Por Patricia Junyent (*)
Un acto de hospitalidad no puede ser sino poético
Jacques Derrida
Hace unos días fuimos invitadas y participamos de una interesante conversación sobre el rol del mediador y las buenas prácticas en la mediación. El foco estuvo en cómo interiorizar el cambio de paradigma que apareja este dispositivo frente a lo jurisdiccional.
Destrezas que motoricen salir de la lógica asistencialista y binaria para pasar a la de la construcción conjunta. De la actitud litigante a la del diálogo y la comunicación.
Y un mediador [1] , entre interesantes aportes, presentó esto de “la práctica de la hospitalidad”. Y otro, analizó cómo se relaciona ello con la paciencia del mediador y con la gestión de los tiempos, que no son los que marca el reloj sino los tiempos de cada mesa de diálogo, de cada escucha concreta.
Y comprendimos que la hospitalidad es esencial al espacio de mediación.
Si buscamos en el diccionario de la real academia española se la define como “buena acogida y recibimiento que se hace a los extranjeros o visitantes”.
Ana Dufourmamantelle en su obra “La Hospitalidad” 1 intenta evocar la hospitalidad poética de Jacques Derrida, para quien la hospitalidad absoluta “exige que yo abra mi casa y que dé no sólo al extranjero sino al otro absoluto, desconocido, anónimo y que le dé lugar; lo deje venir, lo deje llegar y tener lugar en el lugar que le ofrezco, sin pedirle reciprocidad, ni siquiera su nombre”.
Noción profunda e interpeladora
Llevado ello al tema motivo de reflexión, la hospitalidad es lo que permite –al inicio y a lo largo de todo el proceso- experimentar en el propio cuerpo y en las emociones de cada persona que se acerca a una reunión de mediación –precisamente- este cambio de paradigma.
Anne Dufourmantelle se refiere al espanto que provoca la incursión en un lugar desconocido cuya extrañeza nos intimida antes de que progresivamente nos acostumbremos a él.
Y precisamente, cuando alguien se acerca por primera vez a una reunión de mediación, la hospitalidad hace sentir al recién llegado en un lugar seguro; de tranquilidad y diálogo.
Logra que se hable con serenidad y que se escuche de igual forma.
Sin tiempos. Sin apuros. Que todos ocupen lugares cómodos (mediadores, personas atravesadas por el conflicto y letrados). Favorece a permanecer en el acto propio de escuchar lo que el otro tiene para decir respecto a lo que nos convoca y permite que la comunicación se desenvuelva, se vaya construyendo; sin miedos.
Y aquí traemos la frase de Ana Dofuormantelle cuando habla sobre los movimientos de la palabra señalando que “Es difícil entender algo de la exactitud de una palabra sin apreciar la medida de su paso, es decir, de su ritmo y el tiempo que se necesita para decirla”.
Sin lugar a dudas, la hospitalidad habilita estos modos de la palabra; y ello posibilita el paso de lo confrontativo a lo colaborativo.
Prepara el terreno para salir de una posición defensiva y arribar a una cooperativa que conecte a los asistentes con la comunicación.
Volviendo al pensamiento de Jacques Derrida, dicho autor plantea que la pregunta de la hospitalidad es la pregunta de la pregunta. ¿La hospitalidad consiste en interrogar al que llega? ¿Comienza por la pregunta dirigida a quien llega (lo que parece muy humano o a veces amoroso, suponiendo que haya que ligar la hospitalidad al amor)? ¿O bien la hospitalidad comienza con la acogida sin pregunta, en una doble borradura, la borradura de la pregunta y la borradura del nombre?
En dicha conversación que compartimos y que dio pie a estas líneas, les consultamos a los abogados presentes ¿cuándo habían vivenciado la hospitalidad en el espacio de mediación? Nos contestaron que en aquellas reuniones que se realizaron en forma presencial.
Y frente a esta respuesta, se suceden las preguntas ¿Cómo hacemos para lograr hospitalidad en la virtualidad?
¿Consultamos si están cómodos en ese espacio? A veces quienes participamos estamos más preocupados por las cuestiones de la conectividad o uso de la plataforma que en la conversación misma. ¿A quién no le ha sucedido alguna vez? ¿Formulamos la pregunta si están a gusto con esta plataforma virtual o prefieren otra que sea más familiar y conocida y que les permita sentirse más cómodos? Muchas veces los mediadores están habituados con una plataforma determinada y puede ser que los
participantes opten por otra que conozcan más y les brinde mayor seguridad.
¿Interrogamos sobre sus preferencias entre lo virtual y lo presencial? Sucede que, frente a las manifestaciones de las partes que evidencien falta de comodidad, es deseable que el equipo de mediadores les ofrezca a los participantes un lugar donde puedan comunicarse más fácilmente.
¿Estamos convencidos que si cultivamos la hospitalidad en nuestras reuniones, se facilitarán la escucha activa, la empatía y el diálogo? ¿Creemos que, de este modo, las personas que participen saldrán habiendo experimentado los beneficios y virtudes de la mediación aún cuando no se haya logrado el acuerdo tan esperado por algunos?.
(*)Abogada y Coordinadora de la Oficina de Gestión y Apoyo del Centro Judicial de Mediación.
Muchas gracias Patricia por invitarnos a reflexionar en la importancia de diseñar intervenciones para generar esta hospitalidad en los espacios de mediación. Sumo que es un aspecto fundamental para que se puedan dar las diferentes legitimaciones (de espacio/método , mediadora/a, la otra parte y el tema) y que las personas protagonistas puedan trabajar en la auto composición de sus intereses .