ESCUCHARPor Alicia Migliore (*)
Hoy recordaba el cumpleaños de un querido amigo quien, como yo, se enamoró de esta ciudad cuando llegó y ya nunca pudo abandonarla. Bohemio y apasionado, se emocionaba cuando la recorría y descubría “duendes” escondidos que le salían al paso. Sé que el querido “Nilo” Neder aplaudiría la búsqueda que he emprendido de las “ninfas” que también habitan Córdoba, escondidas en los pliegues de la memoria sedimentada por estratos de años convulsionados.
Córdoba se enorgullece de todo aquello que la involucra y la proyecta, pero no hay un esfuerzo cierto en construir la memoria colectiva que la condujo a alta consideración en planos nacionales e internacionales.
La recuperación democrática produjo efervescencia y gran parte de la espuma cultural sofocada antes emergió para contagiar al mundo: en 1984 se realizó el Primer Festival Latinoamericano de Teatro. La producción teatral, ebria de libertad, ganó las calles, las escuelas, los espacios públicos, los barrios, integrando a los artistas que regresaban del exilio con muchos otros de elencos americanos. Brasil, Ecuador, Colombia, Puerto Rico, México, Uruguay, Venezuela, España, Chile, Canadá, Italia, presentaron sus obras. Ese octubre de 1984 fue una fiesta abierta a un público ávido y diverso. La magia local la incorporaron grupos independientes de teatro, la Comedia Cordobesa como elenco estable y grupos de otras provincias.
Se prolongó por diez años; se llevanron adelante cinco ediciones cada dos años. Lo perdimos durante algunos años y volvió en el 2000 como Festival Internacional de Teatro del Mercosur.
Sería absurdo suponer que esta actividad teatral surgió de manera espontánea y repentina. Fue la cristalización de un largo trabajo previo que llevaron adelante las mujeres y hombres angelados.
Los generadores, los creadores siempre son difíciles de rastrear: los personalismos, internas y modas hacen que el universo más distante del grupo áulico pierda información completa o apenas se asome a los datos.
En ese Primer Festival Internacional de Teatro regresó al país, para organizarlo, un artista destacado: Carlos Giménez, creador del grupo Rajatabla, con el que recorrió el mundo desde la Venezuela que lo acogió cuando debió exiliarse.
Giménez ya había intentado en Córdoba organizar un festival de teatro en 1967, jovencísimo y con la potencia de lo aprendido en el Seminario de Arte Dramático; la huida de sus amigos por el tenor de la dictadura de Onganía lo determinó a partir y radicarse en Caracas.
Surge allí un primer dato que rescatamos en esta pretensión de recorrer la historia: podemos imaginar que en ese espacio de aprendizaje se cruzaron, además del propio Giménez, Azucena Carmona, Graciela Malvit, José Salas, Hugo Espinosa, Rafael Reyeros y Jolie Libois -la ninfa cuyos pasos, misterio y magia queremos recuperar-.
¿Qué personaje se esconde detrás del nombre del Seminario de Teatro de Córdoba? ¿Cómo se mantiene un consenso desde 1977 en una ciudad que no escapa a los continuos cuestionamientos?
Costó encontrar sus datos, hasta que apareció el invaluable aporte de Mabel Brizuela, admiradora y continuadora de la obra de nuestra estrella oculta por las penumbras del tiempo.
Una mujer con ese nombre, vinculada con el teatro, puede suponerse extranjera, como la española Margarita Xirgu, o Lola Membrives, de la gran escena porteña, con quienes se la comparó en alguna cita. Se la puede imaginar francesa, Jolie es “bonita” en esa lengua y nos equivocaríamos, aunque parcialmente: Jolie era muy bonita. Con enorme presencia en las tablas o en el éter -como se llamaba antes a la radio-, personalmente descollaba.
Sin lugar a dudas, su imagen se nutría de su fuerte carácter: el que la hizo marchar desde su clase secundaria en el Alejandro Carbó hasta LV3 Radio Córdoba, para increpar a los responsables del radioteatro por lo deficitario de su producción. Sorprendidos ante la osadía de una mocosa de 17 años, redoblaron la apuesta y le inquiriero si ella lo haría mejor; y obtuvieron una rotunda afirmación, corroborada luego de su efectiva e inmediata incorporación.
