viernes 22, noviembre 2024
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Comercio y Justicia 85 años

El nuevo paradigma del trabajo y la pobreza, según Riccardo Petrella

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Por Silverio E. Escudero

Con extrema puntualidad El Balcón actualiza su mapa de la pobreza en un intento de evitar versiones interesadas de segmentos diversos de la vida política y social. Ésa es la razón por la cual en nuestra mesa se superpone una montaña de datos que remiten a un mundo cambiante, que ha visto desaparecer esperanzas de transformación social en beneficio del culto a la competitividad cuando el orbe de apresta a amontonar, en los próximos diez años, varios miles de millones de seres humanos más, condenados a la pobreza y miseria extrema.
Algunos demógrafos y economistas señalan que estamos frente a la apertura de un nuevo período histórico distinto a los conocidos hasta ahora. Un espacio en el cual se muestra incapaz de resolver los problemas que agobian a la sociedad y, potente, poderoso a la hora de elaborar diagnósticos de una precisión superlativa.
Nada se dice, sin embargo, sobre qué hacer para derrotar el desempleo.
Quizás porque los gobiernos han perdido el control de los factores reales de la economía que permitirían resolver el drama de la desocupación. Cuadro trágico al que debemos añadir las consecuencias de los enfrentamientos armados, que generan millones de desplazados en todos los continentes que mueren de hambre y enfermedades en campos de refugiados donde falta hasta la esperanza de una vida mejor.
Vivimos en una época en la que el hombre detenta el mayor poder de la historia pero coincide con la de mayor incapacidad para resolver los problemas cotidianos.
Clamamos por mayores estándares de seguridad, controles policíacos, cámaras de vigilancia y, a la vez, nos desgarramos las vestiduras cuando la militarización de la sociedad se transforma en represión, en criminalización de la protesta social e imposición de restricciones a la libertad ambulatoria.

Los gobiernos aprietan en busca de recursos; imaginan una sociedad cada día mas bancarizada pero es dable observar cómo crece la economía informal, flexible, gris, sombría aupada por ejemplos que proporciona una clase política que no confía ni en sus propias recetas económicas y mantiene sus activos en paraísos financieros. Es decir que, tras los discursos sobre moral administrativa, florece la economía informal, el lavado de dinero y el reciclaje de los recursos del crimen, el contrabando, el narcotráfico, la trata de personas y la extorsión.
A pesar de nuestra escasa versación económica podemos advertir cómo se retrae el mercado, cómo crece la desocupación y cómo los salarios “en negro” se achican en forma pavorosa, condenando a la pobreza extrema a cientos de millones de seres humanos.
Ésa es la razón por la que, esta vez, buscamos la ayuda del politólogo y economista italiano Riccardo Petrella, autor en 1993 del Manifiesto del Agua, para averiguar el significado de las señales de los nuevos tiempos.
Mucho más cuando se debaten las bondades de la existencia de una “superautopista informática”. Y aclara Petrella que ninguno sabe a ciencia cierta qué servicios va a prestar. La única razón, sostiene, es: “si no lo hago yo, lo hace el otro y estoy perdido (…)”. “
El segundo argumento es que si los otros lo hacen, los clientes abandonarán al que no lo haga. Pero nadie invierte en cañerías de agua corriente ni qué hacer con las excretas, aunque el problema ya existe. Es la lógica de una potencia que crea crecimiento, pero a su vez crea nuevos problemas sin resolver los ya existentes. Éste es el modo de manifestar impotencia con máxima potencia”, agrega.
Petrella, reputado profesor de la Universidad Católica de Lovaina, fundador del Grupo de Lisboa y del Comité Internacional para un Contrato Mundial sobre el Agua, anota que la nueva tecnología, por definición, no es segregacionista. Podría serlo, pero la única condición que demanda es a nivel cognitivo, pero ya no es como con la primera generación de computadoras, donde había que dominar la tecnología.
“Con los juegos interactivos los chicos no tienen que leer un manual de instrucciones y pueden jugar. La verdadera revolución de las computadoras se dará cuando uno pueda usarla sin leer el manual. Yo no necesito leer un manual para aprender a manejar un auto. En ese sentido, la tecnología es liberadora. Sin embargo, la alta tecnología de hoy es la principal fuente de segregación y discusión porque su uso y valorización pasa en principio por lo mercantil: en función de la reducción de costos de producción para satisfacer las necesidades del mercado libre. Es por esa razón que la hipertecnología se convierte en factor fundamental de la civilización y de discusión social. La tecnología per se no es segregacionista. Lo era antes, en los tiempos de la industrialización primaria, donde usted dependía de la materia prima, de producir hierro donde había hierro. Japón será siempre ejemplo. La tecnología fue liberadora del condicionamiento de la materia prima física”, destaca Petrella.

