martes 5, noviembre 2024
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Comercio y Justicia 85 años

El valor del trabajo

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Por Luis Carranza Torres (*) y Carlos Krauth (**)

El trabajo es una faceta muy importante en nuestras vidas, tanto para la propia como para nuestra existencia colectiva como sociedad.

En lo personal, se halla íntimamente ligado no sólo a poder “ganarse la vida” sino también a nuestra autoestima, a sentirnos motivados y valorados. También, resulta crucial en cuanto al esfuerzo y a la capacidad de superación. 

Desde lo social, un país con “cultura de trabajo” como se decía entre nosotros, resulta una sociedad con no poca previsibilidad, orden y paz pública. 

Con motivo del pasado 1 de Mayo, circularon en las redes multitud de comentarios respecto de lo que debe entenderse o se considera resulta el trabajo. Nos quedamos con una en particular, por reflejar múltiples aristas en el tema. Contaba en el muro de su “face” esta persona: “En una de las tantas crisis del país hubo un momento en que mi madre decidió alquilar una de las habitaciones de la casa. Dos mangos, pero todo ayudaba. Y mi padre, en uno de esos domingos de sobremesa, avisó que por un tiempo agarraba una suplencia en un taxi en el boulevard Roca. Voy a volver más tarde, decía. Estaba ocho horas en el taller y cuatro viajando por la ciudad. No tengo dudas de que ese esfuerzo fue el que permitió que yo viajara a Bariló, Bariló allá por la década del 80. Cuento esto porque ahorita se festeja el Día del Trabajador. Es un pequeño homenaje a los héroes anónimos, esos desconocidos de siempre, esos que nunca estuvieron presos, esos que nunca fueron ñoquis ni se les cruzó la idea de manotear una prebenda. En estos tiempos de tanta desfachatez, de ladri intelectual, de discurso tramposo, de paraísos fiscales, de estancieros milagrosos, de jubilaciones de privilegio, de sobreprecios de barbijos y fideos, de negadores y afirmadores seriales, tenemos la obligación de apostar a tipos como mi viejo (y perdón por la soberbia). Hombres trabajadores de una Argentina noble, honesta, sincera, esos que, aunque cada día se los ataca más, nos permiten seguir siendo un país”.

Otra, enviada por WhatsApp, entre las múltiples salutaciones que nos llegaron por la fecha decía: “Feliz día. Dios bendiga a un pueblo que sólo recuerda el ‘día del trabajador’, en un país dónde la mitad no labura”.

Circularon también, en el espacio social virtual, multitud de frases, imágenes y similares. Por eso, a nuestros estimados lectores, nos vamos a permitir aportarles las nuestras para cerrar un par de conceptos.

Hay toda una tendencia de considerar al trabajo desde una mirada pesimista, La expresión “mira si será malo el trabajo, que deben pagarte para que lo hagas”, dicha muchas veces por Facundo Cabral, quizás sea la que mejor sintetice esa forma de pensar. Más allá de reconocer que, en ánimo de chanza es ocurrente, tomarla al pie de la letra, como hacen muchos, resulta todo un despropósito. 

Ello, pues al decir de Harry Golden, “lo único con lo que se supera la mala suerte es el trabajo duro”. De las crisis, tiempos malos, adversidades varias de la existencia, a nivel social, sólo se sale con disciplina de trabajo. Mientras nuestra argentina tuvo “cultura del trabajo”, la cosa anduvo. La declinación presente, que viene de larga data y tiene más de un responsable en el tiempo, parte de abandonar esa filosofía que hizo grande al país, para caer en el acomodo, la avivada, y actitudes similares. La decadencia que enfrentamos no es ninguna maldición bíblica ni algo inevitable sino el producto de no esforzarse a la medida de las aspiraciones declamadas. Es el dar trabajo y trabajar, no dar planes y cobrarlos, los que nos va a permitir un mejor futuro. Pues las bondades de trabajar no se limitan a lo económico. Como diría William Penn: “¡Trabaja! Si no lo necesitas para alimentarte, lo necesitas como medicina”. 

Por eso, deberíamos, en un país con la mitad de la población en condición de pobreza, hablar más de promoción social y no sólo de asistencialismo. Es que la dignidad humana va de la mano del trabajo sin el cual aquella se desvanece. Como diría el padre Opeka -quien de pobreza y marginación algo sabe- “la única forma de que los pobres y excluidos recuperen la dignidad es a través del trabajo y la educación”. 

Y ya que estamos con las frases, Colin Powell opinaba que no existía ningún secreto para el éxito. Sólo se trataba del resultado de la preparación, el trabajo y aprender del fracaso. Es bueno recordarlo, cuando vemos que las cosas a nuestro alrededor no marchan en la mejor forma.

Séneca opinaba que el trabajo y la lucha llaman siempre a los mejores. Esperemos que tenga razón. Siempre es duro mirarse a un espejo cuando se está mal. Pero es de absoluta necesidad para dar el primer paso para estar mejor.

(*) Abogado. Doctor en ciencias jurídicas (**) Abogado. Doctor en derecho y ciencias sociales

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