Tras las elecciones, se reinstaló en think tanks cercanos al oficialismo el debate sobre la captación de dólares para evitar restricciones externas
Las medidas adoptadas por el Gobierno nacional después del 23 de octubre, la persistente demanda de dólares y las expectativas acerca de una “profundización del modelo” –una expresión que requiere de muchas precisiones para que diga algo concreto- reinstalaron el debate acerca de la “restricción externa” en Argentina. En ese marco, surgieron nuevamente economistas que, como ya otros lo hicieron durante la última dictadura y la década del noventa, alertaron acerca de la creciente extranjerización de la economía argentina y la incidencia de ese rasgo estructural en la pérdida de captación de divisas por parte del país. Más allá de los cambios efectivos que puedan producirse en los próximos años, lo cierto es que en muchos ámbitos de debate económico cercanos al oficialismo está volviendo a cobrar centralidad la cuestión de la remisión de utilidades al exterior por parte de empresas transnacionales asentadas en Argentina –profundizada, además, en el marco de la crisis internacional- y los márgenes de acción con que cuenta el Ejecutivo para revertir esa situación.
Según el último informe de coyuntura del Centro de Investigación y Formación de la República Argentina (Cifra), cercano a la Central de Trabajadores Argentinos (CTA) que encabeza Hugo Yasky, el agudo proceso de extranjerización ocurrido en nuestro país desde comienzos de la década de los 90 “ha determinado un sensible aumento en la remisión de utilidades y dividendos al exterior por parte de las firmas de origen extranjero”. En ese marco, las elevadas tasas de crecimiento económico alcanzadas desde 2003 no sólo beneficiaron a asalariados y pymes locales sino que también propiciaron una profundización de este proceso de fuga de divisas.
De acuerdo con los cálculos de Cifra, “el flujo neto total de utilidades y dividendos pasó de representar 633 millones de dólares en 2003 a 7.159 millones en 2010”, un incremento de más de 1000%, en buena medida sustentado en un sensible superávit en cuenta corriente desde 2003. “En este marco, es de resaltar que el déficit generado por la remisión de utilidades y dividendos ha tenido un crecimiento notable en los últimos años. El flujo de aquéllos pasó de representar 32% del superávit comercial en 2005 a más de 50% en 2010”, apuntó este centro de estudios.
Este flujo al exterior es también consecuencia directa de un proceso de concentración y extranjerización de la economía nacional, que se dio tanto en la década de los 90 como después de 2001. Según el análisis de Cifra, la transición entre la convertibilidad y la posconvertibilidad supuso un “salto” en materia de concentración económica. “En el período 1991-2001, en promedio, el peso de las ventas de la cúpula empresarial fue equivalente a 20,4% del Valor Bruto de Producción (VBP) de la economía nacional; en 2003-2009 alcanzó a 28%. En gran medida, este salto en el nivel de concentración se vincula con una dispar evolución de los precios de la economía versus los de estas grandes empresas”, evaluó.
Se mantiene, a su vez, un elevado grado de extranjerización de esta cúpula empresarial, que fue resultado principalmente de las tendencias desplegadas a lo largo de la convertibilidad. Así, en 2009, 55,4% de las ventas totales de las 200 empresas de mayor tamaño del país estuvo explicado por las ventas de las empresas extranjeras.
Asimismo, según los datos del economista Andrés Asiain, de la Cátedra Nacional de Economía Arturo Jauretche, la última Encuesta Nacional a Grandes Empresas que realiza el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) reveló que 324 de las 500 mayores empresas del país eran extranjeras. “Además, éstas eran las más rentables de la cúpula, concentrando 80% del valor agregado (las ganancias y los salarios) generado por ella. Las grandes empresas industriales muestran indicadores similares: 67% son extranjeras y concentran 82% del valor agregado”, analizó Asiain.
El proceso de extranjerización alarmó hasta al propio Aldo Roggio quien, semanas atrás, 48 horas después de que la productora avícola Avex se vendiera al poderoso grupo alimentario brasileño BRF (en conjunto con la tradicional Flora Dánica), cuestionó esta situación. “No estoy en contra de la inversión extranjera, quiero la inversión extranjera; pero para empresas nuevas, no para comprar empresas nacionales”, dijo, en el marco de una entrevista pública organizada por la Fundación (E+E). El empresario expresó en esa oportunidad que “si tuviera que hacer una autocrítica del empresariado nacional, diría que no hay que vender y si se vende es para hacer otro negocio”.
En este contexto de creciente concentración y extranjerización del aparato productivo –en el cual quienes más se perjudican son las pymes locales- pero también de restricciones para la captación de divisas, comienzan a escucharse propuestas. Esta semana, el economista Haroldo Montagu, del Plan Fénix, llamó la atención sobre el drenaje de divisas causado por la ineficiente sustitución de importaciones y el flujo de utilidades al exterior por parte de empresas transnacionales. “Se podría gravar la remisión de utilidades”, sugirió, en un encuentro organizado por la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires. También pidió una revisión de la política de recepción de Inversión Extranjera Directa, para que ésta sea sometida al cedazo de la generación de empleo y desarrollo productivo.
También Andrés Asiain consideró que habría que intervenir en estas cuestiones porque “la fuerte extranjerización empresarial heredada de los años 90 plantea desafíos al proceso de desarrollo industrial argentino. Especialmente, en términos de la gran relevancia que adquieren la remisión de utilidades y dividendos sobre el saldo de las cuentas externas, que históricamente bloquearon el despegue de nuestra economía”.