Desde hace un par de años, la situación de ese país se ha venido agravando y la caída supera con creces las primeras estimaciones al respecto, al par de prolongarse sin visos cercanos de comenzar una futura etapa de recuperación.
Nuestro gran vecino del noreste es el de mayor superficie y población de América Latina. Tiene alrededor de 214 millones de habitantes que viven sobre una superficie de 8.192 miles de km2, con una densidad de 26,1 habitantes/km2. Pese a ser el cuarto más extenso del mundo, Estados Unidos, de características semejantes, lo precede en cuanto a densidad, con una media de 34 habitantes/km2.
Siguiendo el método expresado en dólares de igual poder adquisitivo, adecuado para hacer comparaciones homogéneas con todos los demás países de orbe, el Producto Bruto Interno (PBI) per cápita trepa US$13.300 como promedio por habitante. Según información oficial, en 2015 se verificó una caída de 3,8% y se estima que en el presente sería muy semejante (-3,5%). Resulta obvio que tal circunstancia que preocupa y temen se extienda hasta 2020, todo lo cual no puede dejar de afectar seriamente a la economía argentina.
Respecto al total de su población, 51,6% está constituido por el colectivo femenino, que registra una esperanza de vida de 76 años, frente al masculino que sólo llega a 69 años. En el territorio que corresponde al Estado de San Pablo está instalada su mayor concentración poblacional y diversidad industrial, pero en la actualidad ello constituye un factor que acentúa la retracción. Durante el quinquenio 2010/14 se verificó un crecimiento del PBI acumulado de 8,6%; mientras respecto a 2015 la primera estimación, a medidos de ese año, supuso que lo cerrarían con -2,4%, que en 2016 sería de apenas -1,1%. Ello hace entrever la existencia de sensibles errores de conducción o, como alternativa, la aviesa intención de ocultar o disimular en todo lo posible lo que está sucediendo.
Durante el interin introdujeron varias modificaciones para atenuar el efecto psicológico de la información real, pero en un momento dado anunciaron un dato inexplicablemente exagerado (-4,1%). En oportunidad de divulgar tal noticia, dijeron que debieron corregir las expectativas iniciales para 2016 que, erróneamente, habían evaluado como un simple resabio final de la recesión del año anterior y que cuantificaron en forma relativamente optimista. Por entonces, el PBI llegó a US$2.126,6 miles de millones; es decir US$ 9.937,4 per cápita. Tal como se consignó al comienzo de esta nota, admitieron la gravedad del momento que están viviendo y que habían optado en última instancia por transmitir la realidad sin apelar a “retoques”.
Resulta evidente que en esta ocasión ratificaron que es correcto lo que publicaron los organismos internacionales en ese aspecto. Esta vez también difundieron índices futuros en continuidad con los primeros, los cuales, según declaraciones de los funcionarios, estuvieron influidos por cierto grado de optimismo e impaciencia aunque no debidamente sustentados en relación con las perspectivas objetivas que se advierten para el bienio 2017/19.
La realidad financiera y económica
En el seno de los organismos técnicos reconocieron haber estado sesgados y, en cierta medida, negaban la realidad para no afectar más a la presidenta, quien ha sido objeto de intentos de destitución que están latentes y en marcha. Arguyen que su baja anímica le había hecho perder algún grado de objetividad y la habría inducido a cometer yerros graves que perjudicarían al país retardando su recuperación.
El Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE) subrayó que la actividad industrial hasta septiembre de 2015 había caído 10%, siendo la especialidad más castigada la automotriz, tanto por la disminución de unidades terminadas como en materia de autopiezas. La citada estimación es casi insólita ya que el lapso en que se verificó es muy corto y no daba lugar a errores de tal magnitud. En dicha área, la caída fue gigantesca, de 3,6 millones en 2014 a apenas 1,8 millón de unidades nuevas en 2015; sin dudas un desbarranque de ribetes catastróficos, muy difícil de superar en un relativamente estrecho período. Ello no sólo incidió en el “clima general” sino que gravitó, y mucho, en la presión ejercida sobre la presidenta, movilizando una reiterada cuan evidente acción para deponerla mediante un juicio político que oculta ambiciones de bajo calibre ético.
Las encuestas que procuraron medir su grado de popularidad develaron la velocidad con que pasó de ser elegida para un segundo mandato a una aprobación de la gestión extremadamente baja, contribuyendo a su desprestigio y hasta a hacerle perder el respeto de sus más próximos y ambiciosos pseudocolaboradores. El propio ministro de Hacienda entendió que debía quedar expedita la vía a introducir importantes recortes en el Presupuesto original pero, pese a lo cuantioso que vienen siendo los cortes introducidos en todas las actividades, no lograron revertir en nada la mencionada caída.
Además del área automotriz, que fue la más perjudicada, la producción de bienes de uso doméstico registraron reiterados “golpes de mercado” originados en obligadas caídas de la demanda. En un grado algo menor, también se vieron afectadas la producción de textiles, vestimenta, mobiliario del hogar; junto con la producción de aparatos electrónicos y de informática, completando un escenario recesivo y masivamente expulsor de mano de obra.