Allí comienza la construcción de ese personaje que trascenderá para siempre a su persona: todavía es Yolanda Teresa Liboi, quien ha nacido en esta ciudad el 12 de julio de 1931.
Su crecimiento artístico es sostenido y diverso. Logra fama encabezando compañía del radioteatro del hogar. El sonido de la radio en los hogares cordobeses es constante y los romances e historias que se suceden son motivo de conversación, los protagonistas se sienten como familiares y todos concurren a las presentaciones de los elencos en los teatros de la ciudad y del interior. Jolie concitó tanta adhesión popular que tenía un “club de fans”. Pasa a LW1 Radio Universidad, donde realiza ciclos de teatro unitarios. La distinguen en 1956 (con 25 años) con el Premio a la Mejor Actriz del Interior: en el diario Los Principios aparece durante la recepción del premio instituido por el Club de Cazadores de Autógrafos del Interior del país, ocasión en la que Tita Merello es distinguida como la Mejor Actriz Argentina.
En ese derrotero de actuación, en el que siempre buscó excelencia, se construye como “Jolie Libois”, un pseudónimo que apenas varía su nombre original y la rodea de misterio.
Será en 1957, cuando debuta con el protagónico de la obra Del brazo y por la calle, en la compañía de teatro independiente Brújula, y se afianza con roles destacados en otras obras, que el teatro la ganará para siempre.
Mantuvo siempre la visión del conjunto, sin embriagarse con su protagonismo natural. Preocupada por sus colegas artistas, que carecían de respaldo y protección laboral y legal, se suma activamente en la conformación de la Asociación Cordobesa de Actores.
Ingresa a una incipiente Comedia Cordobesa en 1961, después de un curso intensivo del seminario de arte dramático en el que comparte experiencia con nombres reconocidos en el teatro cordobés.
Para concluir sus estudios universitarios de Letras Modernas renuncia a la Comedia pero no al teatro: funda Teatro de Bolsillo para hacer teatro de repertorio, desarrollando sus actividades en el subsuelo de Av. Colón 350. El público y la crítica ponderan el trabajo de este grupo de jóvenes artistas.
Ya ha aparecido la televisión y Jolie se suma, sin abandonar sus pasiones anteriores: mantiene su actividad en la radio y en el teatro, y sólo cosecha éxitos.
Reingresa a la Comedia rindiendo el concurso con el que se conforma el segundo elenco que lleva a escena la tragedia de Cervantes Numancia, y es ponderada por la crítica en su rol de España.
Pionera en la conquista de distintos espacios para el teatro, irrumpe en televisión, en Canal 10, con clásicos como Antígona, de Sófocles, o nuevos formatos de unitarios como teleteatros semanales.
Son las tablas y la actuación las que le dan felicidad y plenitud: está consagrada a su actividad y descubre la emoción que alientan jóvenes decididos a participar. Quiere que ellos encuentren la formación necesaria para transmitir con éxito la propuesta de los autores teatrales y se zambulle con decisión a la creación del Seminario de Teatro: consigue autorizaciones, espacios, docentes, y logra su funcionamiento a los pocos meses de iniciar las gestiones en 1969; ese seminario continúa siendo el semillero de artistas que alimenta la escena teatral hoy, aquí y en el resto del mundo.
Sus contemporáneos dicen que era bella y subyugante, que su pasión la devoraba y la trascendía. También parece ser que la consumió porque, sabiéndose enferma, no dejó de concurrir a “su” seminario hasta poco antes de su muerte. Se despidió de sus alumnos a fines de diciembre de 1976; y se despidió de esta vida terrenal el 24 de enero de 1977. La rodearon de aplausos.
En cada escenario, la huella de esta ninfa y de sus duendes sigue cosechando bises.
(*) Abogada-ensayista. Autora de los libros Ser mujer en política (2014) y Mujeres reales (2018)
