“En la realidad económica actual, las cosas valen más por el entorno que por las cosas mismas. Una casa muy linda en un barrio muy feo vale poco y una casa muy fea en un barrio muy lindo vale mucho. El entorno es el que le da valor a las cosas. Decía Alberdi: ‘Si los empresarios no se meten en los asuntos públicos, pagan su pereza con su fortuna”.
(Gustavo Lazzari, empresario gastronómico)
El epígrafe que acompaña al título del presente artículo sintetiza lo que piensa un empresario sobre la crisis de Argentina, deduciendo que frente a un contexto degradado por erradas políticas de Estado, es imposible generar crecimiento económico y desarrollo social integrador y sustentable. Debemos dejar de ser simples observadores y comprometernos con los asuntos públicos, sobre todo si queremos que nuestras inversiones no se pierdan por indolencia. El que no se involucra en los asuntos públicos, no defiende ni su empresa ni lo que produce.
Esa misma postura la encontramos en la mayoría de los sectores que ya no creen en las propuestas de gobiernos de imposiciones y exclusión sistemática de la sociedad de las definiciones estratégicas, esto agravado por inconcebibles especulaciones electorales que sólo sirven a intereses particulares o corporativos y no al interés general de los argentinos.
Durante años hemos votado los recambios gubernamentales según las opciones que se presentaron, midiendo sólo al hombre o mujer que encabezó las boletas de los partidos y coaliciones, y comprobamos posteriormente que los poderes del Estado de derecho -fuera el gobierno del signo que fuera- siguen conviviendo bajo el privilegio constitucional que los protege de errores y fracasos. El Poder Ejecutivo, la Justicia y el Congreso muy pocas veces resuelven la problemática que íntegramente nos aqueja, porque nunca obran como auténticos representantes del pueblo.
Comprobamos además cómo este proceso de decadencia e incapacidad institucional es aprovechado por corporaciones monopólicas que van consolidando día a día un mayor poder de concentración económica y financiera, y de sectores que, acosados por la pobreza y la desocupación, incrementan sus movilizaciones, pudiendo recibir planes ya que las soluciones estructurales nunca llegan.
Desintegración
De esta realidad hoy distinguimos claramente dos realidades en nuestra sociedad: una que comprende casi una mitad que sobrevive como pobre o muy pobre y otra mitad que abarca sectores que por ahora califican como clase media, media alta y alta; perversa distinción de una sociedad desestructurada impuesta por cerrados conceptos inmorales. En definitiva, convivimos bajo un régimen de clara injusticia social, más aún comprobando las posibilidades desaprovechadas que dignamente nos brinda Argentina.
Esta ignominiosa realidad que sectores concentrados de la economía califican como el peso nefasto que incrementa el déficit estatal sólo se soluciona estableciendo un plan estratégico nacional que restituya el trabajo, la producción, la salud, la educación, etcétera. Es decir, el recupero de una existencia con igualdad de oportunidades para todos.
Frente a un oscuro contexto, es fundamental que las entidades intermedias identificadas como cámaras, asociaciones, gremios, etcétera -a su vez-, rompan el cepo que las contiene encerradas en sus propias problemáticas y se decidan a protagonizar un cambio de época, perfilado por las tesis esenciales que necesita la sociedad a la que pertenecen.
Esto nos posibilitará pergeñar planes o agendas superadoras porque -ante un contexto completamente adverso- en primer lugar debemos solucionar las causales de la crisis estructural en lo económico, político y social; y en segundo término, porque ética y moralmente sabemos que ningún sector se podrá realizar, independientemente de la constelación mayor que lo contenga.
Separatismos territoriales
Este otro acontecimiento, que ya fue adelantado en uno de mis anteriores artículos, va dejando secuelas a partir de extremar el uso de las autonomías pretendiendo defender intereses de gestiones y poblaciones como si fuesen de otra nacionalidad. Los habitantes de cada provincia o municipio fuimos desarraigados de los derechos y obligaciones que nos corresponde ejercer y cumplir por ser argentinos, habitando territorios de una misma nación.
Pero gracias a estas incongruencias, muchos gobernantes las utilizan para asegurar su poder, aunque ello genere una Argentina dividida y no integrada por provincias productoras de distintos recursos y manejadas discrecionalmente por disímiles expresiones partidarias, defendiendo y promoviéndolas como si fuesen dueños exclusivos de ellas.
