sábado 26, abril 2025
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Comercio y Justicia

El robo del cuerpo de Charles Chaplin

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Por Luis R. Carranza Torres

Sir Charles Spencer Chaplin​ falleció en la Navidad de 1977 en su residencia de Corsier-sur-Vevey en Suiza, a la edad de 88 años. Se trataba de una mansión de proporciones que ocupaba unas dos hectáreas. Había vivido allí por 25 años junto a su cuarta y última esposa, Oona O’Neill.

Fue enterrado en el cementerio de la localidad el 27 de diciembre del mismo año, bajo una profusa lluvia en una ceremonia mayormente íntima y familiar. Los lamentos a nivel mundial por la desaparición física del actor cómico y director, se trocaron en perplejidad cuando dos meses y medio después, en la madrugada del 2 de marzo de 1978, su tumba fue profanada y sustraído su cadáver.

“La tumba está vacía. El ataúd ha desaparecido”, explicó el portavoz de la policía a los periodistas que se autoconvocaron en masa a la casi siempre tranquila Corsier-sur-Vevey. Los delincuentes habían dejado la fosa abierta y la tierra removida amontonada a un costado. Uno de los empleados de su residencia resumió la consternación general en pocas palabras: “Lady Chaplin, está conmocionada. Todos lo estamos. Sólo podemos preguntarnos por qué. ¿Por qué tiene que sucederle esto a un hombre que dio tanto al mundo?”.

La policía suiza lanzó una investigación a gran escala, que incluyó a los esfuerzos de Interpol. Se sospechaba de todos y se barajaron las teorías más bizarras. Algunos señalaban al Mossad por una ascendencia judía del actor, en razón de haber sido enterrado en un cementerio gentil. Otra teoría sindicaba a un grupo pronazi que había actuado en venganza por haber ridiculizado a Hitler en su película El gran dictador. Una tercera suponía la autoría en las Brigadas Rojas u otro grupo comunista en búsqueda de publicidad para su causa, e incluso hubo alguna que entendía que era producto del accionar de fanáticos del actor que deseaban erigir un mausoleo más apropiado para él.

Días después del suceso, su viuda comenzó a recibir llamadas telefónicas anónimas en las que le demandaban 600 mil francos suizos, medio millón de euros al cambio de hoy, para devolver el cadáver. La llamada fue atendida por Giuliano Canese, el mayordomo de la residencia, un suizo italiano, formal, amable y leal. Oona O’Neill que había heredado unos 70 millones de dólares al cambio actual tras la muerte de su marido se negó a pagar el rescate, argumentando que el propio Chaplin “habría considerado esto muy ridículo”. Conforme pasaban las semanas, las llamadas de los captores no cesaron, pero sí el monto del rescate fue a la baja: 500 mil francos suizos y más tarde sólo 100 mil. 

Finalmente, se organizó una entrega ficticia del dinero. Tras el arreglo del pago, la noche indicada, el mayordomo Canese salió al volante del Rolls Royce familiar, junto a un maletín con el supuesto dinero del rescate. Pero la celada policial terminó en fiasco del modo más inverosímil: el cartero del pueblo reconoció, el Rolls de Chaplin y viendo que al volante no estaba Renato, el chófer de la familia, sino un desconocido lo siguió en su auto. La policía pensó que se trataba de uno de los secuestradores y le cayó encima. Para cuando todo se aclaró, se había malogrado la oportunidad por una secuencia de fallos digna de una película del difunto. 

Por suerte, y demostrando su impericia en el delito en cuestión, los secuestradores volvieron a llamar para fijar una nueva conversación sobre el modo de entregar el rescate. Sería el 17 de mayo, a las 9.30. 

A pesar que la Universidad de Lausana contaba desde 1909 con una Escuela de Criminología fundada por Rodolphe Archibald, la primera escuela de policía científica y una institución de primer orden en cuanto a la criminología, el método policial usado fue mucho más básico. Con meticulosidad suiza, se puso vigilancia en las doscientas cabinas telefónicas de la zona. Detuvieron entonces a Roman Wardas, un polaco de 24 años y, enseguida, a su cómplice, Gantscho Ganev, un búlgaro de 38, ambos mecánicos de autos y tan neófitos en el asunto, que terminaron por confesar casi de inmediato. El afán de lucro los había inspirado a cometer el hecho. 

El ataúd estaba enterrado en un campo de tierra agrícola, en Noville, algo alejado de Vevey, en el costado oriental del Lago Léman, que obra también como límite entre Suiza y Francia. Habían dejado algunas huellas para identificar el sitio, pero las lluvias de primavera habían borrado todas las marcas. Hubo que cavar algo por la zona hasta dar con él.

La condena judicial fue rápida: Wardas, cerebro del robo, fue condenado a cuatro años y medio de trabajos forzados. Ganev, por su parte, recibió una sentencia suspendida de 18 meses de cárcel.

El cadáver de Chaplin fue enterrado por segunda vez, en el mismo cementerio de Corsier-sur-Vevey, en una muy íntima ceremonia el 23 de mayo de 1978. Esta vez, bajo una tumba de sólido mármol.

La esposa de Wardas le escribió a Oona una carta meses después pidiendo disculpas. La viuda de Chaplin le respondió: “Yo ya los he perdonado”.

El en un último detalle de color a un episodio por demás particular, el dueño del campo estuvo oculto el ataúd más buscado del mundo durante diez semanas, hizo colocar en el lugar una placa de cemento en la que podía leerse: “Aquí descansó Charles Chaplin. Brevemente”.

Comentarios 2

  1. Jorge says:

    Excelente 👌 felicitaciones

  2. Liliana says:

    Qué buen artículo! Me encantó conocer esta historia del memorable Charles Chaplin. Felicitaciones Luis!!

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