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Historias de las patentes de invención

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Por Sergio Castelli* y M. Constanza Leiva**

La historia de la propiedad intelectual, incluida la de las patentes, es -como otras tantas- una concatenación de sucesos interrelacionados, y como resulta obvio, va atada al desarrollo científico y tecnológico de la humanidad; pero no se gestó como norma hasta que el hombre alcanzó la reivindicación de ciertos derechos.

Inicialmente, las patentes se denominaron monopolios y tenían como fin fomentar, entre otras cosas, la innovación, protegiendo las nuevas invenciones, otorgándole al inventor ciertas ventajas relativas a la competencia.

Si sondeamos la documental sobre los orígenes de las patentes, encontraremos que la concesión de este tipo de privilegios se formalizó por primera vez en la Italia del Renacimiento, una época en la que la creatividad, librada ya de la opresión de la Edad Media, se manifestó. 

El Estatuto de Venecia del año 1474 establecía que las nuevas invenciones, una vez materializadas, debían informarse a la República para obtener protección legal contra los potenciales infractores. Este privilegio se concedía por un periodo de diez años. Y esta norma fue la primera norma, algo así como el tatarabuelo del Derecho de Patentes.

Dicho estatuto exigía que las invenciones sean novedosas y de aplicación práctica, y confería derechos de exclusividad durante un lapso de tiempo; también disponía que los infractores fueran castigados y los dispositivos en infracción fueran secuestrados y posteriormente destruidos.

Como toda norma tenía un espíritu, y a diferencia del derecho internacional vigente, los primeros privilegios, es decir los antecedentes a la legislación definitiva, no diferenciaban entre los inventores y los importadores de novedosas técnicas, por lo que era evidente que el único propósito era asegurar nuevas tecnologías para el uso local y reducir la dependencia de la tecnología foránea y de su importación. 

Todos se beneficiaban, la corona en su carácter de legislador recibía retornos mediante los impuestos y una buena imagen, y los fabricantes e inventores que recibían privilegios; dando origen a nuevos puestos de trabajo y, estimulando así, la economía.

Los ingleses tomaron nota de esto, alentados por la prosperidad de Florencia, y adoptaron este sistema por el que la corona concedía derechos a los comerciantes de manera tal que sólo ellos pudieran explotar una invención importada. 

Sólo en el año 1449 fue concedida la primera patente cuyo titular resultaría ser John Utyman, paradójicamente, se trataba de un procedimiento de fabricación de cristal desarrollado por los maestros del vidrio, los venecianos. La corona inglesa exigió a John Utyman una contraprestación a cambio de los derechos exclusivos: le exigieron enseñar dicho procedimiento a los ingleses nativos. 

Esta primera patente fue concedida durante 20 años; respecto del plazo se generó una controversia ya que las patentes posteriores fueron otorgadas sólo por un lapso de 10 años, la ampliación de dicho plazo era consecuencia del voraz afán recaudatorio de la corona inglesa que manejaba estas concesiones con total arbitrariedad, lo que no demoró en generar gran disconformidad en la sociedad inglesa.

El pueblo no claudicó, y luego de una seguidilla de fervientes y prolongadas protestas obligaron a James I a dictar la nulidad de todos los privilegios de patentes concedidas, surgiendo así el Estatuto de Monopolios del año 1623; el que concedía exclusividad al auténtico y primer inventor de invenciones nuevas por un período máximo de 14 años.

La revolución industrial precipitó en Inglaterra los procesos legislativos en materia de patentes y consecuentemente en todos los países industrializados de Europa. Francia puso en vigencia su primera Ley de patentes en 1791, y Alemania lo hizo en 1877. En el año 1883 los distintos sistemas normativos convergieron en acordar importantes aspectos normativos con la firma del Convenio de París.

En nuestro continente no le fue en zaga, y fue Estados Unidos el gran motor legislativo de este lado del océano, las primeras patentes fueron concedidas en el año 1641 por los gobiernos coloniales y la primera ley de patentes de ese país fue promulgada por su congreso en 1790, del Artículo 1 Sección 8 de la Constitución.

* Agente de la propiedad industrial ** Abogado

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