La historia de la humanidad comprende numerosos hechos que han trazado un surco constante: el proceso evolutivo tecnológico y científico. La actividad creativa incesante es el producto de nuestra tan mentada inteligencia y se manifiesta principalmente, entre otras facultades humanas como la autoconciencia y el lenguaje, pero nuestro desarrollo como especie está signado fundamentalmente por la creatividad.
Crear suena casi divino, dicho mecanismo nos permite procesar la información para procurar soluciones innumerables a los problemas que la vida cotidiana y los hechos extraordinarios nos presentan.
Pero dicha búsqueda no necesariamente conduce a la solución deseada del problema elegido; es así que encontramos una larga sucesión de descubrimientos e inventos absolutamente casuales.
El proceso no es fácil y puede que nunca llegue a nada, pero sea que el investigador, científico o inventor, obtenga o no lo que quiera, pero algo obtiene, y ese algo es, precisamente, el motor de la evolución científica y tecnológica
A ellos, estos inquietos buscadores, les debemos todo cuanto objeto y mejora encontramos en nuestras vidas, aunque se trate de una labor que muchas veces concluye en frustraciones, en muchas ocasiones sorprende, y provee solución a un problema distinto del objeto de la investigación.
Una estimación dada por expertos determina que un promedio de 40% de todos los descubrimientos e inventos científicos –vale aclarar que no son la misma cosa– es de alguna manera el resultado de un accidente.
Lo innegable es que muchos de estos productos devenidos de hechos fortuitos han suplido una necesidad masiva generando un éxito tan grande, que se tornaron un grave problema para nuestra existencia y de toda la vida sobre nuestro planeta.
Paradigmático es el caso de los productos derivados del petróleo, cuya vedette es el plástico, una solución mágica para el envasado y la logística de líquidos y una lista interminable de productos, pero un azote para la vida saludable del planeta.
La cantidad de inventos y descubrimientos azarosos es gigantesca, ninguno de estos accidentes se tornarían en algo útil para nuestra especie sin la actividad inventiva, sin la investigación y la inversión del intelecto y el esfuerzo de estos próceres del cambio científico.
Este universo es tan variado como las necesidades humanas, muchas de las cosas en las que depositamos nuestra confianza para cuidar nuestra salud, procesar nuestra comida o endulzar nuestras mañanas, no fueron otra cosa que el resultado esquivo de una búsqueda que resultó un afortunado accidente.
El Viagra, la sacarina, la penicilina, el microondas, el marcapasos y las placas radiográficas son el resultado de una búsqueda, sí, pero no de la causalidad directa sino de una casualidad, muchos inventos, hoy productos de uso cotidiano, surgieron inesperadamente en nuestra vida transformándola en una mucho más confortable y placentera.
Esta mixtura de azar y lógica no es otra cosa que el resultado de la inquietud humana que con deducción, experimentación y mucho trabajo desarrolla permanentemente un rol indispensable en nuestra supervivencia y ha determinado el curso de la historia en todos los aspectos.
En próximas ediciones hablaremos de estos hechos increíbles, donde la dicotomía entre la búsqueda y el resultado nos detallan un camino apasionante e increíble en el mayor logro del ser humano hacia su trascendencia.
* Agente de la propiedad industrial ** Abogada