Las coaliciones político-partidarias también aprovechan esta especie de diáspora para llevarlas hacia una concentración de las decisiones en muy pocos dirigentes, quienes ejercen el rol central de la confrontación permanente que sufrimos, que nos aleja de los temas esenciales que afectan al país en su conjunto. De esta forma, Argentina queda a merced de dichas estrategias sin que nadie pueda quitarles el privilegio de ser fieles exponentes del dividir para reinar.
Unidad
Corremos el riesgo de convertirnos en una sociedad desarticulada, en la que cada sector organizado “haga la suya”, sin cumplir con la trascendente misión que como sectores o dirigentes le debemos al país. Fuimos lesivamente afectados por confusiones que nos llevaron a creer que sólo los gobernantes deciden y perfilan nuestro futuro, quienes deciden pagar o no pagar lo que debemos, quienes determinan que debemos hacer frente a la pandemia, etcétera, ignorando nuestra capacidad y posibilidad de discernir como comunidad integrada responsablemente.
Descreen de la conciencia social que posee el pueblo argentino y de la capacidad de construcción política que tienen las miles de organizaciones intermedias que constituyen lo que muchos denominan expresiones de una comunidad organizada. Resulta una aberración que un Estado resentido en su potestad por graves estigmas políticos, económicos y sociales, quede sin el apoyo incondicional de su pueblo por haber sido despojado del sentido de pertenencia a un proyecto trascendente. ¿Y por qué?
Porque a partir de estas circunstancias y frente a un mundo convulsionado, deberíamos estar consensuando un plan de proyección estratégica pospandemia que le dé clara existencia a una Argentina de pie como clara señal de una nación libre, independiente y soberana, para no quedar a merced de cualquiera de los imperialismos que pugnan por un nuevo orden mundial.
Por lo tanto, resulta imprescindible integrar a la sociedad en los organismos de decisiones estratégicas para instituir un programa de finalidad común con el propósito de cambiar lo caduco y perimido y establecer las bases de un crecimiento económico y desarrollo social integral, sustentable y respetuoso de la armonía entre la existencia y proyección de nuestra sociedad y el cuidado del medio ambiente. Hoy, el futuro nos plantea la ineludible necesidad de la integración público-privada y de lo esencial que resulta el impacto que las políticas públicas produzcan en el territorio donde habitan las comunidades.
Un cambio
Por lo expuesto, debemos persuadirnos de que es fundamental establecer una instancia institucional que nos conduzca a un cambio del modelo democrático, comenzando por una gran convocatoria a una concertación de los sectores nacionales en torno a un programa de finalidad común, permitiendo armonizar intereses particulares en la concreción de un plan estratégico nacional.
La concertación debe comenzar reconociendo al conjunto de sectores que constituyen la sociedad, que responden a intereses permanentes; ejerciendo responsabilidades en el cumplimiento de misiones indispensables y concurrentes a la comunidad, convencidos de que cuando ello ocurra, cada parte logre realizar los propios.
La concertación determinará los aspectos que impliquen un camino de integración, equilibrio y armonía establecidos mediante los siguientes capítulos:
- Determinación de los objetivos: decidir un programa de finalidad común que integre a los actores del conjunto social que sean fieles representantes de los respectivos intereses.
- Sujetos de la concertación: organizaciones Intermedias con intereses permanentes identificados con la misión al servicio de la sociedad en su conjunto.
- Agenda de la concertación: desarrollo temático que guíe y ordene el tratamiento de los asuntos relacionados con el programa de finalidad común.
- Organización de la concertación: organización y funcionamiento de la concertación. Participación de sus integrantes, equipos técnicos y administrativos, canalizados por los organismos del Estado.
- Institucionalización de la concertación: formulación del marco legal que le otorgue una instancia institucional para que los actores reconocidos de la dinámica social participen en las políticas públicas.
(*) Presidente del Foro Productivo Zona Norte (FPZN)
Totalmente identificada con el análisis,la dificultad esta en que algunos sectores sociales,gremiales,económicos y políticos,hablan de concertación pero a la hora de ir a la mesa anteponen falsas diferencias “ideologicas”,para no acordar políticas publicas, y mantener un pedazo de poder que les permite flotar,renunciando a la posibilidad de navegar todos juntos para encontrar el desarrollo con justicia social.puede llamarse facilismo comodidad o egoismo,pero si no lo hacemos no tenemos porvenir. Felicitaciones por el artículo mejor dicho por todos los artículos.