El inodoro, o retrete, es una invención fundamental para el saneamiento y la higiene personal. A lo largo de la historia, ha evolucionado significativamente desde sus orígenes más rudimentarios hasta los modelos modernos que conocemos hoy en día.
Los primeros sistemas de eliminación de desechos humanos datan de civilizaciones antiguas como la de los asirios, los griegos, los romanos, y los habitantes de la antigua India y China.
La historia del retrete se remonta 4.000 años en la historia. Fue en la isla de Creta, en el palacio real de Cnosos 2000 a. C, donde se han encontrado vestigios de lo que podría haber sido el primer inodoro de la historia, éste resultaba lo más parecido a una tasa montada sobre un canal de desagüe vinculado a una cisterna o depósito.
En la Roma del siglo I d. C. ya había instalaciones que se utilizaban para hacer sus necesidades. Aunque quien inventó el inodoro utilizó un sistema de desagüe muy diferente, existió en época romana un concepto de urinarios públicos llamados columnas mingitorias. Durante siglos, los orinales se vaciaron por las ventanas, propagando de esta manera enfermedades, fétido olor e infecciones. Estas letrinas públicas dejaron de utilizarse tras el colapso del Imperio Romano, lo cual generó un clima de insalubridad que trajo consecuencias terribles.
El Primer Inodoro Moderno se data de 1597, un tal John Harrington, noble inglés que perteneció a la corte de Isabel I, maestro del arte y poeta, creó el primer depositario fecal contemporáneo del mundo.
Este inventor creó el concepto de la taza en un lugar apartado y con un sistema de vaciado para evacuar los desechos. Fue uno de los primeros ejemplos de saneamiento en la historia. Según algunas fuentes, dicha estructura la habría diseñado por encargo de la propia reina Isabel I.
Sin duda alguna, Harrington era un hombre adelantado a su tiempo. Las personas que lo rodeaban consideraron que era un invento ridículo y completamente prescindible. Como consecuencia de la burla generalizada, la Reina Isabel I le negó la patente de su invento y, por ello, no puedo llevarlo a cabo. Fue así que el retrete cayó en el olvido durante más de dos siglos y su creador no logró reivindicar su invención, histórica e innovadora.
¡Año 1775, por fin la patente del water closet! Alexander Cummings desarrolla el diseño del inodoro moderno tal como hoy lo conocemos; y no invirtió tiempo y esfuerzo en vano; por el contrario fue quien finalmente patentó el primer sistema de water closet, un inodoro con una trampa en forma de “S” para evitar que los gases los olores.
Sin embargo, fue Thomas Crapper, un fabricante de sanitarios británico del siglo XIX, quien popularizó y mejoró el diseño del inodoro moderno. Crapper agregó el sifón – una tubería en forma de “S” que conectaba el retrete con la toma de agua- esto permitía limpiar los desechos y acabar con el olor. Por esta razón, llamamos al retrete inodoro (“sin olor”).
La importancia de patentar invenciones radica en varios aspectos fundamentales que benefician tanto a los inventores como a la sociedad en general. En primer lugar, la patente otorga al inventor derechos exclusivos sobre su invención, impidiendo que otros la utilicen, fabriquen, vendan o importen sin su autorización. Se protege la inversión de tiempo, esfuerzo y recursos que el inventor ha dedicado.
A lo largo de los siglos XIX y XX, han sido patentadas mejoras significativas en la estructura del inodoro, como las trampas de agua para prevenir olores, los sistemas de descarga más eficientes y los diseños ergonómicos. Estas innovaciones han contribuido enormemente a la comodidad y eficiencia de los inodoros modernos, lo cual genera y fomenta la competencia en el mercado, donde los consumidores pueden elegir entre una variedad de productos mejorados y adaptados a sus necesidades específicas.
En nuestros tiempos, las patentes han jugado un papel importante en el desarrollo de inodoros más eficientes en el uso del agua y ambientalmente sostenibles. Innovaciones como los inodoros de bajo flujo y los sistemas de reciclaje de agua han sido patentados para abordar preocupaciones ambientales y de sostenibilidad.
La evolución del inodoro ha sido constante desde el siglo XIX hasta la actualidad, con mejoras en la eficiencia del agua, la higiene, y el confort. A lo largo de la historia, fueron muchas las personas que contribuyeron con mejoras significativas en los componentes y sistemas de descarga, de esta forma, se han ido modernizando y agregando nuevas tecnologías a los inodoros, logrando así una mayor competencia dentro del mercado.
En resumen, podemos concluir que el patentamiento del inodoro ha sido crucial para promover la innovación, mejorar la calidad de vida y contribuir al desarrollo de infraestructuras sanitarias más eficientes y seguras en todo el mundo. Es un ejemplo destacado de cómo la protección de la propiedad intelectual puede tener un impacto positivo significativo en la sociedad.
(*) Agente de la propiedad industrial
(**) Abogada