lunes 23, diciembre 2024
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Comercio y Justicia 85 años

La construcción del “Templo de la Justicia”

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Plasmar el derecho en la arquitectura. Nunca fue más discutido dotar a una Corte Suprema de un edificio.

Por Luis R. Carranza Torres

Tal es el nombre (Temple of justice) que se da al equivalente estadounidense a nuestro Palacio de Tribunales de la Capital Federal. Se trata de un edificio público construido entre 1932 y 1935, destinado a ser la sede de la Corte Suprema federal, localizado en una manzana situada al este del Capitolio, en la ciudad de Washington.

Es el primer edificio que la Corte Suprema estadounidense ha tenido como asiento permanente y exclusivo desde el inicio de sus sesiones el 1 de febrero de 1790. Antes de fundarse la actual capital, cuando el gobierno federal se asentó en forma provisoria en Nueva York, la Corte Suprema ocupó el edificio de lo que sería entre nosotros la Bolsa de Comercio; cuando la capital estuvo en Filadelfia se acomodó primero en el edificio que hoy recibe el nombre de Independence Hall, y posteriormente en el Ayuntamiento.

La mudanza de las autoridades federales a Washington, la capital construida al efecto de albergarlas, no trajo un edificio propio a la Corte Suprema. Si bien la Constitución hablaba de tres poderes, en la práctica la rama judicial del Estado era un socio minoritario o second class partner. Y lo seguiría siendo por un tiempo más, hasta su afianzamiento a partir de la atribución de declarar la inconstitucionalidad de las leyes con el caso “Marbury contra Madison”, en el año 1803.

Pero con declaración de inconstitucionalidad o sin ella, en las cuestiones edilicias siguió siendo un poder relegado. Desde sus inicios en un pequeño espacio en el sótano del Capitolio, tuvo que mudarse de un espacio a otro en el edificio, compartiendo sus sedes muchas veces con otros tribunales, como las cortes de circuito de la capital y hasta con el Tribunal de Huérfanos. En 1860 recibió para su uso el antiguo recinto de sesiones del Senado, la Old Senate Chamber, donde sesionó hasta la construcción, en el siglo XX, de una sede propia.

Fue en 1929 cuando William Howard Taft, quien fungía como Chief of Justice, cargo análogo al nuestro de presidente de la Corte Suprema, consiguió los fondos y la decisiones políticas para un edificio propio, fuera del Congreso, a fin de dejar a las claras, también desde lo arquitectónico, que se trataba de una rama independiente.

Diseñado en estilo neoclásico por el arquitecto Cass Gilbert, la piedra fundamental de la obra fue colocada el 13 de octubre de 1932, concluyéndose su construcción en 1935. Se gastaron en ella 94.000 dólares menos que el presupuesto de 9.740.000 dólares votado por el Congreso al efecto.

Se utilizó mármol de Vermont para la fachada exterior, de Georgia para los patios y de Alabama para los espacios interiores. Sin embargo, en la Sala de Audiencias de la Corte se empleó uno extranjero. Italiano de las canteras Montarrenti, en Siena, para ser exactos.

Solicitud formal mediante del gobierno, Benito Mussolini, el Duce en persona, colaboró para que el material enviado reuniera los estándares más altos de calidad. Es que el gobierno de EEUU siempre fue pragmático a la hora de satisfacer sus necesidades del momento.

Se buscó que la edificación de cuatro pisos, de poco menos de una cuadra, reflejara en su suntuosidad “la importancia y dignidad de la Corte y la Judicatura como una rama igual e independiente del Gobierno de los Estados Unidos, y como un símbolo del ideal nacional de justicia en la más alta esfera de actividad”.

No obstante ello, buena parte de los jueces de la Corte Suprema no estuvieron a gusto en el edificio y, particularmente, con el equivalente a nuestra Sala de Audiencias de la Corte. Por caso, el juez Harlan Fiske Stone era de opinión de que dicha sala era “demasiado pretenciosa […] Totalmente inadecuada para un grupo tranquilo de viejos muchachos, como era la Corte Suprema”. Por su grandes dimensiones otro comentó que al reunirse el tribunal parecerían como “nueve escarabajos negros en el Templo de Karnak”. Un tercero, disgustado por el boato del edificio, que juzgaba excesivo, se preguntó si no buscaban que “los jueces debían entrar a la Sala de la Corte montados en elefantes”. Pese a todas las críticas, el tribunal supremo de Estados Unidos sigue reuniéndose allí hasta el presente.

Pero dichas críticas no fueron el problema más importante que implicó el edificio. La Sala de Audiencias estaba decorada con frisos, en sus paredes. Sobre el muro derecho se ubicaron en procesión las figuras de los legisladores del mundo antiguo, tales como Menes, faraón del antiguo Egipto, Hammurabi, Moisés, Salomón, Licurgo, Solón, Dracón, Confucio y Augusto, flanqueados por la Fama y la Historia. En su similar situada a la izquierda del tribunal se representó a Justiniano, Mahoma, Carlomagno, el rey Juan de Inglaterra, San Luis de Francia, Hugo Grocio, William Blackstone, John Marshall y Napoleón. A uno y otro lado del grupo se situaron las estatuas de la Libertad, la Paz y la Filosofía.

Y allí es que empezaron los reales conflictos jurídicos con lo construido. Justo en ese punto en que la norma de derecho y la de religión deben trazar la divisoria de aguas. Tema del que nos ocuparemos la semana próxima.

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