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El más extraño reencuentro en tribunales

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La vida tiene sus vueltas también en el ámbito de la justicia. El destino la puso a juzgar a la persona menos pensada de su pasado.

Por Luis R. Carranza Torres

Que la vida te da sorpresas, como dice la canción, y que hay reencuentros por demás extraños son dos cosas que el destino de encarga de recordarnos cada tanto. Y que, al suceder, nos deja en ocasiones tan sorprendidos como conmovidos.

Le pasó, por ejemplo, a Mindy Glazer, jueza del condado de Miami Dade en los Estados Unidos, en un día de junio de 2015. Esa fecha, entre los casos que debía atender en la sesión de su tribunal criminal, tuvo la de un afroamericano de su misma edad, que compareció ante su estrado vistiendo el traje naranja del Centro de Detención Metropolitano Oeste del condado.

Su rostro parecía nervioso y preocupado. Pero Mindy creyó reconocer a alguien en esa persona, llamada Arthur Booth. Un convicto reincidente que concurría, por la fuerza pública de la ley, ante su tribunal por un cargo de robo.

De acuerdo con los registros, Booth había robado un auto y se había dado a la fuga. Antes de ser detenido había causado dos accidentes de tránsito. No era la primera vez que le sucedía eso. Registraba antecedentes de otros similares y por posesión de drogas. De sus 49 años de edad, había pasado casi la mitad de su vida adulta en prisión a causa de tales hechos.

“Tengo una pregunta para usted, señor Booth: ¿fue al secundario Nautilus?”, le preguntó la jueza al hombre que estaba por juzgar.

Entonces el hombre descubrió lo mismo que ella pensaba desde hacía rato.

“¡Oh, dios mio!”, fue su sorprendida respuesta. Al inicio se sonrió con un dejo de nostalgia pero luego se quebró y comenzó a llorar.

Ambos habían ido a la misma escuela de lo que aquí en nuestro país sería el equivalente del nivel secundario.

“Lamento mucho verlo hoy aquí. Siempre me pregunté que le había pasado”, le dijo la jueza con una expresión de verdadera pena.

En ese tiempo que ambos compartieron en la Nautilus Middle School, una de las mejores de Miami Beach, Arthur fue una persona muy diferente de la que ese día forzadamente debía presentarse en la Corte. Había llegado a esa escuela por sus brillantes calificaciones. Sus padres, trabajadores medios, no podían creer la capacidad innata de su hijo, que por entonces había aprendido el idioma español por sus propios medios.

Booth no sólo era inteligente. Se trataba además de un niño vivaz, alegre, amable con los demás y muy solidario. Destacaba especialmente en física y matemática, siendo su sueño para “el día que fuera grande” ser neurocirujano.

Mindy, compañera suya de clase, no se destacaba tanto, pero estaba entre los buenos alumnos. Si bien en un primer momento quiso ser veterinaria, luego cayó en la cuenta que su vocación era el derecho.

Luego de salir de la escuela, en tanto Mindy estudiaba en la University of Miami, recibiendo su grado de Bachelor en 1988 para luego cursar sus estudios de jurídicos en la St. Thomas University School of Law, obteniendo en 1991 su título, Arthur caía en una serie de adicciones. La primera de ella, el juego y luego el crack. La combinación de ambas lo llevó directamente a la senda de una serie de delitos. No era un criminal violento al inicio, robaba casas vacías para conseguir dinero. Hurto y posesión de drogas fueron los principales cargos por los que lo apresaron en distintas circunstancias. Para cuando Mindy se recibía de abogada, Arthur estaba en la cárcel, condenado a veinte años aunque luego fue liberado a mitad de la pena.

Si bien en la cárcel logró dejar las drogas, tras su liberación Arthur volvió a reincidir en el robo de casas. Estuvo preso otra década, hasta que se fugó en el año 2000. Por ese tiempo Mindy cerró su oficina de práctica privada “Law Offices of Mindy S. Glazer” tras conseguir ser electa como jueza.

Década y media después, su ex compañera no se privó de expresarle cómo lo recordaba: “Eras el chico más amable de la escuela. Eras el mejor niño de nuestra escuela. Yo solía jugar fútbol contigo y con los demás niños. Te veo ahora y siento mucha pena por lo que te haya sucedido”.

Esas palabras terminaron por desencajar a Booth que no dejaba de decir “Oh, mi Dios”, en tanto se agarraba el cabeza con las manos, totalmente desconsolado.
La escena fue filmada en por el canal de la Corte y se viralizó pronto en todas las redes sociales.

Tras decirle que esperaba que esa emoción le sirviera para reencauzar su vida, la jueza Glazer fijó en varias decenas de miles el monto de la fianza para que permaneciera libre en tanto su caso llega a juicio. Luego de eso, Mindy, la que había sido compañera suya, la pagó de su bolsillo.

Se trataba de una lección y una oportunidad de mejorar las cosas. Casi todos sus famliares le aconsejaron a Arthur que no la despreciara.

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