viernes 22, noviembre 2024
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Comercio y Justicia 85 años

¿Es posible limitar el crecimiento de las ciudades?

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Desde tiempos inmemoriales, en la antiquísima ciudad de Ur, el hombre, lleno de incógnitas, se preguntó sobre cuáles serían los límites del crecimiento de las ciudades. Esas preocupaciones primigenias quedaron plasmadas en tablas de arcilla plagadas de símbolos ideográficos y mnemónicos que dieron comienzo a la revolución de la escritura y de la historia.

Esas intranquilidades y desvelos del pasado son las mismas que embargan al hombre de este tiempo, quien teme las consecuencias del proceso de destrucción que somete al planeta que da signos de agotamiento.

Signos que se reflejaron en Los Angeles: the architecture of four ecologies (1971), cuyo autor, Reyner Banham, analiza las relaciones entre el hombre urbano y la ciudad y las consecuencias de ese amorío que no respeta las complejas interconexiones sobre las que actúan variables geográficas, climáticas, económicas, demográficas y culturales.

El mítico informe Los límites del crecimiento recomendaba, en 1972, evitar riesgos ecológicos, si no se coordinaban todos los factores de crecimiento de las ciudades según la densificación residencial. 

El objetivo era no romper el equilibrio y así buscar una proporcionalidad sostenible y evitar el consumo impulsivo del suelo. 

El centro del debate -que ignoran los partidos políticos cordobeses y sus representantes en el Departamento Ejecutivo y en el Concejo Deliberante- acerca la mirada al colapso de las megaciudades y el futuro de las ciudades sostenibles. Temen enfrentar los estragos que causa la irresponsable gestión política que lleva a la ciudad a una segura bancarrota al facilitar la violación, por vía de las excepciones, de las normas del código urbanístico y la ordenanza de uso del suelo, algo que, por cierto, tiene un costo gravoso para el desarrollo racional de las ciudades.

Según informes del Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de las Naciones Unidas, el mundo espera que en el año 2050 casi 70% de la población mundial viva en urbes de diverso tamaño y densidad.

El aumento de las poblaciones en busca de nuevas oportunidades ejerce una enorme presión sobre lo urbano. Es de tal magnitud que el reto global plantea la discusión en términos propios de la medicina. ¿Cómo evitar el colapso multiorgánico del sistema con medidas eficaces que permitan la interacción responsable de los habitantes con el medio ambiente y su conservación?

La realidad avisa que sólo 13% de las ciudades del mundo cuentan con viviendas asequibles. Mil millones de personas habitan barrios marginales. Las cifras no paran de crecer. Ponen en peligro el ya difícil equilibrio del ser humano sobre el planeta.

La inexorable colmatación del medio urbano agudiza el conflicto. Se estima que a mediados de siglo los migrantes internacionales en el mundo hacia las grandes ciudades alcanzarán la cifra de 230 millones de personas, con el consecuente empeoramiento de las desigualdades sociales contempladas por el Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de las Naciones Unidas. 

El aumento de las poblaciones en busca de nuevas oportunidades ejerce una enorme presión sobre la ciudad. Será un avance desigual, acentuado en los países en desarrollo. Éstos verán incrementadas sus ciudades, especialmente las que tienen menos de un millón de habitantes. El crecimiento urbano acelerado viene asociado a un empeoramiento en las discordancias sociales contempladas en el Índice de Pobreza Multidimensional Global.

La Universidad Nacional del Litoral (UNL), preocupada por los problemas urbanos, centra su atención en sus armonías y desarmonías urbanas. Expresa que “se relaciona con el crecimiento sostenido que han tenido las ciudades en los últimos años. Según datos de ONU-Hábitat, en 1950 una tercera parte de la población mundial vivía en ciudades mientras que, en 2000, esta cifra había subido al 50%. Se espera que el porcentaje de habitantes en las ciudades siga creciendo, para llegar a 6.000 millones en 2050”.

A diferencia de lo que ocurre en las capitales europeas, en las que la expansión es muy lenta, en nuestra región las ciudades son un espacio dinámico y en constante movimiento. Funda su aserto en la opinión de Inés Moisset -investigadora de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) y de la Red Hipótesis del Paisaje – Córdoba-, quien testifica: “La ciudad europea no tiene un crecimiento muy grande, ahora han recibido inmigración y han vuelto a crecer pero estaban estancadas, con una población que no crecía. En América Latina las ciudades tienen todo por hacer y esos son los desafíos, los conflictos que tenemos que resolver y empezar a participar”.

La investigadora indicó, además, que las ciudades de América Latina comparten en su mayoría la cuadrícula española, un trazado urbano ordenado que tenía su centro en una plaza mayor (o de armas), en torno a la cual se situaban los principales edificios públicos y religiosos y las calles.

Este centro histórico o fundacional sirvió como punto de referencia para medir el crecimiento de las ciudades, que ocurría en forma de círculos concéntricos alrededor de este núcleo. En los últimos años, el crecimiento sucedió en otros espacios, en la periferia, donde se produjeron dos formas de ocupación territorial: los barrios cerrados y los asentamientos precarios.

Cecilia Marengo, investigadora del Instituto de Investigación de Vivienda y Hábitat de la UNC, por su parte, analizó cómo se produjo la expansión hacia la periferia en Córdoba, que fue similar a lo que pasó en otras ciudades. 

“Entre 1991 y 2001 aparece un fuerte proceso de crecimiento por expansión, que se llama sprawl o dispersión, en un contexto donde se flexibilizan algunas regulaciones y se promueven iniciativas por parte del mercado. Comienzan a surgir emprendimientos a gran escala, que toman terrenos rurales y dan lugar a grandes desarrollos inmobiliarios como los barrios cerrados. Son parcelas con lotes de grandes dimensiones que se valorizan mucho, con uso exclusivo de los espacios públicos, que dispara el proceso de crecimiento hacia los bordes”.

Marengo destacó que la salida hacia la periferia urbana también estuvo relacionada con la búsqueda de seguridad y las mejoras en los accesos metropolitanos. La otra forma de ocupación se produjo con la construcción de viviendas sociales. 

En el caso de Córdoba, se trató de un programa de relocalización de asentamientos precarios que estaban zonas inundables. Con estas viviendas, la ciudad quedó dividida: en el noroeste con inversiones dirigidas a sectores con alto poder adquisitivo y en el sur y sureste, los sectores más vulnerables. 

Esta segregación residencial afectó la mixtura social que había caracterizado el tejido. “En Córdoba se produce un proceso de fuerte fractura del espacio, comienzan a aparecer los bordes, las entradas vigiladas, se pierde la continuidad de la cuadrícula como malla que homogeneizaba el tejido y aparecen otras intervenciones que son grandes parcelas donde la continuidad entre un sector y otro está interrumpida. Hay una fractura física y espacial asociada a ese proceso”.

Los investigadores concuerdan en que, frente a esta situación de crecimiento y movilidad hacia los bordes, es fundamental que el Estado intervenga para planificar el crecimiento y genere una potente legislación que resguarde el uso de la tierra destacando la importancia de trabajar en redes para, de esa forma, promover una arquitectura responsable desde los ámbitos universitarios.

Comentarios 1

  1. Estimo que todo ocurrirá a partir de la descentralización, económica, financiera, industrial y cultural; desde luego la comunicación en todos sus estándares.-

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