Por Marcos A. Sequeira (*)
¿Quién lo hubiera dicho? Los políticos, esos campeones de las promesas sin impuestos, ahora son los primeros fanáticos en la fila para aumentar la recaudación fiscal. ¡Qué vuelco tan inesperado y absolutamente predecible! Resulta que enfrentar la realidad económica es un poco más complicado que lanzar promesas al aire en campaña.
En esta emocionante temporada de “hagamos exactamente lo que prometí no hacer”, el Gobierno nos sorprende con su nuevo hobby: aumentar impuestos. ¡Y qué habilidad para disfrazarlos de necesidades económicas urgentes! Por ejemplo, el decreto 14/24 elimina el impuesto PAIS a las importaciones para exportaciones, en un movimiento que podría calificarse de… ¿sensato? ¿Quién lo diría?
Pero, ¿qué hay de los monotributistas? Ah, ellos no corren con la misma suerte. Con un ajuste de 40% (100% anual) en sus montos de facturación, frente a una inflación que roza 300%, muchos pasarán de “pequeños contribuyentes” a “grandes sorpresas” en las categorías fiscales. ¡Qué emocionante es ser un monotributista en estos tiempos!
Ahora hablemos del impuesto a las Ganancias. Se aumentó el mínimo no imponible a $2.400.000 pero ¿quién sabe? Pronto podría retrotraerse, dejando a los contribuyentes en una especie de limbo fiscal, balanceándose entre deudas y sorpresas.
No olvidemos el show del impuesto sobre los Bienes Personales. La “ley ómnibus” nos ofrece un régimen opcional con una alícuota de 0,75% para los próximos cinco años. ¿Suena bien? Sí, pero con la devaluación esperada, el impuesto sobre bienes en moneda extranjera podría multiplicarse por 4,5. ¡Sorpresa!
En cuanto al IVA, todos los productos ahora están gravados a 21%. Adiós al programa de devolución del IVA para jubilados y trabajadores de menores ingresos. Por supuesto, no sería una verdadera fiesta fiscal sin una amplia moratoria y un blanqueo de capitales. ¿Causas penales tributarias? ¿Quién necesita eso cuando puedes simplemente perdonar y olvidar?
En resumen, la gran revolución fiscal es un espectáculo de giros, vueltas y sorpresas, en el que las promesas se enfrentan a la dura realidad de los números. Al final, en este teatro político, lo único constante es el cambio… especialmente cuando se trata de impuestos.
(*) Tributarista