Se insiste por estos días desde importantes atriles que estamos en las vísperas de una era de cambios en materia laboral. En la desaparición de antiguos oficios y la creación de otros ultra tecnificados.
Se calla, sin embargo, sobre el futuro del trabajo tradicional, el trabajo manual que florece lejos de las grandes urbes, ciudades y pequeños poblados. Ése que florece en zonas donde la revolución tecnológica es un albur.
En los planes de transformación no explicitados ¿esos hombres y mujeres tienen un nuevo destino de servidumbre, de siervos de la gleba? ¿Quién se atreve a responder esta incógnita o deberemos considerarlos como desechos de combate, efectos no queridos de la ofensiva de la automatización de la que somos apenas invitados de piedra?
Al parecer, siguiendo el pensamiento de Petrella, una de las características del sistema tecnológico del mercado privatizado es que para producir riqueza no necesitaría ocuparse de la pobreza. “Antes, para aumentar la riqueza había que ocuparse de la pobreza, y meterlos en el circuito de consumo. Hoy el sistema no los necesita, porque se puede aumentar la riqueza del mundo con más pobres”, considera el politólogo.
¿Y el riesgo social? Ése es otro problema, responde. Para él es posible que un sistema cada vez más rico funcione con un mayor número de pobres, sin estallido político-social. Pero la riqueza del mundo está aumentando sin ocuparse de los pobres. Si las consecuencias serán una explosión o una revolución, no se sabe.
“En 15, 20 ó 30 años, el mercado de consumo privilegia la producción de bienes de consumo medio-alto, en desmedro de la producción masiva. En los 70 (del siglo pasado) se decía que si Francia, Alemania o Gran Bretaña tuvieran dos millones de desocupados, sería una catástrofe, la revolución. Cada uno de esos tres países ahora tiene muchos millones más y se lucha por el mantenimiento del sistema, no por la revolución. La derecha, la extrema derecha y los pobres desempleados son los más intolerantes (…)”, afirma.

El economista destaca que los más vulnerables son los más amenazados, porque el taxista belga sí se puede sustituir con taxistas marroquíes o turcos.
También hay otros sectores medios xenófobos, pero nunca los estratos altos, porque su trabajo no lo puede hacer un inmigrante. Pero destaca que es justamente esa clase media baja la que ha sido eliminada en los últimos 30 años por la tecnología y ahora hasta el ingeniero es eliminado. Para Petrella, el ingeniero es el primero que habla de tecnología pero no sabe que mañana esa misma renovación lo eliminará a él mismo.
“Habrá nuevas categorías de ingenieros más jóvenes y nuevas tecnologías. El número de jóvenes ingenieros es mucho más grande que la capacidad de absorción del mercado. Entonces el ingeniero joven elimina al de 50 años. Pero de todos modos 60% de los ingenieros jóvenes no tiene trabajo. Pero el problema central es el de la distribución. El mundo tiene una lógica de producción de riqueza, pero carece de lógica de distribución”, concluye.

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