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La doble moral occidental

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Por Sebastian Lanza Castelli (*)

Desde que Washington inaugurase (o re inaugurase) el concepto de “Guerra Preventiva” demasiada agua, a decir de Heráclito, corrió bajo el puente. 

A partir de los albores del siglo XXI, EEUU y sus cómplices menores la Unión Europea y Gran Bretaña, hicieron uso y abuso del principio neo clausewitziano “la Guerra es la continuación de la política por otros medios” para reafirmar su presencia en lugares clave del planeta, usurpar los recursos estratégicos de diversos países y, principalmente, imponernos (de ser necesario a sangre y fuego) la doctrina “globalizadora/neoliberal”. 

Es así como por ejemplo se invadió y destruyó Afganistán (potenciándose en ese Estado islámico desde la irrupción de EEUU y la OTAN, la producción de opio como nunca antes había ocurrido), Irak, Libia y hubo también un fallido intento sirio. 

En todas esas ocasiones, y pese a que se arguyeron mendacidades para completar dichos objetivos (EEUU argumentó ante la Asamblea General de la ONU la existencia de armas de destrucción masiva en poder de Irak que a la postre nunca existieron), la comunidad internacional no sancionó, no embargó bienes, no incautó dinero, no condenó a las personas y deportistas de esos estados invasores (pero occidentales) siendo que sus acciones fueron tan graves como las que presenciamos en Ucrania, invadida por orden del presidente Vladimir Vladimirovich Putin el día 24 de febrero de 2022. 

En el caso de la Federación Rusa, en ese devenir de las políticas globalizadoras iniciadas en los años 80 por el duo Reagan/Tatcher y acentuadas desde la caída del Muro de Berlín y de la ex URSS, el país moscovita no resultaba para nada una pieza menor, puesto que era el momento desde el cual (¿o al mismo tiempo?) se podía comenzar a desandar la destrucción definitiva de un competidor directo en la hegemonía mundial. Ello partiendo de un avasallamiento de aquellos lugares en los cuales la ex Nación de los Soviets había tenido su zona de influencia, cercándola y despojándola definitivamente del carácter de potencia internacional. 

Gorvachov con la Perestroika fue cómplice de esa estrategia, aunque resulta cierto que fue traicionado por EEUU en su buena fe (y van…), puesto que con él se había acordado que la Organización del Atlántico Norte no avanzaría en esa región que otrora fuera integrante de la famosa y tristemente célebre “Cortina de Hierro”. No fue así: la inclusión en la OTAN de los países Bálticos, Polonia, Rumania, Bulgaria y la desintegración de la ex Yugoslavia fueron el fiel reflejo que nos demostraba, una vez más, como los que manejan el mundo ni siquiera están obligados a respetar sus compromisos. Boris Yeltsin fue otro peón en esta política que tan bien habían diseñado Henry Kissinger y Zbigniew Brzezinski (este la desarrolla y expone en su magistral libro “El Gran Tablero Mundial”) de destruir definitivamente a la potencia euroasiática. 

La llegada de Putin al poder, a quien se lo quiere hacer aparecer como un oscuro y mediocre ex integrante de la KGB, cambió ese estado de cosas casi ya pre establecido, como así también lo hizo la irrupción de la República Popular China con su gran esplendor económico. Su comunismo/capitalismo es una conjunción que trastocó los planes del occidente dominante y que ni a Maquiavelo se le hubiera ocurrido. 

Tenemos que ser realistas, la situación de Ucrania es una desgracia, pero no es distinta a la de Yemen, Irak y a toda la larga lista de países que hemos enumerado y que refleja que el sistema globalizador introducido a partir de la conclusión (¿apresurada?) de Francis Fukuyama con su “El fin de la Historia” fracasó. 

Hay que barajar y dar de nuevo a fin de lograr desmantelar de una vez por todas este sistema “colonial” unipolar, o casi unipolar. Hasta que ello no acontezca, el mundo continuará de manera incesante en su derrotero de conflictos bélicos en los países más débiles, que seguirán siendo el “pato de la boda” de los más fuertes, resucitando o continuando el concepto de “Guerra Fría” de los años 70. 

Resulta trascendente en este sentido unificar las políticas de Estado de los países en vías de desarrollo y desde allí consolidar bloques que se opongan a la corriente neoliberal que nos ha relegado, casi desde nuestra  misma independencia, a la mera provisión de materias primas a los estados desarrollados y corporaciones, para que nos las revendan elaboradas y no abonen a los estados que poseemos esas riquezas un solo peso de impuestos y regalías. 

Allí juegan un papel determinante las elites internas que no aceptan bajo ningún punto de vista un cambio en las reglas del juego que altere su “zona de confort e influencia”, retozando a favor de este sistema que por ahora parece inalterable. Veremos cómo continúa la historia.

(*) Abogado.

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