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¿Huir de los impuestos o ejercer la libertad?

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Las obligaciones tributarias ya causaron más de un cambio en la historia del mundo y más de un escándalo en nuestros días

En las redes digitales, por estos días, uno de los temas recurrentes es el anuncio del youtuber Rubén Doblas, más conocido como El Rubius, de irse a vivir a Andorra por culpa del fisco español.

No es que uno sea seguidor de él. Con hijos adolescentes, los youtubers son parte del paisaje doméstico. De hecho, mi hijo mayor es quien, sin saberlo ni quererlo, ha provocado este artículo. 

El Rubius, número uno en España en lo que a cantidad de seguidores en las redes se refiere, ha sido uno más de los varios que han elegido cambiar de domicilio al de ese principado en los Pirineos, por lo que entienden un acoso de la Agencia Estatal de Administración Tributaria, el equivalente a nuestra AFIP. 

Luego de su decisión, palabras como “Andorra” y “Rubius” han sido trending topic durante varios días y han llovido las opiniones a favor y en contra. 

Doblas explicó su decisión expresando que lleva 10 años pagando en impuestos «casi la mitad» de lo que ha ganado, siendo que la mayor parte de sus ingresos proviene de otros países como México, Argentina, Colombia y Estados Unidos. «Y estoy muy contento de haberlos pagado. Lo que me molesta es que, aunque lleve desde el día uno haciendo las cosas bien y de manera legal, como, sin duda, deben de hacerse, Hacienda me haya tratado como si fuera un ‘delincuente». 

Ello, por las reiteradas inspecciones fiscales a las que se ha visto sometido, como al hecho de que «se han emitido notificaciones al resto de Haciendas europeas y de EE.UU para ver si tenía cuentas corrientes ocultas», dice en una carta pública, además de lamentar que se considere a muchos autónomos, y a él mismo, como «culpable mientras no consiga demostrar lo contrario».

Los abusos fiscales han provocado no pocos cambios en la historia. La Tea Act británica del 10 de mayo de 1773, por la cual la Compañía de las Indias Orientales obtuvo el monopolio de la venta de té en las colonias de América, provocó nueve meses después el famoso «incidente del té de Boston». Disfrazados de indios, los bostonianos arrojaron al mar desde tres barcos de la compañía, 343 cajas de té valoradas en 10.000 libras. La violenta reacción británica determinó el inicio del proceso independentista de Estados Unidos. La marcha de la sal, acaudillada por Mahatma Gandhi en 1930 contra el monopolio de la sal por los británicos, en India, inició el camino a la independencia de esa nación.

Pero El Rubius no es el único caso de famosos con cambio de domicilio por motivos tributarios. En 2013, el actor francés Gérard Depardieu anunció que trasladaría su residencia fiscal a la localidad belga de Néchin, apenas a un kilómetro de la frontera francesa, luego de que el presidente François Hollande materializó una de sus promesas electorales: un impuesto de 75% a quienes tengan ingresos anuales de más de un millón de euros.

El actor no reconsideró esa decisión, incluso luego de que el Consejo Constitucional francés rechazó esa medida por inconstitucional. Pero no terminó en Bélgica sino siendo ciudadano ruso. En tiempo exprés, luego de que el actor manifestó su intención de pedir tal ciudadanía, el presidente Putin firmó el decreto de concesión de ésta. En los fundamentos se destacaba que se le otorgaba por su enorme contribución a las artes. El mandatario expresó asimismo que expedía el acto a sabiendas de que el artista «se considera francés», pero también “europeo y ciudadano del mundo”. También dijo: “Quiere mucho a su país, su cultura y la vive. Estoy seguro de que ahora no está atravesando un buen momento, pero esto acabará», y destacó -y no es un punto menor- que los artistas son personas con «un espíritu especial» y que «es fácil herir sus sentimientos».

Casualmente, dicho aspecto está asimismo presente en el caso de El Rubius, quien expresó en una carta que no quiere «dar mal ejemplo a los más jóvenes» pues se debe pagar los impuestos. Sin embargo, eso no implica aceptar tener que soportar cualquier tipo de actos de parte del fisco, ya que, como dice la relación fisco-ciudadano: «Ha de ser una relación equilibrada entre el Estado y el ciudadano. Y si esa premisa no se cumple, es completamente legítimo que el ciudadano, en el pleno uso de su libertad como ser humano, tome las decisiones que considere apropiadas si están dentro de la legalidad». Entre ellas, irse a otro lado. «Mi decisión de mudarme, como todo en la vida, tiene multitud de matices y contrastes, no es una decisión plana sino fruto de una larga reflexión y de algo irrenunciable, mi propia libertad si la ejerzo cumpliendo la legalidad vigente».

No es menor recordar que mudarse a otro país no es ilegal. «Si me hubiera ido a vivir a Alemania, Noruega o Japón, nadie hubiera dicho absolutamente nada», denunció, al tiempo que expresó que su decisión no es sólo por impuestos sino por hallarse allí muchos de sus “amigos y compañeros de profesión” y poder “salir a la calle tranquilo”, con seguridad en “un entorno cultural seguro”.

Tal vez el asunto deba mirarse de modo distinto: poniendo la lupa no tanto en los actos de El Rubius, quien no tiene ningún reproche fiscal a la fecha, sino respecto de si la Agencia Estatal de Administración Tributaria española se ajusta en su proceder o no a pautas de razonabilidad. Algo no menor en un Estado de derecho.

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