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El secreto del juglar

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Por Alicia Migliore

Las calles son una paleta de colores intensos en la primavera cordobesa. Contrastando, camina enfundado en un conjunto negro. Pantalón chupín, saco entallado, camisa con botón apenas desprendido. Como si hiciera falta, completa el atuendo con anteojos, también negros. Es como una manchita que se desplaza, leve, con ritmo, con plasticidad. Una figura que parece frágil y libre como un adolescente, o un pájaro. A veces parece que una pierna le hace trampas pero el cuerpo la absorbe, la integra, la sostiene y acompaña. 

Tal vez crea que pasará desapercibido, que los transeúntes del mediodía cordobés seguirán su ruta sin desviar la mirada. Un par de pasos le demuestran lo contrario; lo detienen, una selfie. Aparece su sonrisa blanca que se destaca en su rostro andaluz, de las Córdobas de la Vieja y de la Nueva Andalucía. No se modificó su gesto ni su estampa, aunque ahora lleve un león blanco como el de la Metro Goldwyn Mayer en la cabeza. Sigue siendo él. Aquel que salió siendo apenas un niño a perseguir sus sueños y, en el vuelo de atrapar cada uno, recorrió el mundo, para finalmente regresar al nido. Cada persona que levanta la vista y lo ve, cruza  la calle, se acerca, lo saluda, lo aplaude, pide la foto para “la patrona”,  para “mi vieja”, “mi papá no me va a creer”, “para mí, que no sabés lo que te quiero, c…”. Y él ríe, posa y derrama cariño y gratitud.

A poca distancia lo custodia una imagen similar, toda vestida de negro, con gesto solemne y perfil bajo. Apenas se relaja cada vez que alguien se acerca a rendir tributo y honores. Sabe que ese amor les hace bien, es nutricio, necesario, sanador, y con su media sonrisa corresponde  las atenciones.

El recorrido se hace interminable con tantas presencias espontáneas que le salen al cruce. Su paz interior es enorme, nada le urge, excepto satisfacer lo que le piden. Recibe y brinda, con humildad, con calma, con alegría y con una pizca de nostalgia.

Ese pequeño camino recorrido dará a todos un nuevo elemento interno. Se mostrarán las fotos en cada casa y nadie podrá dejar de lamentarse por no haber estado allí. Los que compartieron imagen con ese muchachito de pelo blanco sentirán que toda su vida los atraviesa en un instante, con la emoción aflorando en los ojos. ¿Qué les quedará a los hombres de negro de esos pocos pasos interrumpidos? ¿Tendrán conciencia del enorme respeto y cariño que les ofrecieron en el marco de las fotos “cholulas” con tonada cordobesa y olor a peperina? Seguramente sí. Vienen de caminar muchos escenarios diferentes y la experiencia se repite una y otra vez.

La permanencia en la consideración popular puede derivar del trabajo y compromiso que el artista pone en juego. La versatilidad conjugada con la excelencia hace que sus espectáculos no saturen, no decaigan, no decepcionen. Hay entrega y compromiso, pero el resto de los artistas no descuida estos aspectos, hay un componente extra que origina este vínculo especial con su público. Un componente que es preciso identificar.

Son generales las lágrimas y los carraspeos en sus recitales. Se evoca un amor adolescente o se lamenta un adiós no programado. Se cierran los puños impotentes ante la denuncia que agitan, desde la entraña de la tierra, los pueblos originarios. Se tocan las alas de los ángeles cuando se eleva la voz en forma de plegaria. Se caminan los barrios y las calles de Córdoba con Daniel Salzano y de pronto los cielos de París salen al encuentro con la boheme que se añora y que se palpa.

Toda la intensidad de su voz se despliega, desde siempre, para expresar a Ferrer o a Piazolla. Para que rompan los esquemas patriarcales los versos de María Elena Walsh o Eladia Blázquez. Con la misma osadía y seriedad acomete con Baglietto, con Palito, con Sandro o expresando a Borges, para pasar al Cuarteto Corazón sin detenerse. Cada autor conocido, ignorado, cuestionado o ponderado ha encontrado la expresión vigorosa de su voz nítida y potente, con el sentimiento puro de quien cuida un tesoro frágil.

Seguramente desconoce que entre los admiradores se cuentan muchos que incorporaron a los primeros vocablos habituales el “chicapus, chicapus” del gurisito costero que se usaba para acunarlos.

Tiene la certeza, en cambio, que las voces blancas de millones de niños cantaron el Himno Nacional guiados por su voz y acompañados por su melodía.

Dueño de la mesura del hombre de trabajo del norte cordobés, en su mirada se asoma la travesura del changuito corriendo entre olivares. La libertad lo recorre como un duende y lo habilita a jugar los más diversos roles, con la misma solemnidad y gozo. Siempre sin estridencias, sin agravios, con firmeza y con encanto.

