Nadie puede discutir la magnitud que ha adquirido la marcha convocada por las redes sociales para concurrir ante el Congreso Nacional, en reclamo por la violencia de género -que día a día se lleva la vida de muchas mujeres de nuestro país- y su réplica en Córdoba, el miércoles de la semana anterior. Por Lorena Fernández Millicay*
Nos mostramos conmovidos ante los cruentos hechos de violencia de género que a diario informan los medios de prensa, pero a pocos moviliza la cotidianeidad con que se discrimina al género femenino.
Todo se transforma. El acoso callejero es “piropo”. Muchas mujeres te dicen “nena, quejate cuando nadie te diga nada”. Las diferencias salariales se justifican en la diferencia de tareas que realizan un hombre y una mujer en idéntico ámbito laboral, pero generalmente la mujer trabaja el doble para tener que superar el umbral de superstición que de manera constante amenaza su idoneidad profesional.
Y pese a encontrarnos en el siglo XXI, a haber una mujer en la primera magistratura desde hace 8 años, a tener una mujer en la vicegobernación de una provincia de la magnitud de la nuestra y a ser mujer quien conduce el decanato de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), estas elecciones del Colegio de Abogados han puesto en escena el rol secundario que la abogada ocupa en la política colegial.
Tentarnos desde la frivolidad
La actual conducción colegial, que obviamente cuenta con mujeres entre sus filas, destinó la mayor erogación que ha efectuado a lo largo de dos gestiones al género masculino: adquirió un predio anexo al Club de Campo, por alrededor $6.500.000, para la práctica futbolística, dejando venir abajo las pocas instalaciones existentes para otros deportes -como tenis, paddle o hockey-. Uno de los pocos eventos destinados a la mujer fue la organización de reuniones de té en el salón de un Club de Campo que no podemos disfrutar.
Otra línea oficialista también relega la participación política de la mujer a tomar el té. Así, su candidato a presidente presenta sus propuestas en tés de mujeres, organizados en finos hoteles donde sortean carteras y perfumes y en su fan page enuncia que cuando sea presidente celebrarán convenios con muchos gimnasios para que las abogadas “complementen su labor diaria con un espacio de recreación y esparcimiento”.
Así se maquilla el cumplimiento de la ley de cupo femenino: llenando 50% de los puestos con mujeres pero dándoles nula o limitada relevancia política a su participación.
Ha quedado en evidencia el gineceo ideológico(1) donde nos han encerrado: tomando té, recibiendo una cartera o un perfume para estar bien adornadas -cual árbol navideño- y acudiendo al gimnasio para estar lindas, como si nuestra esencia e identidad sólo pudiera encontrarse en un lugar externo: los accesorios y el cuerpo. Como si sólo pudiera tentarse políticamente a las mujeres desde la frivolidad.
Pensar en cómo somos pensadas
Por eso, cuando todos los militantes de redes sociales alcen las banderas del #Niunamenos, no piensen en acciones magnánimas: piensen en cómo piensan, son y somos pensadas las mujeres día a día, en la calle, en el trabajo, en nuestros hogares y en la política, donde ha quedado en evidencia que podemos hacer mucho más que limitarnos a decir “estamos invitadas a tomar el té”.
1. Gineceo: parte de la casa de los antiguos griegos en donde vivían las mujeres.
* Abogada, directora Ejecutiva de Club de Derecho