Uno de los indicadores más expresivos para medir la situación económico-social es el de la pobreza, pues permite evaluar con cierto grado de certeza el número de habitantes que están en esa condición respecto al total de la respectiva población.
Por Salvador Treber
El tema es verdaderamente crucial, dado que se trata de un indicador que ningún gobierno debería dejar de tener muy en cuenta, pues es un requerimiento indispensable para regular en qué medida su gestión coadyuva o no con la tarea de mejorar las condiciones de vida vigentes; especial objetivo que debe primar en todos y cada uno de los países del orbe y razón por la cual debe estar permanentemente actualizado.
Obviamente, la referida evaluación debe ser estrechamente relacionada con las que condicionan los niveles de producción y el grado de acierto que se desempeñan sus gobernantes.
Es lógico que no puede cotejarse, por ejemplo, un país africano con otro europeo e incluso dos que estén afrontando diversas etapas de su desarrollo. Actualmente se reconocen como “economías desarrolladas” las de 33 países industrializados y otros 49 se consideran que están en un proceso todavía inferior. Por esa razón se suelen identificar como “economías en desarrollo”.
Por lo tanto, se constata que la integración en cuanto a las diez economías más poderosas del planeta, nada más que cuatro que se consideran plenamente desarrolladas, siendo éstas Estados Unidos (1ª), Japón (4ª), Alemania (5ª) y Reino Unido (9ª). A ellos los acompañan otros seis que todavía son considerados “en proceso de desarrollo”, que son China (2ª), India (3ª), Rusia (6ª), Brasil (7º), Indonesia (8ª) y México (10ª).
Según los analistas especializados, desde mediados de 2015 y hasta el final del presente siglo China ocupará -firmemente y cada vez más desprendida el resto- el primer lugar; a la par que Indonesia pasaría a ocupar el cuarto, mientras el Reino Unido quedaría fuera de ese grupo cimero.
La pobreza en Argentina
Respecto de nuestro país, debe tenerse en cuenta que en el orden ecuménico es el 8ª por su extensión territorial, 26ª en función del respectivo producto nacional bruto, pero queda relegado al sitial 75ª si se evalúa en relación con el valor medio del producto por habitante.
Entre el conurbano bonaerense y la ciudad de Buenos Aires tienen en conjunto alrededor de 12 millones de habitantes, que representan 27,2% del país. Se ha detectado que sólo en el Conurbano hay 3,8 millones que revisten la calidad de “pobres y/o menesterosos”. Según la información más reciente, la pobreza todavía acosa en el país a 10,4 millones de personas y, según los programas existentes para ejecutar en el próximo quinquenio, se espera bajar este colectivo en no menos de un tercio.
La ciudad de Buenos Aires exhibió un índice sorprendentemente en suba dentro el año 2017, dado que en el primer semestre fue de 9,5% y pasó a 13,4% en el segundo; aunque volvió a reducirse en los primeros seis meses de 2018 en que retornó a un índice de nueve por ciento.
Sin embargo, en esta oportunidad hubo un detalle inesperado relativo a la indigencia, pues se elevó de 2,3% a 2,6%, alcanzando a 72 mil habitantes, es decir, unas 5 mil personas más que a principios de 2017. De todas maneras, tales indicadores, por lo relativamente bajos, resultan los menos alarmantes de todo el país según la información emanada del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec). Los hogares precitados, catalogados como pobres, tuvieron disponible un ingreso familiar de sólo $11.114.
Para superar tal situación debieran lograr percibir un importe equivalente al valor de una “canasta familiar” que es el “piso” para superar la pobreza; para la cual -se estimó- se requiere disponer de $17.223 mensuales, importe que es -35,5% menor de lo que perciben. Debe advertirse que, en forma paralela, las condiciones de “indigencia” se verificaron en los hogares donde el ingreso mensual no superó $6.665. En un análisis sobre la situación, fuera de las marcas condicionantes en el conjunto de poblaciones urbanas y exhiben los porcentuales negativos más elevadas en tal sentido surgen la capital chaqueña, Resistencia, con 39,1%; seguida de Santiago del Estero, 38,3%; Concordia, 36,1% y Córdoba, 34,2%. En cuanto a esta última, hubo un notorio retroceso pues en el primer semestre del año precedente el citado indicador era bastante menor (30,7%).
Se procura explicarlo señalando que un tercio de los ocupados no desempeñan puestos estables sino transitorios que inyectan inseguridad y alta proporción de variación en más o en menos. Dichos datos permiten advertir que seguirán sufriendo los rigores de la “pobreza” mientras los grupos familiares no logren elevar su ingreso mensual en por lo menos 55% y en 65% para salir de la condición de indigencia.
Evaluaciones oficiales
Los funcionarios a cargo del sector advierten que tienen plena convicción de que “la pobreza es un tema angustiante y debe ser atendido por el Estado en forma prioritaria”. Pese a que algunos índices presentados como “promedios nacionales” son los más favorables registrados a partir del año 2003 en adelante, ellos no cubren todas las expectativas. En el segundo trimestre 2017 mejoró la situación de los hogares considerados “más vulnerables”, a punto tal que los últimos indicadores son los mejores de los conocidos en los últimos quince años. No obstante, se anuncia que los datos que están en plena elaboración serán bastante más favorables.
