunas de esas mujeres.
De esa reunión volvimos agobiados, angustiados y convencidos de la justicia de nuestro reclamo.
Como toda reunión de familia, el comienzo fue formal, con las reservas de demostrar los mejores perfiles de cada uno en la mesa. Esos esmeros que ponemos todos cuando hace tiempo no nos vemos y tememos que los demás nos vean más delgados, más gordos, más arrugados, más decrépitos o más desconocidos por el paso del tiempo.
Las imposturas se sostienen brevemente porque el encuentro desmantela las barreras y prejuicios. Es entonces cuando una palabra ayuda a otra a poner las emociones sobre la mesa y salen las historias personales, que se sofocaron años, para producir el tembladeral inesperado que agita nuestras propias historias.
La intención de acercar un reconocimiento pequeño hizo que descubriéramos una orfandad y exclusión que atravesaba toda la vida de ellas.
Costó horrores para mí abordar esta pequeña historia que escribe unas líneas de tinta invisible en los libros de la “gran historia”.
Conecté desde lo humano con los roles que describían y recordé las veces que debí entregarme a esas amorosas manos, cuando se retiran los médicos y quedan a cargo los enfermeros y enfermeras prodigando cuidados y ternura, transformando sus rostros en cada delirio provocado por fiebres, malestares o medicación, con una sonrisa curativa y palabras susurradas para ahuyentar la muerte o acompañar ese último paso.
¿Cómo pudo ser, entonces, que fueran desconocidas, rechazadas o vituperadas?
Ellas hablaron de lo vivido en esos largos días en que el sur argentino asistía a apagones constantes mientras el resto de nuestro enorme país seguía con su vida habitual. Contaron que sus guardias nocturnas las hacían con su uniforme de combate, con el arma reglamentaria, mientras esperaban los aviones que trasladaban heridos desde las islas al continente.
Recordaron cuán jóvenes eran ellas y los combatientes, y cuántas emociones se mezclaban al atender heridas de bala, fracturas, esquirlas, crisis, ataques de pánico, pies de trinchera y demás dolencias. Pero no se adentraron en un relato pormenorizado. Duelen los recuerdos y todas sufrieron estrés postraumático, por lo que administraban las palabras que compartían.
Sí hablaron de su dolor posterior por la inexplicable exclusión. Como primera promoción de suboficiales de la Fuerza Aérea Argentina, estas 14 enfermeras cumplieron su misión en el hospital móvil montado en Comodoro Rivadavia, desde donde eran trasladados luego quienes necesitaran atención más prolongada.
No sólo no fueron convocadas como veteranas sino que en algún caso fueron denostadas por usar su uniforme militar.
Muchas pueden ser las razones de esta exclusión. Ninguna explicitada, ni suficiente ni justificada… Cuando se dispuso el beneficio de pensión para los veteranos de la guerra de Malvinas y Atlántico Sur, se establecieron los requisitos.
Por partir de ese celo legal de evitar abusos, se delimitó lo que sería condición indispensable: haber pisado el TOAS (Teatro de Operaciones del Atlántico Sur). Esa condición razonable se transforma en absurda si no es interpretada con sentido común. Los pilotos de la Fuerza Aérea de los que todo el país se enorgulleció, por el coraje y destreza demostrados, no pisaron el TOAS. Tampoco lo hicieron quienes hacían el mantenimiento técnico de esos aviones ni muchos otros que colaboraban con logística de todo tipo.
Estas mujeres acudieron a vías administrativas y judiciales, y obtuvieron, en todos los casos, la más rotunda negativa.
¿Podemos pensar que el temor sea que estas 14 mujeres accedan a la pensión de veteranas de guerra y esa erogación produzca la bancarrota del erario? ¡Absurdo!
¿Pudo existir un desempeño inadecuado en su calidad de suboficiales que produjera una sanción o baja deshonrosa sin que se labrara registro documentado de esas circunstancias? ¡Imposible!
¿Es posible que no admitan a esas mujeres que rompieron un techo de cristal simbólico y ficticio, con el cual se presentaba la guerra como una cuestión exclusiva y excluyente de hombres bravíos, osados y temerarios como se muestra en las películas? ¡Anacrónico y falaz!
Las mujeres nunca estuvieron excluidas de las guerras. En las dos contiendas mundiales debieron salir a sostener el trabajo en fábricas y talleres ante la ausencia de hombres.
