ESCUCHARPor Silverio E. Escudero
Por sombrío que parezca el escenario, aunque tenga elementos comunes, en estricto rigor no corresponde a un renacimiento de la Guerra Fría.
¿Washington y Pyongyang nos llevan irremediablemente a la guerra?
¿Hasta dónde llegará esta comedia de enredos que protagonizan Donald Trump y el actual mandatario de Corea del Norte, Kim Jong-un?
¿Se han prefigurado las consecuencias de una guerra nuclear?
Ante un ataque sobre Seúl –la capital de Corea del Sur-, la Isla de Guam, Japón o las costas californianas, ¿cuánto tardará Estados Unidos en lanzar sus bombarderos sobre Corea del Norte en un ataque que superaría en ferocidad al que destruyo la Ciudad Abierta de Dresde en febrero de 1945? Ante esa eventualidad, ¿cuál será la reacción de Pekín y Rusia?
¿Respaldarán a su “cuzco” o dejarán que se cocine en su propia salsa, atronando (eso sí) con sus gritos cual émulos del histriónico Nikita Kruschev, la Asamblea General de las Naciones Unidas y el Consejo de Seguridad?
Corea del Norte ha demostrado que puede atacar el territorio estadounidense. Sus misiles intercontinentales son una realidad.
Los funcionarios de Washington, quienes hasta hace poco descartaban por absurda tal posibilidad, buscan, con desesperación, un atajo que permita alcanzar una solución diplomática honorable. Corea del Norte reclama ser reconocido como Estado nuclear. Estados Unidos quiere que renuncie a tal pretensión y congele sus programas nucleares y misilísticos.
“Corea del Norte no es Argentina y no está en el gobierno el vacilante peronista Carlos Menem”, recuerdan avisados colombianos que, apoyados en material de archivo, redescubren cómo el presidente argentino cedió ante las presiones del Pentágono para desactivar el Proyecto Cóndor, que consistía en desarrollar un misil balístico con capacidad para transportar una carga bélica de 500 kilogramos a una distancia entre 800 y 1.000 kilómetros.
¿Significa esto entonces que el choque entre Trump y Kim terminará en un conflicto global? El historiador chileno y experto en relaciones internacionales Joaquín Fermandois sostiene que es muy improbable.
Como sea, la percepción que Trump tiene del mundo y del rol que EEUU debe jugar en él y la determinación de Kim tendrían consecuencias catastróficas. De los poco más de 50 millones de habitantes que tiene Corea del Sur, 10 millones viven en la capital.
Un ataque norcoreano sobre zonas extremadamente densas como Seúl devolvería un horror único que no hemos visto desde el fin mismo de la Segunda Guerra.
Por sombrío que parezca el escenario, aunque tenga elementos comunes, en estricto rigor no corresponde a un renacimiento de la Guerra Fría. La amenaza de la destrucción total que enfrentaron Estados Unidos y la Unión Soviética dio paso al multilateralismo como herramienta válida para la solución de conflictos.
Aparentemente, China está construyendo puentes para que esta escalada se resuelva con una negociación y no con un enfrentamiento sanguinario. Es el único país, además, que tiene las facultades para intentarlo. Es de esperar que Xi Jinping luzca sus pergaminos y que el presidente de la República Popular China, además de un buen político, sea un excelente ingeniero.
La por siempre poderosa industria armamentista está interesada en que la paz no sea concreta. Industria que le ha permitido a España facturar la friolera de 10.700 millones euros. Cifra que servirá de marco referencial para comprender el “ranking” de las fuerzas armadas más potentes del mundo, según la empresa internacional Global Firepower, dueña del observatorio militar más prestigioso del mundo.
Las Fuerzas Armadas rusas siguen siendo el segundo ejército más fuerte del mundo, según el ranking elaborado por Global Firepower. Según la investigación, Rusia tiene el ejército de tierra más potente del planeta y el mayor número de carros de combate. Como siempre, las Fuerzas Armadas de Estados Unidos, el país que más gasta en defensa, se han ubicado en el primer lugar en esta lista. También destacan por su potente Marina de Guerra y su numerosa Fuerza Aérea.