En consecuencia, es obvio que se ha avanzado, pues hasta fines de 2017 la performance del año 2013 era considerada como la más convincente de este siglo pues se había logrado hacer descender a 27.4%. Los analistas sostienen que, a medida que el índice de inflación se reduzca, el ritmo de crecimiento logre acrecentarse y la economía se “normalice”, es altamente probable que la pobreza e indigencia también desciendan en medida muy considerable. Desde el ámbito oficial, han anunciado que se proponen “afinar al máximo” dicha evaluación y que para lograrlo tratarán de hacer converger en un conjunto de indicadores.
Es decir, concurrentemente están empeñados en convalidar una información “multidimensional” mucho más confiable, que permita coadyuvar a garantizar en ritmo sostenido de progreso. Así se explica que se dé gran importancia al logro de una tendencia decreciente en los índices inflacionarios y se sumen otras medidas positivas respecto a una mejor redistribución, todavía poco satisfactorio, y al mantenimiento de ciertas medidas que benefician específicamente a los grupos más vulnerables. Los analistas privados se muestran optimistas, aunque gradualmente la economía brasileña comienza a cerrar la dura brecha que se extendió por casi tres años consecutivos.
Dado que no hay otros antecedentes anteriores de semejante intensidad más que la ya lejana crisis de lo años 30 (Siglo XX), esta referencia pasa a ser la adecuada. Brasil ha sido, desde mucho tiempo atrás, el más habitual y principalísimo mercado para nuestras exportaciones hasta que, afectada por su crisis, éstas cayeron violentamente durante el trienio 2015/17. Incluso se permitió, “dejando hacer”, que nuestro vecino redujera bastante más sus compras en Argentina que las nuestras en Brasil.
El vocero destinado a anunciar la merma detectada en la pobreza urbana no fue el Indec sino el Presidente de la Nación en persona, por entender que se trataba de una noticia muy importante que merecía ese trato especial.
En efecto, luego de varios “subes y bajas alternativos”, cuando la pobreza urbana registró signos muy evidentes de que estaba produciendo una firme tendencia descendente se hizo el referido anuncio con la intención de que se comprendiera bien la relevancia de la información. Que entre junio de 2016 y el mismo mes de 2017 se haya logrado una baja de casi cinco puntos de 30,3% a 25,7%, era una noticia que se había hecho esperar bastante.
Tal circunstancia quizá se comprenda mejor si se tiene en cuenta que supuso reducir de 12.3 a 10.4 millones la cantidad de pobres, es decir, 1,9 millón menos. De la misma forma, el número de indigentes se redujo en 600 mil pues de 2,5 millones pasaron a sumar 1,9 millón . Quizá la información más sensible de ese lapso sea conocer que en el conjunto integrado por niños menores de 14 años que, incluía a 45,8% de todos ellos, descendió a 39,7% y que los indigentes lo han hecho de 9,6% a 7,6%.
El problema no está totalmente resuelto pero los datos disponibles testifican que en tal aspecto se está en la buena senda. Que suceda tal cosa se explica porque en los hogares más humildes el promedio de componentes de los mismos casi dobla a los de mayor nivel ya que llega a 4,39 personas.
En la búsqueda de otros factores que hayan contribuido a alcanzar tales logros se admite que hay sendos incrementos en el número de titulares de empleos formales y también entre los informales. Son muy notorios los incrementos en la franja de cuentapropistas y en todas las diversas ramas de la construcción. Asimismo algo parecido está sucediendo en otros sectores donde se verificaba la existencia del mayor número de desocupados que recién en 2017 han empezado a descender.
Con respecto al presente año se advierte una cierta duda sobre las perspectivas que el salario mantenga su nivel de poder adquisitivo aunque seguramente si cae impulsará acciones colectivas para recuperarlo. Durante el año 2017 se actualizó en 26,9% al alza la llamada “línea de pobreza” mientras el Indec informaba que hubo un incremento en los precios al consumidor de 24,8%.
Lo curioso es que, en función de lo que piensan los observadores privados más confiables, las actualizaciones de las remuneraciones más recientes en los salarios de los trabajadores informales han sido porcentualmente superiores.
En resumen, en el escenario nacional el tema salarial todavía no registra un nivel de deterioro grave pero los funcionarios y el Presidente, al momento de elaborar el proyecto de Presupuesto nacional para 2018, decidieron fijar en 15% los incrementos salariales máximos a conceder. Ello revela con toda crudeza la intención de que sea esta muy sensible franja mayoritaria la que “pague los platos rotos”.
Como ello supone importantes pérdidas de poder adquisitivo, es muy posible que esa decisión sea resistida pues en los hechos superarían los precios. No sería difícil que entonces el Gobierno tenga obligadamente que introducir una actualización para evitar males mayores.
No se puede perder de vista que estamos acercándonos a jornadas de elecciones generales.