lunes 25, noviembre 2024
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Comercio y Justicia 85 años

La importancia del silencio

ESCUCHAR

 Por Eugenia Gutiérrez de Vásquez *

Francisco Diez y Gachi Tapia, en su libro Herramientas para trabajar en mediación (Editorial Paidós, 2010) se preguntan “(…)¿Cómo sabemos la manera en que alguien necesita ser tratado?” y se responden: “(…)una actitud observadora, perceptiva y atenta es indispensable” (Op. cit. pág. 208), expresando a continuación: “(…) Cuando notamos que los abogados son avasallantes con sus clientes, con el proceso y con los mismos mediadores, la clave suele estar en poner el límite legitimándolos”, que no es lo mismo que poner límites legítimos(…)” (Op. cit. pág. 222),”(…)no olvidemos que ellos, como cualquiera de las demás personas sentadas a la mesa, tienen que encontrar ese lugar positivo para sentirse seguros y cómodos (…)” (Op. cit. pág. 223).
El caso: antes de la hora designada, las mediadoras organizamos el espacio de trabajo. Pasados tan sólo dos minutos de las 8.30 se abrió abruptamente la puerta, ingresando la Dra. Ramos y comentando, en un tono de voz elevado, su incomodidad frente a la ausencia del requerido y su abogado. En tono suave le expresamos que debíamos respetar los quince minutos de tolerancia. Transcurridos otros cinco minutos, reingresó diciendo con un indisimulado enojo que, si bien el abogado de la otra parte ya había llegado “seguro que el cliente no va a venir porque es un personaje incumplidor e irresponsable”.
Inmediatamente los invitamos a entrar. Paula, la actora, saludó calladamente sin quitar la mirada a la Dra. Ramos, su abogada. El abogado de Carlos, el demandado, se ubicó en el otro extremo de la mesa comunicándose con su cliente y apresurándolo a llegar. En ese momento, la Dra. Ramos comienza a manifestarse con gestos y palabras que denotaban irritabilidad. La escuchamos durante los diez minutos que demoró Carlos en llegar; sus quejas iban dirigidas al tiempo que había perdido en el juicio, en la falta de respeto de la otra parte hacia Paula, en la actitud del padre que mostraba desinterés por su hija, que no se ocupaba adecuadamente, etcétera.
No emitimos juicios de valor en ningún momento. Nos mantuvimos en silencio y escuchamos a la Dra. Ramos, quien luego de hacer todos estos comentarios nos dijo: “¡No se escuchó una sola palabra de las mediadoras!”. Con una mirada hicimos sentir cómoda y segura a la abogada frente a su clienta Paula.
Una vez que ingresa Carlos a la sala, brindamos el discurso de apertura, firmamos el convenio de confidencialidad y la constancia de audiencia. En reunión conjunta invitamos a Paula a que manifestara cuáles eran sus expectativas en la mediación. Paula y Carlos hablaron con claridad y se escucharon con atención. Clarita, la hija de ambos, de nueve años, necesitaba que sus padres comenzaran una mejor comunicación. Por el discurso de ambos se apreciaba que había mucho amor de ambos lados y que solamente hacía falta aceitar algunos puntos de comunicación que recibían interferencias. En reuniones privadas fueron apareciendo los motivos de la falta de comunicación en la pareja parental. El Dr. López, abogado de Carlos, con su precisa intervención en reunión privada permitió avanzar hacia el acuerdo.
Los abogados, cada cual con su cliente, trabajaron con un alto nivel de colaboración. En el espacio de mediación se pudo lograr legitimar a Paula y Carlos así como un reconocimiento mutuo. Además, se legitimó el proceso de mediación y nuestra intervención. El acuerdo que construyeron cubría todas las expectativas que cada uno traía a la mediación.
El silencio que mantuvimos en los primeros momentos, previos al inicio de la mediación, fue la herramienta que legitimó a los abogados de cada parte. Permitió, por un lado, que el abogado de Carlos realizara todas las gestiones para ubicar y explicar a su cliente que necesitaba llegar a horario.
Para la Dra. Ramos brindó un espacio para expresar sus emociones y tomar distancia del conflicto para colaborar en la mediación; en definitiva, el haber explicitado su estado emocional hizo que Paula no necesitara mostrar su enfado, puesto que ya había sido anticipado y dicho por la profesional que la acompañaba. Estas situaciones, en el marco de un proceso judicial, no tienen el anclaje necesario para ser advertidas y gestionadas. En cambio, en el proceso de mediación, cuando el silencio es utilizado como herramienta comunicacional y se lo aplica en el momento adecuado, podemos lograr resultados importantes para facilitar la comunicación de las partes.

* Mediadora

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