En las guerras independentistas de todas las naciones emancipadas de tutela colonial se suman cada vez más nombres recuperados de mujeres que aportaron sus destrezas y valentía a ese desafío común.
En las guerras fratricidas de nuestra organización nacional son múltiples las historias de mujeres recuperando cuerpos de sus maridos, hijos, hermanos… También son pruebas de su coraje los pedidos de clemencia en soledad, ante el abandono de otras voces.
En el origen mismo de nuestra ciudad, al ocaso y oprobio al que fue sometido el fundador Jerónimo Luis de Cabrera le sucedió la propia guerra de Luisa Martel de Los Ríos para limpiar su nombre y devolverle su honor.
Cada vez que distintos bandos empuñaron las armas, hubo una destrucción, nunca dimensionada previamente, que exigió la necesaria reconstrucción social en la que tuvieron alto protagonismo las mujeres.
¿Por qué los mismos veteranos atendidos o confortados por estas enfermeras las desconocen, las rechazan y las niegan si son sus camaradas?
En el año 2012, el Ministerio de Defensa, por resolución N° 1438, reconoció el carácter de Veteranas de Guerra a 17 mujeres. Habían pasado entonces 30 años del conflicto. Nuestras 14 mujeres aún esperan.
Queremos que la ciudad de Córdoba las reconozca. Recibieron diploma y medalla del Congreso de la Nación, fueron reconocidas por el Concejo Deliberante de la ciudad de Rosario y aquí, en la ciudad que las cobijó y dio formación, no pueden portar su uniforme y son ignoradas.
María Remedios del Valle era una Niña de Ayohuma. Luego supimos que los soldados a los que asistió le decían “tía”.
Vientos de cambio la elevaron a “madre de la Patria” en una interesante historia para rescatar, aunque resulte imposible por su extensión hacerlo aquí.
No sabemos qué parentesco con la Patria les adjudicarán a estas 14 mujeres. Aportamos sus nombres, después de 40 años, para que los escriban con la gloria que merecen: Stella Maris Morales, Ana María Masitto, Mónica Rosa, Alicia Mabel Reynoso, Mónica Liliana Rodríguez, Liliana Collino, María Luisa Arce, Sonia Laura Escudero, Gladis Marta Maluéndez, Mirta Noemí Rodríguez, Elda Beatriz Solohaga, Stella Maris Botta, Gisela Irene Bassler y Esther del Carmen Moreno.
Es un gran orgullo que sea una mujer, mas alla de su idea politica, del partido al que pertenezca, o de la profesion que ejerza, una mujer argentina, que luche por el reconocimiento de estas veteranas de guerra, que ayudaron a morir a nuestros soldados, que susurraron palabras de aliento a los soldados doloridos, que desparramaron humanidad entre tanta tristeza y desolación de un hospital de campaña, en.medio de una guerra absurda, que debieran ser reconocidas con honor por el pueblo argentino y por sobre todas las cosas por sus gobernantes y autoridades🇦🇷🇦🇷🇦🇷🇦🇷🇦🇷
Tienen que ser Reconocidas!.Heroinas!
Me parece que sería un honor inmenso reconocer a estás enfermeras por la labor realizada en el conflicto bélico del 82, pero no se olviden de los soldados que también hicimos PATRIA defendiendo nuestro litoral marítimo, aeropuertos, ciudades y pueblos costeros, YPF y a toda la República… pero, también somos ignorados hasta la fecha, no hay ningún gobierno DEMOCRÁTICO que se haga responsable de devolvernos EL HONOR DE HABER REPELIDO AL INVASOR DE NUESTRAS COSTAS… porque lo tiene que saber todo el mundo… Inglaterra y sus aliados intentaron la invasión con sus comandos del SAS, pero no lo lograron. Otra cosa…en las islas no todos combatieron, muchos no hicieron ni la mitad que hicimos los del segundo frente que era el litoral marítimo…LA VERDAD TIENE QUE SALIR A LA LUZ ANTES DE QUE NOS VAYAMOS DE ESTE MUNDO.
Un orgullo inmenso q el partido q me representa cuente con una MUJER q en forma genuina defiende los derechos de la mujer en un país q le cuesta entender de qué se trata.
Alicia tiene conocimiento, sensibilidad y un gran don para expresarlo. FELICITACIONES
❤️ gracias
Por suerte la UCR puede decir Alicia Migliore es nuestra. Que emoción me da leerte mí querida Alicia , una luchadora por la ampliación de derechos a las mujeres
❤️gracias