En las postrimerías de su mandato, el presidente de EEUU encara una iniciativa destinada a preservar el liderazgo ecuménico de su país, sin sombras que debiliten las pretensiones de mantener el rol de indiscutida primera potencia que venía desempeñando desde mitad del siglo pasado.
Las iniciativas lanzadas recientemente para promover la globalización de la economía a escala planetaria que casi a la finalización de su mandato está promoviendo actualmente con mucha persistencia Barack Obama, tienen por objeto evitar su más reciente obsesión que esa ubicación de privilegio pase a ser desempeñada por China. Mediante un reportaje cuidadosamente preparado que se publicó en The Wall Street Journal, emitió una dramática advertencia sobre lo que considera es un riesgo inminente que, según su visión, hay que obviar a cualquier precio.
En tal sentido señaló con mucho énfasis que China se viene movilizando con la intención de aprovechar cualquier vacilación de las demás potencias, capitalizando los eventuales errores o debilidades de ellas en su exclusivo beneficio siempre que coadyuven a ese fin.
Fue por ello que, en términos textuales, expresó muy rotundamente que “Si nosotros no escribimos las reglas, China escribirá las reglas en la región”. Respecto a su actual motivación, apuntando al frente interno para ganar adhesiones y consolidase en él, agregó que “si nos descuidamos quedaremos al margen, tanto las empresas privadas como la agricultura estadounidense. Eso se traducirá en una pérdida de empleos en Estados Unidos”.
Por ello confesó que tiene mucha preocupación, planteando además que no sólo los republicanos sino también un grupo selecto de correligionarios que militan en el Partido Demócrata y hasta legisladores de este signo no coinciden con tal visión ni aceptan que se impulse la globalización mediante un Acuerdo General de Libre Comercio (TPP) que involucraría, por ineficiente, el cierre definitivo del Banco de Exportaciones e Importaciones.
Hizo también un dramático llamamiento para que el debate no implique, como ha estado sucediendo, una demora en la sanción aprobatoria y puesta en vigencia de las nuevas normas sobre operatoria del Fondo Monetario Internacional (FMI).
Sobre este particular insistió en tener muy presente que “lo que no podemos hacer es retirarnos” sino, por el contrario, contrarrestar con máxima firmeza “una confluencia de actividad antiglobal de parte de elementos de la derecha y elementos de la izquierda (esta última alusión, sin identificar a nadie, causó sonrisas de incredulidad en muchos legisladores) que en mi opinión constituye un error garrafal”.
Proyecto de Acuerdo Estratégico Transpacífico de Asociación Económica (TPP)
Esta iniciativa pretende que 12 países “amigos” que poseen costas sobre cualesquiera de ambas márgenes del océano Pacífico (Australia, Nueva Zelanda, Indonesia, Vietnam, Taiwán, Corea del Sur, Japón, Canadá, México, Perú, Chile y, obviamente, Estados Unidos) sumen sus capacidades para constituir un cuerpo colectivo que, además de deliberativo y resolutivo en que estén todos, posea un comité ejecutivo reducido y diligente con la misión de ejecutar lo resuelto y/o adoptar medidas de emergencia, que no pueden demorarse. En todos ellos, a los representantes estadounidenses se les encarga desempeñar una gestión operativa diaria en forma efectiva.
Se trata en esencia de un planteo tan descarnado que no disimula en nada su objetivo central de “frenar a China” preventivamente. Tampoco es accidental que se explicite en forma tan directa y sin rodeos, seguramente para comprometer desde el vamos a los potenciales asociados, pero ello no ha sido práctico ni eficaz pues a varios de ellos que mantienen estrechas relaciones de intercambio con el gigante chino, esa motivación explícita les crea dificultades que hubiesen deseado evitar. Se advierte que cundió un reclamo casi generalizado, pues son varios los que hubiesen preferido suscribirlo reservadamente, sin explicitarlo. Pero ello no constituía la forma de avanzar para su promotor, ya que en Estados Unidos hacen todo lo que pueden para lograr que se interrumpan vínculos comerciales concertados con anterioridad. Tales circunstancias han generado desencuentros y no pocas controversias de nada simple solución, en especial con algunos países situados sobre el margen occidental del océano Pacífico, pues sólo están plenamente de acuerdo Taiwán, Corea del Sur y Japón.
Las discusiones no han culminado y se prolongan dado que no son pocos los que consideran que la experiencia histórica enseña hasta ahora que los pactos sobre “libre comercio” han generado siempre fugas masivas de mano de obra especializada hacia otros países donde los costos son mas reducidos. Resulta bastante sorprendente que Hillary Clinton, ex secretaria de Estado y autocandidata a la presidencia en las próximas elecciones de Estados Unidos, se haya puesto rotundamente en contra del proyecto, pese a que su idea original se elaboró durante su gestión y contaba con su aprobación. Quedan en este caso por explicarse los motivos de un cambio tan radical de criterio, que la convierte en la más firme cuestionadora.
