jueves 21, noviembre 2024
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Comercio y Justicia 85 años

El letrado que amaba a los caballos

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Por Luis R. Carranza Torres

En no pocos sitios se le tiene por médico veterinario, cuando en realidad se formó y ejerció en el derecho. Pero es cierto que fue con los métodos de cura de dichos animales que pasó a la historia. 

Nació en Lyon el 27 de marzo de 1712. Su padre, Pierre Bourgelat, era una personalidad destacada en la ciudad, un rico comerciante de seda quien, además, fue un oficial del gobierno desde 1707. Su madre, por su parte, era hija de un procurador del rey. Tuvo una niñez marcada por grandes pérdidas: la muerte de su padre cuando tenía sólo siete años de edad y la de su madre, a los 11 años. 

Como destaca Javier Pedraz Hernández en su obra Claude Bourgelat y la primera Facultad de Veterinaria en Europa, nació “en una época de profundos cambios sociales y científicos en Europa. Desde muy joven, mostró un interés excepcional por el mundo ecuestre, lo cual no sólo definiría su carrera sino también el futuro de la medicina veterinaria. Aunque originalmente se formó en derecho, siguiendo la tradición familiar, su pasión por los caballos lo llevó por un camino diferente, uno que eventualmente transformaría la comprensión y tratamiento de los animales en la sociedad”.

En opinión de Emilio Gimeno en su trabajo El legado de Bourgelat a la veterinaria moderna, escrito con motivo de los 250 años de la iniciación de los estudios de la medicina veterinaria: “Claude Bourgelat, fundador de los estudios académicos en veterinaria, fue una inquieta personalidad típicamente burguesa, propia de la Francia borbónica del Siglo XVIII.”

Mucha de esa inquietud fue transversalizar ciertos métodos, incluso empíricos, para que adelantaran el conocimiento de otras ciencias. Tal como expresa Pedraz Hernández: “La educación formal de Bourgelat se desarrolló en el ámbito del derecho, lo que le proporcionó una base sólida en análisis crítico y argumentación. Sin embargo, fue su educación no formal, aprendida en las caballerizas y en contacto directo con los animales, la que verdaderamente moldeó su visión del mundo. Este conocimiento práctico, combinado con su formación jurídica, lo preparó de manera única para abordar los desafíos de su tiempo con una perspectiva innovadora”.

En tal sentido, la pasión por lo ecuestre no se limitó al manejo y cuidado de los caballos, sino que se extendió asimismo en un profundo interés por su anatomía y las enfermedades que los afectaban. Al reconocer la falta de conocimiento científico en este campo, Bourgelat se dedicó al estudio autodidacta de la anatomía y fisiología animal, estableciendo las bases de la ciencia de la medicina veterinaria.

Gran influencia de ese amor por los equinos lo tuvo su paso por el cuerpo de mosqueteros. Sí, el de D’Artagnan, Athos, Porthos y Aramis, los tres mosqueteros que eran cuatro en verdad. 

Es que por los problemas económicos de la familia luego de morir su padre, a los 12 años de edad y hasta los 17 fue ayudante en el cuerpo de mosqueteros, dedicado entre otros menesteres, a cuidar de sus cabalgaduras. Luego de estudiar derecho, entre los 21 y 27 instala con singular suceso un estudio de abogado en Lyon, que le hace entrar en contacto con la alta burguesía y la nobleza de tal lugar. 

Tales relaciones le permitieron materializar esa pasión suya por los caballos. En particular, la amistad con el Conde de Armagnac, que como gran ecuyère de Francia lo designó ecuyère real diplomado, cargo que le permitió fundar y dirigir a la Academia Real de Equitación en 1740. Para entonces, su fama de hipiatra comenzó a superar a la de abogado. La publicación en 1744, de su libro El nuevo tratado de caballería, con un enfoque analítico del estudio del caballo, le granjeó la fama en Francia y Europa.

Pero, sin lugar a dudas, el más recordado de sus logros es la fundación del primer instituto superior de enseñanza veterinaria en Lyon en el año 1761, la Escuela Nacional Veterinaria de Lyon, que hoy lleva su nombre. Una institución que no sólo supuso un hito para la educación veterinaria sino también para la práctica moderna de la veterinaria sobre bases científicas. En 1765 fundó asimismo la Escuela Veterinaria de Alfort, cerca de París. 

Bourgelat además destacó como un pedagogo experto en la anatomía y la medicina equina, áreas sobre las que también investigó y escribió. En 1761, publicó Eléments de l’art vétérinaire, que se entiende como la primera obra de medicina veterinaria científica.

Como dice Emilio Gimeno: “Usando la capacidad de razonamiento del abogado y la experiencia que había adquirido en caballos como mosquetero, Bourgelat, se transforma en el primer estudioso del caballo con criterio sistemático”.

Su labor mejoró la comprensión de las enfermedades de los caballos, a la par de establecer métodos de tratamiento más efectivos. Avances nada desdeñables en una época donde el transporte en general y la producción agrícola en particular dependían de los caballos. 

Se lo considera por eso el fundador de la hippiatrica, la medicina de caballos, en Francia. Fue nombrado además miembro de la Academia de las Ciencias Francesa y de la Academia Prusiana de las Ciencias. También contribuyó a la redacción de los volúmenes IV, V, VI y VII de L’Encyclopédie.

Para cuando muere, el 3 de enero de 1779, su visión y dedicación había inspirado no sólo la creación de escuelas veterinarias en otras partes de Europa sino también cambiado el enfoque, la educación y la práctica en el campo de la veterinaria. 

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