El hombre habló de migrantes en un país en el que el magnate republicano que encabeza las encuestas, Donald Trump, dice barbaridades, promete agigantar el muro en la frontera con México e insiste en que el camino a seguir es la deportación masiva de 11 millones de personas.
Por Diego González*
“Les hablo como hijo de inmigrantes. Los de este continente no le tememos a los extranjeros porque nosotros alguna vez fuimos extranjeros”, dijo Francisco ante demócratas y republicanos. Antes del Congreso, el papa había estado en la catedral de San Mateo en Washington, donde también se refirió al tema: “Acójanlos sin miedo. Ofrézcanles el calor del amor de Cristo y descifrarán el misterio de su corazón”, dijo.
Ésta es la primera vez que Francisco pisa Estados Unidos y tiene una misión delicada. Aproximadamente 30 millones de estadounidenses han abandonado la Iglesia Católica en los últimos años. Aun así, es el cuarto país con más católicos del mundo: suman 24 por ciento de los 320 millones de habitantes de Estados Unidos. Los protestantes, muy fragmentados, representan 51 por ciento.
Pero si ponemos la lupa sobre los latinos en Estados Unidos, el número es mayor: según la Encuesta Nacional sobre Latinos y Religión 2013 del Pew Research Center, 55 por ciento son católicos. Quizá por eso, de los 18 discursos que dará en el país Francisco, sólo cuatro serán en inglés. El resto, en castellano. Un nuevo gesto para Trump y sus seguidores a un año de las elecciones generales.
Interpretar mensajes
Las religiones son doctas en lanzar mensajes ambiguos, ideas vagas que permiten lecturas múltiples y que, en definitiva, sirven para dejar siempre a todos contentos y satisfechos. Por eso se vuelve central el esfuerzo por entender la circunstancia específica en que Francisco dijo lo que dijo. Se trata de interpretar el lugar y el auditorio, el tono. El papa les habló a los obispos de la iglesia norteamericana -algunos de ellos acusados recientemente por casos de pedofilia- y pidió que los abusos “no se repitan nunca más”.
Luego agregó: “Soy consciente del valor con el que han afrontado momentos oscuros de su recorrido eclesiástico sin temer autocríticas ni ahorrarse humillaciones y sacrificios”. Esta aclaración no les cayó en gracia a los organizaciones que defienden a los daminificados. “No he venido a juzgarlos o a impartirles lecciones”, suavizó después.
Ante el Congreso -que no controlan los demócratas- el papa también se animó a hablar del cambio climático y la venta de armas. En ambos casos, la lectura política supone un empujón a Barack Obama. En un párrafo entrecruzó con ambigüedad su oposición a la pena de muerte -permitida en algunos Estados de EEUU- con su postura en torno a la interrupción voluntaria del embarazo: “Hay que defender la vida humana en cada etapa de su desarrollo. Esta convicción me ha llevado a apoyar desde el principio de mi papado la abolición de la pena de muerte. Estoy convencido de que es la mejor forma de proteger cada vida sagrada”.
El viernes por la mañana Francisco habló en la sede de la ONU en Nueva York. Criticó a los organismos financieros: “Hay que evitar todo tipo de abuso con los países en vías de desarrollo. Los organismos no deben tener una misión asfixiante hacia ellos. Lejos de promover el progreso someten a las naciones a un sistema de mayor pobreza y dependencia”, dijo. Y volvió a repetir la “triple T” que ya había mencionado en su gira de julio por sudamérica: techo, trabajo y tierra deben ser garantizados por los gobiernos.
Agenda latinoamericana
Lo interesante, en lo que tiene que ver con latinoamérica, es lo que el papa omitió. La gran pregunta era si iba a hacer alguna mención al embargo que pesa desde hace ya demasiadas décadas sobre Cuba en el Congreso o en Nueva York. En la isla había dicho que la medida es “cruel, inmoral e ilegal” pero cuando llegó a norteamérica, reinó el silencio.
La expectativa estaba alimentada por la decisión del Vaticano de pasar por la Habana antes de aterrizar en los Estados Unidos. Es conocida la participación de Roma en el acercamiento entre Obama y Raúl Castro de diciembre del año pasado.
Ese empujón fue decisivo para que, entre otras cosas, se reabrieran las embajadas en Washington y La Habana. Sin embargo, el gobierno cubano insiste -y Obama acepta- con que el tema del bloqueo económico sigue siendo un obstáculo central para terminar de normalizar las relaciones. La Casa Blanca asegura que quiere pero que no puede, porque es el Congreso el que en última instancia decide sobre el tema.
La misma expectativa se depositó en Bolivia cuando llegó el papa a mediados de año. Evo Morales había viajado varias veces al Vaticano e incluso, para sorpresa de todos, lo había ido a ver en su visita a Brasil en 2013. Los dos ensayaron una amistad que olía a mar. Morales nunca ocultó su deseo de que Francisco apoyara la demanda a Chile por una salida al Pacífico. Sin embargo, en Bolivia, Francisco no dijo nada del tema.
Esta semana hubo novedades en torno a la demanda boliviana. La Corte Internacional de la Haya se pronunció competente en el tema y ahora se espera un nuevo escenario en el que La Paz seguramente consiga algún avance.
El miércoles llegaron noticias desde La Habana, en torno a otro de los grandes conflictos regionales. Juan Manuel Santos, el presidente colombiano, se reunió con el jefe máximo de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y anunciaron que, a más tardar en seis meses, se llegará a la definitiva paz. “No podemos permitirnos otro fracaso en Colombia”, había dicho el papa tres días antes.
*Columnista de la Agencia Télam