Su enfoque al respecto requirió que se insertaran nuevas cláusulas para que, en forma expresa, el TPP sea esencialmente “un pacto de libre comercio con fuerte grado de protección en el campo laboral y del medioambiente”, dejando constancia de que se adopta “con el objeto de que ayude a los trabajadores estadounidenses y a su economía”. En síntesis, Hillary Clinton logró que se ratificara explícitamente que son los mismos parámetros planteados en su momento por ella; admitiendo que sólo así “confía en que se puedan cumplir”. En todas estas idas y vueltas Obama no ocultó su fastidio y hasta la indignación contra los que le traban la iniciativa o demuestran recelos sobre su conveniencia y admiten tener todavía un alto grado de desconfianza; la cual parece que no han logrado superar.
El referido presidente aprovechó la oportunidad para llamar la atención sobre el hecho nada frecuente de que las reglas básicas en materia laboral están detalladamente insertas en el texto mismo del proyecto y que no se haya apelado a la metodología de hacer referencia generalizada a otras normas que puedan regir en alguno de los países que están en vías de asociarse. En este aspecto, ha tratado de superarse la conocida metodología adoptada en oportunidad de redactar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (Nafta) que data de los años 90 y suscitó muchos desencuentros al respecto.
El tratamiento y las dificultades que presenta
Es de suponer que durante la visita a Washington, a fines de abril, del primer ministro japonés Shinzo Abe, la iniciativa para crear el TPP fue tema de un profundo análisis dentro de la nutrida agenda bilateral entre ambos mandatarios. Dado que Japón, cuarta potencia mundial, es el más poderoso de todos los posibles miembros convocados. Existe la convicción de que un acuerdo previo con ese país sellará, sin lugar a dudas, la concreción definitiva del nuevo organismo proyectado que tanto insisten los funcionarios estadounidenses en convertirlo en una realidad tangible.
Con el antecedente todavía fresco y la debilidad relativa verificada respecto de aquella oportunidad en que se contó la anuencia de un superior número de integrantes del propio partido gobernante, tanto en la Cámara de Representantes (102) como en la Senadores (27) Obama sabe muy bien que en este momento dependerá de lo que decidan los legisladores del Partido Republicano pues poseen mayoría propia. En ambos casos pone el máximo énfasis en persuadirlos de que se trata de un tema sustancial de seguridad nacional presentar una posición firme y unificada frente a China.
En el terreno diplomático, los conciliábulos que se mantienen entre países con relaciones normales de larga data, es muy poco frecuente que el titular de la Casa Blanca haya dicho sin rodeos que “sólo queremos asegurarnos de que la reglas de juego nos permitan a nosotros y al resto competir”. Las fuerzas que movilizan a los diversos mercados no son estáticas y en la actualidad Estados Unidos pugna por superar una prolongada recesión mientras China, aunque a un ritmo algo menor, sigue exhibiendo un importante grado de gestión para llegar a su objetivo. La carrera está lanzada y por el momento la posible creación del referido tratado es todavía dudosa, y su contenido totalmente insuficiente para modificar los procesos en marcha y la eventual relación de fuerzas.
Dicho planteo, a juzgar por los reparos y observaciones que formulan hasta parlamentarios demócratas y, en gran medida, los interrogantes no satisfechos provienen de funcionarios de alto rango, lo cual se reitera en los otros 11 gobiernos convocados a los que se suman una sustancial cantidad de analistas y especialistas en relaciones exteriores. Obama en todo momento insistió en que si fracasa la iniciativa, China saldrá muy fortalecida sin haber hecho esfuerzo alguno. En su formulación aclaró que “No queremos que China use su tamaño para imponer sobre otros países de la región reglas que nos dejan en desventaja”.
Él se siente el “padre de la criatura” y demuestra gran contrariedad en cada oportunidad que debe enfrentar alguna oposición.
Durante la instancia de tratar de salvar la más mínima objeción, no oculta que se siente injustamente hostigado, incluso ante simples pedidos de aclaración, los cuales asume como críticas directas a su persona.
Este frecuente estado de desaliento se revela en sus reflexiones ante planteos sin relevancia que multiplican las trabas, que confiesa “lo tomo en forma personal” ya que “después de pasar seis años y medio tratando de sacar la economía del atolladero, ayudando a que la clase media pueda comprar una vivienda, asegurándome de que los planes de pensiones se recuperarán, de mejorar nuestros sistemas educativos y de capacitación profesional, de luchar por un alza del salario mínimo, por tener una industria automotriz vibrante, que después de todo el trabajo que hemos realizado en conjunto para proveer una mayor estabilidad a la clase media, creer en la retórica proveniente de algunos opositores que me acusan de destruir la clase media o destruir nuestra democracia es poco realista. Y lo saben”.
El párrafo transcripto precedentemente refleja una casi ingenua sobreestimación de su gestión y la falta total de conocimiento que posee sobre cuáles son los verdaderos y mayores poderes que operan, que gravitan decisivamente sobre la economía de Estados Unidos y en una sustancial parte del mundo.