Grecia es, otra vez, centro de la atención mundial. Quedaron en segundo plano las tensiones de Europa del Este, la caída del precio del petróleo, las amenazas rusas de restringir la provisión de gas, las intimidaciones de los milicianos del Estado Islámico y la tragedia humanitaria de África.
Los europeos temen que la vieja y prestigiosa Hellas, o Hellada, sea la causa eficiente por la cual la Europa Comunitaria termine sus días sin pena ni gloria, sometida a las imposiciones de Alemania. Este país alguna vez sostuvo la existencia de naciones inviables y facilitó su ingreso al área del euro como forma de resguardo y, de esa manera, hacer pagar su déficit estructural a los más pobres de ese continente.
Las naciones del Mediterráneo llevaron la peor parte. Muchas de ellas se encuentran al borde del quebranto con amenaza cierta de una guerra intestina. Destino amargo, por cierto. A los acreedores sólo les importa la robustez del sistema financiero en desmedro de “cosas superfluas” como la salud, la educación y el sistema previsional.
Los resistentes a ese modelo de expoliación intentan diversas respuestas. Una fue encarnada por la ultraderecha que encontró en Vladimir Putin a su líder continental. Otra, la ocupación de plazas y paseos por centenares, miles de indignados. Grecia logró un camino diferente. De sus cenizas surgió, con un mensaje posible, la Coalición de la Izquierda Radical -Syriza- integrada por ecologistas de izquierda, maoístas, trotskistas, eurocomunistas y euroescépticos. Fuerzas que se alzarán -según la mayoría de las encuestas- con un triunfo resonante, en las elecciones legislativas anticipadas que se efectuarán el próximo día 25.
Perspectiva que ha llenado de pavor a la comunidad financiera causando la caída persistente de las bolsas europeas que, inevitablemente, se traducirá en mayores ajustes y turbulencias políticas. Alemania, curándose en salud, sopesa la posible salida de Grecia del área del euro. Mientras que otros especulan que “habría un acuerdo al final entre la ‘troika’ -los principales acreedores de Grecia, esto es el BCE (Banco Central Europeo), la Comisión Europea y el FMI- y la Coalición que lidera Alexis Tsipras, partidaria de eliminar el plan de austeridad impuesto al país”.
El presidente de Francia, François Hollande -conocido enemigo de las políticas de equilibrio presupuestario extremo preconizadas por la Alemania de Angela Merkel-, en una reciente entrevista concedida a la cadena de radios France Inter, aseveró que países como España o Grecia han pagado un alto precio por permanecer en la zona euro: “Los griegos son libres de escoger su destino, aunque al mismo tiempo hay acuerdos que se han tomado. Todo ello debería ser evidentemente respetado”.
Mucho más dura fue la reacción del grupo liberal del Parlamento Europeo (ALDE), que no sólo se opuso frontalmente a una salida griega del euro, sino que alegó, por medio de su líder Guy Verhofstadt que esa expulsión costaría “miles de millones de euros” a los contribuyentes europeos y, en particular, alrededor de 80.000 millones de euros a Alemania. Verhofstadt exigió a los estados miembros de la Unión Europea “que se deje de hablar” de una posible salida de Grecia de la eurozona (o “Grexit”) si el domingo 25 gana Syriza las elecciones. “No debemos permitir crear nosotros mismos una profecía que se autocumpla. En lugar de hablar de un posible ‘Grexit’ debemos centrarnos en resolver el problema de inversión al que se enfrentan Grecia y otros países”, dijo el político belga en un comunicado
Bruselas, sede del gobierno comunitario, en tanto, se ha refugiado en la letra de los tratados, señalando que la pertenencia al euro es irrevocable. Sin embargo, uno de sus consultores –el economista Daniel Gross, director del Centro de Estudios de Política Europea- afirma que “la situación es muy diferente en relación con 2012, también porque nadie puede obligar a Grecia a salir. Si el país quiere permanecer en la zona euro no se necesita demasiado dinero para que pueda quedarse. Eso antes era diferente. Si Grecia dice que no paga pero quiere quedarse dentro de la zona euro, los otros países no pueden hacer mucho más. Alemania puede poner fin a la austeridad en otros países pero si hay un país que no puede acabar con esas medidas es Grecia, porque no tiene dinero”.
José Carlos Díez, profesor de Economía de la Universidad de Alcalá, cree que Grecia es una pequeña piedra en el zapato de la Eurozona. Los países que realmente ponen en peligro la solvencia del área euro son España e Italia, dos economías con un tamaño muy considerable dentro de Europa. El peso de Grecia es mínimo, de modo que “efectivamente, el gran problema no es Grecia, es el contagio a España e Italia. La fuga de capitales en España ya comenzó en junio pero sólo en bonos y acciones. La financiación interbancaria se mantiene estable y por eso la apelación de nuestros bancos al BCE está estable, pero dentro de la gravedad, ya que tienen una deuda de 20% del PIB con el BCE”, argumenta José Carlos Díez.
“Si vuelve la tensión volverá a intensificarse la restricción de crédito, volverá a caer la inversión y volverá la destrucción de empleo en nuestra querida España. Por todo ello, España debe defender una solución para Grecia. Primero por ser los griegos ciudadanos europeos que sufren una pobreza severa. Y segundo porque si a Grecia le va mal, a España le irá mal. El contagio financiero dentro de una unión monetaria es inevitable”.