El tercer lugar se lo ha adjudicado el Ejército Popular de Liberación de China, que tiene el mayor número de efectivos. Los siguientes siete ejércitos más fuertes del mundo, por orden, son India, Francia, Reino Unido, Japón, Turquía, Alemania y Egipto. Un total de 133 fuerzas militares figuran en la clasificación.
La evaluación tuvo en cuenta más de 50 factores. En el estudio se indica que la clasificación de los integrantes de la lista no depende tanto de la cantidad total de equipo bélico como de la variedad de estos equipos y armas disponibles. Las armas nucleares no fueron tomadas en cuenta por los expertos, pero las potencias nucleares recibieron puntos adicionales.
El factor clave en la evaluación ha sido la cantidad de mano de obra disponible en cada país, por lo que los países con grandes poblaciones tienden a situarse más alto en la clasificación. También se tuvo en cuenta la situación geográfica de los países, la llamada “flexibilidad logística” y el volumen de los recursos naturales. Los países sin litoral no fueron “castigados” por la falta de una Armada, mientras que las potencias navales perdieron puntos si el armamento de su flota no era lo suficientemente diverso.
Además, los países miembros de la OTAN recibieron una bonificación adicional debido a que pueden disponer de los fondos comunes de los recursos de la alianza. En el “ranking” de Global Firepower del año pasado, Rusia también se situó en segundo lugar. Una guerra dispararía las ventas de armas a niveles siderales.
Guillermo Valencia, columnista de Dinero.com, anotó en su columna: “El último escalamiento geopolítico que nos llevó al estado actual fue la Crisis de los Misiles de Cuba. Y parece irónico, a nivel superficial, que un país supremamente pobre como Corea del Norte sea capaz de amenazar superpotencias como Estados Unidos, Corea del Sur o Japón. La razón principal de esto no es el poderío del régimen de Kim Jong-un sino la posición estratégica como zona ‘buffer’ donde las grandes potencias del mundo miden sus fuerzas militares y comerciales. La península de Corea es un punto de no ceder para China y Rusia”.
Para el columnista, la caída del régimen de Kim y la reunificación de las Coreas sería una gran pérdida geopolítica para ambos países, además de una enorme desestabilización para el grueso de los países asiáticos. Corea del Sur tendría el liderazgo en dicha unificación y la influencia de Estados Unidos se extendería virtualmente de manera ilimitada sobre el Pacífico.
“Para los Kim el programa nuclear es una cuestión de supervivencia, ya que el objetivo específico al tener armamento nuclear es no estar a la merced de superpotencias mundiales, como sí es el caso en autocracias de Libia, Egipto, Siria y Ucrania”, destaca.
Y agrega Valencia: “Sin armas nucleares, Kim Jong-un sufriría el mismo destino de Gadafi, Mubarak y probablemente Assad: un cambio de régimen que conduciría a su muerte y expropiaciones masivas. Kim Jong-un está comprometido con su programa nuclear. Pero esto no significa que tenga el deseo de atacar a los Estados Unidos, sino dar una señal clara que evite intervención militar.
El cambio de estrategia es que Trump quiere usar el conflicto en Corea del Norte como manera de aumentar su poderío geopolítico a nivel interno y con ello justificar la doctrina de intervencionismo directo. Es regresar a la década de los 70, con lenguaje mediático contemporáneo (…) Desde nuestra óptica, la intención de Estados Unidos no es invadir Corea del Norte sino presionar a China a que patrocine un conflicto de cambio de régimen. A diferencia de Estados Unidos y Rusia, China no ha tenido un proceso ‘reciente’ de expansionismo imperialista (con excepción del Tibet). China trata evitar a toda costa conflictos que gasten innecesariamente sus recursos y que debiliten el capital político del líder a cargo del politburó.”