He pensado mucho si estas palabras resultan pertinentes. Me he interrogado acerca de mis derechos y eventuales obligaciones. He dudado. Cuando los condicionamientos derivados de la exposición pública y la temeridad destructiva de voces anónimas nos paralizan, debemos reflexionar. Sólo abrigo gratitud para quienes me permitieron compartir sentires y pensamientos y la extiendo a quienes, generosamente, han realizado alguna devolución sobre lo escrito. ¡Es tan valioso y trascendente! Es la prueba acabada del diálogo consumado.

En ese sentido siento que es mi obligación para con Jairo, fundamentalmente, rescatar la plenitud que aportó con sus canciones a distintos momentos de mi vida, interpretando también que integro a otros muchos en este sentimiento.

Es mi obligación propiciar el reconocimiento al artista que es vehículo de valores que parecen olvidados. Embajador de nuestro país por su arte, recorrió el mundo y no olvidó su origen. Meticuloso en el trabajo, alcanzó fama internacional y no perdió excelencia reposando en ella.

He buscado aquello que creo lo distingue y me ha parecido hallarlo en esa tarea que me impongo a diario.

Cada mañana me reencuentro con el recuerdo de mi madre buscando palabras olvidadas que expresan antiguos conceptos que hoy se desconocen. Aunque algunos dicen que los crucigramas sirven para agitar las neuronas y alejar el Alzheimer, tengo para mí que sirven para devolvernos palabras amadas.

Así sucedió cuando la definición me desafió “ingenuidad, falta de total de malicia y de hipocresía”, y apareció «candor».

Ése es el secreto que tiene Jairo, su candor, el que lo mantiene con ojos y sonrisa de niño, a pesar del león blanco que duerme en su cabeza.

Ese candor con el que se sumerge en cada canción para entregarla húmeda de emoción y alegría.

Ése es Jairo, el trovador de Astor y Horacio, el juglar de todos los tiempos, el que toma entre las cuerdas de su guitarra y su garganta un tema musical y lo transforma en un pasaje a la gloria y el éxtasis. 

Fue su candor el que dirigió un coro de millones de argentinos diciendo que “no tendremos miedo, no tendremos miedo, no, nunca más”.

Toda la magia es posible por su candor, que lo llena de luz, aunque se vista todo de negro.

Gracias Jairo, también yo deseo que mi país sea feliz, con amor y libertad.

Comentarios 11

  1. Raul Martina says:

    Nada puede escribir con mayor certeza y sinceridad el aporte de semejante Amigo del Arte MUSICAL con todas las letras. Gracias Alicia

  2. Mary González says:

    Excelente manera de describir esta gran persona, cantante, pintor, familiero.. .y resumir todo esto y mucho más en «candor»…hermosa palabra q encierra tanto y lamentablemente ya casi no se usa…
    Admiro tu manera de describir todo lo q sentimos por nuestro querido Jairo!!!
    Gracias 💝💞

  3. Miryam Carollo says:

    Agradezco a este querido juglar por ofrecernos siempre las maravillas que ha vivido y sus hermosas canciones. También por mostrar su simpleza y el cariño incondicional de sus hijos. Que Dios lo bendiga siempre a el y a sus hijos.👏👏👏😘😘💟🎄🎅🙋👐

  4. Carmen Salomón Romero says:

    Es lo mejor de lo mejor, una persona con humildad, un gran tipo

  5. Graciela Inés Henrik says:

    Justas palabras, muy sentidas, reflejan mi admiración y respeto, por el Maestro Jairo, gracias!!!!
    Tengo varias fotos con él, no de cholula, sino de admiradora, de su voz, pero quizás más de su grandeza.
    Sigo su carrera, desde el principio, Y sé que, con profunda fé, juntos venceremos

  6. Martha says:

    Que hermosas palabras para mostrar la esencia de Jairo. Muy emotivas, como cada una de sus canciones, llegan al alma. Quiza haya muchas palabras que lo definan, pero candor es perfecta! Admiro a Jairo!

  7. Yolana says:

    Genial y muy emotiva tu descripción de ese maravilloso ser, que nunca se cansa una de escuchar, hablando o cantando. Gracias por compartirlo. Un abrazo!

  8. Jorgelina Gonzalez says:

    Conocí a Jairo en Capilla del Monte un invierno del 63 creo. Cantaba con The Twisters Boys. Me encantó su estilo y su voz y su sonrisa. Lo escuché como Marito Gonzalez y me volvió a encantar como Jairo con el Valle y el Volcán. Lo vi muchas veces y lo admiro cada vez más.
    Un abrazo Lo mejor para vos siempre. 💕 felicidades y salud.

  9. Roberto Yankilevich says:

    Artista maravilloso, transitó todos los carriles, desde Antiguo señor de los montes, hasta el Bar Unión y su incomparable Ave María, nada escapó a su poesía hecha canción.

  10. Nilda D'Aloia says:

    Quizas se vista de negro, para mermar su propia luz…

  11. Laura says:

    Un himno para repetir a cada instante hasta convencernos de que es así!!!

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