Por Ricardo Gustavo Espeja – Exclusivo para Comercio y Justicia
El 20 de marzo de 1922, apareció en primera plana de La Voz del Interior (LVI) este aviso: “El Comité Liberal Progresista de Córdoba, ex Comité Córdoba Libre formado por estudiantes y obreros liberales y miembros del Comité de Libre Pensamiento de la Masonería de todos los ritos y por ciudadanos del culto evangélico, os pide que votéis en las próximas elecciones provinciales del 26 del corriente mes por el candidato a diputado Liberal y Progresista Enrique Badessich por el distrito de la capital, que será el fiel representante y defensor del verdadero liberalismo y de los obreros y empleados en general”.
¿Qué había tras ese anuncio aparecido en la parte superior derecha de la tapa del cotidiano? Una inteligente maniobra política que por medio de una broma con mucha “sal gruesa”, ponía en evidencia que la cordobesa era -y sigue siendo- una sociedad bicéfala. Una cabeza mirando hacia un pasado anacrónico y otra avizorando un futuro en el que impere, no sólo el progreso sino que éste beneficie con equidad al conjunto social.
En nuestra provincia, el Partido Demócrata (PD), lejos de la amplitud de miras de Ramón J. Cárcano, estaba dividido entre Nuñistas (católicos partidarios de Rafael Núñez) y Rothistas (partidarios de la tradición liberal de Cárcano). Los radicales estaban en contra de la reforma electoral aprobada por el PD que dividía a la provincia en 10 distritos, perjudicando los votos radicales en el interior de la provincia. Por ello decidieron abstenerse con denuncias de fraude. Así, el padrón de Córdoba Capital, de 31.485 electores pasó a tener sólo 6.761.
Los estudiantes de la UNC, especialmente los de la cátedra de Medicina Interna, apoyados por intelectuales como José Ingenieros, Eusebio Gómez, Juan Solá, Guillermo Ahumada, Arturo Olarzábal Quintana, decidieron participar con un notorio animus jocadi. El ciudadano propuesto era de características únicas dentro de la variopinta bohemia cordobesa. Lo vistieron con un traje confeccionado con el diario del día, botones de vidrio y sombrero negro de ala ancha. No podía pasar inadvertido; menos después de haber escrito El ósculo del crepúsculo y otras originales poesías que hacían palidecer de envidia a los dadaístas, surrealistas y ultraístas.
El primer discurso por el Partido Bromo Sódico –más tarde Partido Liberal Progresista- lo pronunció frente al Cabildo y lo cerró con estas palabras: “Amigos, estudiantes, padres de familia, policías que están cuidando y de paso espiando esta multitud pocas veces vista, quiero que sepan que mis propuestas son revolucionarias. Jamás hubo ni habrá en la historia argentina un candidato con una plataforma electoral como la que hoy se expone a vuestra consideración. Desde mi banca propondré: primero, que se electrocuten las aguas de consumo para eliminar los gérmenes que producen el tifo y que tanto daño están causando en Río Tercero y otras localidades”. La muchedumbre estalló en aclamaciones.
“Esperen, que hay más. Otra acción serán la supresión total del ejército. No debe quedar un solo cuartel ni un solo uniforme en todo el país. Seguiremos luego con una ley disponiendo e implantando el amor libre (…) Y para cerrar, les digo que será la de suprimir las órdenes religiosas. Los que quieran practicar la religión podrán hacerlo, pero sacaremos y vamos a decomisar todas las sotanas y hábitos de los curas y las monjas para confeccionar con ellas ropas para los niños pobres (…) y a eliminar las esquinas para evitar los choques y la conformación de la República de Córdoba con representantes confidenciales en todos los países de Europa y América, incluida la Argentina”.
Anoticiado por una infidencia de que era buscado por la policía para impedir su elección, decidió permanecer en la legislatura hasta que fueran contados los votos. Si estaba en el marcador ya tendría sus fueros parlamentarios. El resultado mostró que las dos primeras bancas fueron ganadas por los conservadores, pero la tercera, por la minoría, la obtuvo Badessich con 716 votos venciendo al candidato católico por 12.
La alegría de sus partidarios fue sin límites. Se celebró en todos los barrios. José Ingenieros y Antonio Ahumada -que propuso que el diputado electo jurase por Buda- entre otros, organizaron un espectacular banquete en el Sierras Hotel de Alta Gracia. A los postres, Ingenieros oró y dijo: “Sus ideas me han parecido más sensatas y armónicas que la mayoría de los discursos parlamentarios que suelen publicar los diarios de Buenos Aires”
Corroborando esas palabras, LVI el 12 de abril expresó “Badessich haciendo cátedra y escuela con el sainete cómico, había rescatado reformas sociales voceadas con anterioridad por el pueblo. Y que tenía más títulos que toda la cámara junta para ocupar su banca”. Distinta fue la opinión de La Nación y otros diarios metropolitanos, excepto Crítica. Quince días después, por presión de los conservadores, la Comisión de Poderes de la Cámara de Diputados dispuso que Badessich “era una persona notoriamente incapacitada para desempeñar las funciones de legislador”. La Cámara rechazó su diploma de legislador por afectar el “decoro del cuerpo”.
En Caras y Caretas, Badessich plantea: “¿Dónde pone ella (la comisión antedicha)? ¿En la levita del electo, en las artimañas electorales que la preceden, en la acción histórica del nepotismo?¿En la tontera absoluta y religiosa? Si eso es el decoro, yo carezco de él. Ninguna de esas taras es la mía. Mis proyectos son los de un hombre común que conoce los problemas de su patria. He sido telegrafista sin hilos en las Islas Orcadas durante tres años y en Formosa ¿Quién ha abarcado el país mejor que yo? ¿Qué argentino ha estado más compenetrado del resto del globo? Si los diputados pudiesen oír la música de las ondas hertzianas en las Orcadas, el ruido del mundo desde esa soledad, su juicio variaría”.