Los pasados días 29 y 30 de septiembre se llevó a cabo en la localidad de Unquillo la séptima edición de la tradicional Feria del Libro, organizada por el Instituto Educativo Nuevo Milenio.
Cabe destacar que existen diversos tipos de “ferias del libro”. La más clásica entre nosotros es la que se abre al público en general y pone el acento en el contacto entre lectores y autores, pensada como un evento cultural. También existen las de tipo “profesional-editorial”, en las cuales el encuentro ocurre en el ámbito empresarial y se negocian derechos de publicación, poniendo el acento en los aspectos más comerciales del libro. Guadalajara o Frankfurt son muestras de ese tipo de ferias. Y, por último pero no menos importantes, se encuentran las de carácter “escolar” o “educativas”. La ocurrida en el Instituto Nuevo Milenio pertenece, por propio y ganado derecho, a esta última categoría.
Hubo actividades para todos los gustos: talleres de historietas, de dibujo, sobre guiones narrativos y de crítica literaria, presentaciones de libros, un curso breve sobre mitología griega, otro de introducción al latín, un tercero sobre historieta argentina, una charla-taller sobre violencia de género y trata de personas, así como dos paneles de charla y discusión literaria con novelistas.
Desfiló en las dos jornadas un profuso cúmulo de personalidades de nuestra cultura literaria y afines, entre los que podemos mencionar a Graciela Bialet, Carola Ferrari, Rogelio Demarchi, Roberto Lapid, Mirta Fachini, Brianna Callum y Luis Carranza Torres (sí, el que escribe con Carlos una columna en este diario), por citar sólo algunos.
La amabilidad y contagioso entusiasmo de organizadores, como Carolina Pesasi, Agostina Chiavassa o Pablo Llanos, es digno de destacarse. Así como de muchos otros a quienes, por lo frágil de la memoria, no podemos mencionar pero que lograron profundizar en la edición de este año el suceso de las ediciones anteriores.
Es fabulosa la sinergia que se establece al “armar” una feria de este tipo dentro de una institución educativa. Más sí, como pudimos ver, se la integra dentro de las actividades escolares. No sólo es un modo distinto y creativo de enseñar. También se trata de un evento cultural gratamente enriquecido con las ganas, la curiosidad y la pasión propia de los educadores y educandos.
El resultado es un concepto novedoso que navega con éxito entre lo educativo y lo cultural, con un pie en cada ámbito y nutriéndose de ambos. Un mérito indudable de su organización que obtiene un muy buen resultado sobre la base de ponerle ganas al evento. Por supuesto, como todo emprendimiento en construcción original, se lo ha edificado aprendiendo sobre la marcha.
En muchos aspectos, nos recuerda la “prehistoria” de las ferias del libro en nuestro país. Especialmente en lo ocurrido a partir del año 1971, cuando se comenzó, de parte de los actores culturales, a buscar otros medios no tradicionalmente para la difusión del libro y la actividad de la lectura. Desde ese año y hasta el establecimiento, en 1975, de la Feria “oficial” del Libro de Buenos Aires, se organizaron durante los años 72, 73 y 74 nada menos que 35 ferias de libros en calles, parques y plazas, tanto de la ciudad de Buenos Aires como de otras en distintos puntos del país.
Los libros se exhibían en rústicas mesas, por lo general asentadas sobre caballetes, levantándose además en tales sitios tablados donde se leían textos y se llevaban a cabo distintas representaciones artísticas, desde el ballet y música hasta representaciones teatrales, a la par de conferencias sobre el particular.
La feria de Unquillo es una digna heredera de ese espíritu. Y un evento cultural que año a año se consolida con una personalidad propia, mostrando una vocación de permanencia, crecimiento y diversidad de propuestas culturales, que a más de una feria “oficial-estatal” le gustaría tener.
* Abogado. Doctor en Ciencias Jurídicas. ** Abogado, magister en Derecho y Argumentación Jurídica