La baja acumulada se extendió de tal forma que influyó hasta en la demanda de los productos mas conocidos y de uso diario, en nada menos que -10,8%. Por el contrario, las ramas que están vinculadas con la alimentación retrocedieron en mucho menor medida (-2,2%), ratificando su característica y conocida rigidez de la respectiva demanda. Cabe agregar, además, que las mismas causas que impulsaron la sucesión de subas hicieron lo propio para originar una continuada devaluación del real frente al dólar, lo cual complicó el comercio exterior, que también sufrió un sensible y pronunciado descenso.
La búsqueda de soluciones
Esta tarea, nada sencilla, se inició procurando volver a impulsar las exportaciones con pretensión de retornar a la normalidad en forma paulatina pero sostenida. Pese al empeño puesto en esa tarea, debieron enfrentar una situación semejante a la que están viviendo en, por lo menos, los 20 países que suelen incursionar en las ventas externas, lo que hizo cuesta arriba alcanzar esa meta. Por lo tanto, al no dar buen resultado esta iniciativa, la crisis se expandió aún más. Los precitados indicadores no dejaron de exhibir una prueba de la tendencia negativa, obligando a revisar y seleccionar con urgencia las importaciones, dando prioridad a las más esenciales.
En los últimos 12 meses, además, en forma creciente procuraron evitar el consumo de reservas monetarias pero aún así éstas cayeron 5%. La mayor apuesta de la conducción gubernamental fue intentar por todos los medios lograr siquiera un atisbo de reactivación, principalmente en ramas de la actividad manufacturera que por su tradicional demanda de mano de obra calificada, requieren cierto grado de preferencia. No obstante, hasta la fecha no se perciben signos positivos en tal sentido y debe advertirse de que en las condiciones internacionales que se enfrentan, el continuo incremento de la desocupación abierta es una de las más dolorosas e inmediatas consecuencias.
Durante los últimos tres meses, Argentina ha elevado sus compras de productos industriales, especialmente automotores, en Brasil, aunque a un ritmo más lento (+0,7% mensual). El ministro de Desarrollo e Industria del gran país vecino ha preferido no emitir juicio alguno, quizá frenado por el temor que genera una coyuntura sin que se vislumbre alguna señal de reversión.
Consecuente con esa realidad, la calificadora de riesgo internacional Moody’s decidió ponderar negativamente a Brasil con una nota virtualmente descalificante, pese a que es la séptima potencia económica mundial. Esto fue profusamente difundido en todos los medios informativos de cierta relevancia, advirtiendo además de que lo consideran un país relegado a una función de “grado especulativo”; razón por la cual aconsejan expresamente no invertir en bonos de deuda emitidos en Brasilia. Con igual tono se han expedido las conocidas evaluadoras Standard &Poor´s y Fitch, que se hicieron eco de la opinión antes citada, considerando enfáticamente que existe “un pobre desempeño económico y fiscal” sin límite de tiempo.
Por otra parte, estas agencias declararon que han perdido la confianza respecto al cumplimiento de obligaciones pactadas precedentemente por el gobierno en todas sus jurisdicciones. Ese virtual repudio se ha tornado muy público, en especial por los signos exteriorizados de gran “desconfianza”; aunque en años inmediatos anteriores a 2013 lo ubicaron en la posición de “país seguro”. Esas declaraciones lograron amplia repercusión en el ámbito económico-financiero, reflejándose mucho en las esferas públicas en especial la parlamentaria y las distintas dependencias gubernamentales federales. Hasta hubo advertencias adicionales que reiteraron con énfasis las tres grandes evaluadoras, llegando al límite de preanunciar como inminente la posibilidad de bajarle aún más la calificación.
Repercusiones en Argentina
A partir del año 1981 suscribieron un pacto de colaboración recíproca y de integración selectiva, lo cual evolucionó hasta constituirse tres años después el Mercosur. En ese ámbito, las once empresas automotrices más poderosas del mundo firmaron un compromiso de complementación binacional que las obligó a instalarse a ese efecto en ambos países. Para Argentina, sólo la actividad automotriz en suelo propio le ha venido generando hasta 2014 inclusive, 6% de su PBI anual.
Originariamente se adjudicó alrededor de 70% de la capacidad productiva instalada en Brasil y 30% en Argentina. Por lo tanto, una conmoción económica de la magnitud actual ha golpeado mucho más al país vecino pero necesariamente repercute en el nuestro, especialmente porque se restringieron nada menos que 39,7% las importaciones provenientes de dicho país. El comercio exterior se redujo casi a 50%, por sufrir Brasil un cuadro general de mayor contracción que no permite siquiera vislumbrar con cierto grado de certeza cuándo empezará a sentirse la reversión del proceso actual.
Para Argentina, que disminuyó a niveles mínimos su tasa de crecimiento, recuperar plenamente la demanda brasileña implicaría, casi automáticamente, retornar a “tiempos normales” .Y en los presentes años, ello no es poco…