Es esencial convocar a la acción política con la integración social y sectorial, por ser una de las últimas posibilidades que tenemos para superar un modelo arcaico y elitista
Por Luis A. Esterlizi *
Durante muchísimos años hemos sido víctimas de la actitud especulativa de muchos dirigentes que instrumentaron políticas de Estado que sólo buscaron administrar los efectos sin acabar definitivamente con las causas que originan los problemas estructurales, que hasta hoy persisten incomprensiblemente.
Ese accionar identifica a los que carecen de una visión estratégica y viven al compás de sus especulaciones personales, conteniendo y administrando los estigmas sociales como muestra del manejo especulativo que caracteriza a dirigentes ganados por el oportunismo y por el tiempo que pueden durar sus mandatos.
Al conjuro de sus prebendas y corrupciones nos llevaron erróneamente a descalificar “la política” como si ésta fuera la culpable de la inmoralidad y falta de ética de candidatos e instituciones, sin precavernos del predominio de los desvalores que sostienen aquellos que -enquistados en instituciones y partidos- luchan denodadamente por subirse a la única escalera de acceso al poder.
Todos somos conscientes de que el ser humano, desde que nace, está obligado por las circunstancias de la vida a accionar en función de sus necesidades y anhelos. Y cuando a partir de la proyección de esas particularidades se interrelaciona con sus congéneres, logra trascender ante la comunidad que lo contiene.
En referencia al actual régimen democrático, que debería permitir mejorar la gobernanza y que venimos practicando a partir de 1983, podemos decir que quedó obsoletamente estancado –en primer lugar– en que la elección de los gobernantes y legisladores se realiza por medio del voto del pueblo y, en segundo término, en que logra su legalidad por medio del régimen de partidos, que son las únicas instituciones autorizadas para hacer política, tal como lo dispone la Constitución Nacional reformada en 1994.
Por lo tanto, la realidad nos indica que:
– El pueblo no elige a los candidatos ya que éstos fueron elegidos previamente por los partidos, grupos o corporaciones, por lo que en las elecciones los ciudadanos sólo optamos por alguno de ellos.
– Con relación a la autenticidad de la representación, muchos referentes sectoriales y sociales ostentan un grado de representación mucho más fidedigno que los partidarios, ya que están obligados a sostener una misión consustanciada con la problemática de todos los días, ya sea con lo social, el empleo, la producción, el comercio, la educación, la salud, la investigación tecnológica, etcétera.
Los representantes sectoriales y sociales deberían, a partir de integrar a sus organizaciones, participar de las decisiones que se instrumentan por medio de las políticas de Estado e incluso intervenir activamente en la concreción de muchas de ellas como parte de la complementación pública-privada.
Y esto que está sucediendo con la comunidad cuando expresa este afán de participar por medio de sus entidades intermedias apartidarias exponiendo necesidades, anhelos y propuestas, genera resquemores en cierta dirigencia que observa cómo le disputan la canonjía de hacer política, aduciendo que esa atribución es un derecho exclusivo de los partidos.
Por lo tanto, frente a la negligencia institucional del modelo actual los argentinos nos encontramos ante el desafío de promover la apertura del régimen democrático a la participación organizada de las entidades intermedias, por constituir partes de la comunidad que busca su protagonismo. Y esto debería interpretarse como una evolucionada contribución del pueblo, que les pone el hombro a las dramáticas secuelas de una crisis aún irresuelta. Estamos nuevamente frente a elecciones que dejan mucho más dudas que certezas y cuyas secuelas tienen que ver con algunos de los resabios descriptos en este documento y en las que ninguno de los candidatos logra superar 35% del padrón electoral.
Por lo expuesto, estas opiniones vertidas ante la extensión inimaginable de una crisis que se perfila como sistémica, constituye un aporte frente a la responsabilidad de gobernantes y dirigentes, comprendiendo que es esencial convocar a la acción política concurrente que con sentido estratégico se le debe dar a la integración social y sectorial, por ser una de las últimas posibilidades que tenemos para superar un modelo arcaico y elitista.
Pero para ello es fundamental que antes de asumir compromisos en el proceso de integración, las entidades intermedias demuestren y expongan las virtudes que las distinguen, tanto hacia dentro y de frente a sus asociados como en el seno del pueblo. Poniendo en evidencia de esa forma que lo único que las guía es poder realizar plenamente a su sector o asociados, siempre y cuando al mismo tiempo la sociedad en su conjunto se realice.
(*) Vicepresidente 2º – Foro Productivo de la Zona Norte.