domingo 24, noviembre 2024
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Comercio y Justicia 85 años

España: tragedia eterna que lacera la conciencia

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El lunes pasado, los hombres y mujeres libres de todo el mundo conmemoraron, profundamente dolidos, el 80º aniversario del comienzo de la Guerra Civil Española, una de las mayores tragedias que guarda en su memoria el siglo XX. Una maldición que, más allá de los 32 meses de enfrentamientos armados, duraría cuarenta años, hasta el 20 de noviembre de 1975, fecha de la muerte del generalísimo Francisco Franco Bahamonde, de triste memoria.

A pesar de la influencia de la aritmética en las recordaciones, la desdicha de los españoles comenzó realmente el 13 de septiembre de 1923, cuando el general Miguel Primo de Rivera (MPR), asalta el poder y somete al siempre timorato Alfonso XIII, constituyendo, al decir del historiador gallego Santos Juliá (doctor en Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad Complutense) una “dictadura militar de real orden” o “una dictadura con rey”.
Alfonso, también llamado “El Africano” por sus tropelías militares en África, cede todo su poder ante el ímpetu de los golpistas. Con inusitada rapidez suscribe, el 17 de septiembre de 1923, un Real Decreto (DR) por el cual “se instituye el Somatén” –organización parapolicial de origen medieval de amplia vigencia en distintas regiones del mundo durante el siglo pasado- en todo el territorio español y juzgar “por los Tribunales Militares (…) delitos contra la seguridad y unidad de la Patria y cuando tienda a disgregarla, restarle fortaleza y rebajar su concepto, ya sea por la palabra, por escrito, por la imprenta u otro medio gráfico de publicidad o difusión, o por cualquier acto o manifestaciones. No se podrá izar ni ostentar otra bandera que la nacional en buques, edificios, sean del Estado, de la provincia o del Municipio, ni en lugar alguno sin más excepciones que las Embajadas, Consulados, hospitales o escuelas u otros centros pertenecientes a naciones extranjeras.”

El clima represivo era agobiante en toda España; sin embargo, Primo de Rivera reclamó todo el poder. Quería ser el amo de la vida y la muerte de los españoles. Al día siguiente, según testigos calificados, ingresó pistola en mano a los aposentos reales y le arrancó al monarca otro DR donde se establecieron sanciones y tabuló los “delitos en contra de la Nación”, en especial, “la difusión de ideas separatistas por medio de la enseñanza o predicación de doctrinas” inconvenientes al interés nacional e instituye pena de muerte al jefe –de un eventual alzamiento- “y seis años y un día a doce años de prisión mayor para todos los que formen la partida o partidas. Con las mismas penas señaladas anteriormente se castigarán los delitos frustrados, las tentativas y las conspiraciones para cometerlos. Las señeras, pendones o banderas tradicionales e históricas de abolengo patriótico, en cualquiera de sus períodos que son guardados con amoroso orgullo por Ayuntamientos u otras Corporaciones, las del Instituto de Somatenes, gremios, Asociaciones y obras que no tengan ni se les dé significación antipatriótica, podrán ser ostentadas en ocasiones y lugares adecuados, sin incurrir en penalidad alguna. El expresarse o escribir en idiomas o dialectos, las canciones, bailes, costumbres y trajes regionales no son objeto de prohibición alguna; pero en los actos de carácter nacional o internacional no podrá usarse por las personas investidas de autoridad otro idioma que el castellano, que es el oficial del Estado español, sin que esta prohibición alcance a la vida interna de las Corporaciones de carácter local o regional, obligadas, no obstante, a llevar en castellano los libros oficiales de registros y actas, aun en los casos que los avisos y comunicaciones no dirigidas a autoridades que se hayan redactado en lengua regional.”

La conmemoración del golpe militar que oscureció definitivamente el horizonte histórico de España actualiza un largo y candente debate. La grieta permanece y se profundiza.
La sola existencia de la Abadía Benedictina de la Santa Cruz del Valle de los Caídos agrede la conciencia de la humanidad. Es el mayor símbolo del trabajo esclavo de la Era Contemporánea. Miles de republicanos fueron sacrificados para “Gloria del Caudillo de España por la gracia de Dios” al que también reconocían, según la iconografía oficial del franquismo, como “Soldado de Cristo”.
Todo lo que se ha logrado construir tras los Pactos de la Moncloa tiene bases endebles. Es que están tintas en sangre.
La transición sólo fue un acuerdo consensuado entre los franquistas “flexibles” con el Partido Socialista Obrero Español y el Partido Comunista Español, bajo la atenta vigilancia de las fuerzas fácticas económicas y militares, a los que solo les interesaba la Restauración Borbónica.

La historia no deja que olvidemos que tras la tragedia hay esperanza, porque: “Hubo un gigantesco sueño de independencia y libertad que tampoco pudo ser lo que debió ser y aquí estamos, cargando con una historia que no tiene beneficio de inventario. Las nuevas generaciones tienen que hacerse cargo de los triunfos y de las derrotas. Y nosotros nos hacemos cargo, humildemente, porque nadie tiene la potencia para hacerse cargo de toda la tragedia que sucedió desde 1936 hasta 1939 y durante décadas en España, después que Franco se alzara contra el poder de la República, con el apoyo de la aviación alemana, italiana, destruyendo Guernica, bombardeando Madrid y Barcelona”, enseña Vicente Zito Lema.

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