Luego de un par de años de eclipse e incentivados por Rusia, los cinco componentes del agrupamiento vuelven a darle un nuevo impulso con el objeto de evitar el contagio recesivo que caracteriza la actualidad de las principales economías occidentales.
Se trata, sin duda, de una poderosísima asociación que concentra alrededor de 40% de la población mundial, figurando cuatro de sus miembros dentro de las diez más importantes del planeta en función de su producto bruto interno. Éstos fueron sus fundadores y luego decidieron incorporar a Sudáfrica como quinto integrante para contar con la representación del continente africano, además de Latinoamérica, Europa y Asia.
Según datos proporcionados por el Anuario del Banco Mundial, China es el cuarto entre los países más extensos del planeta, con 8.568 miles de km2 y una población de 1.377.7 miles de habitantes que lo convierten en el con mayor población (160,8 p/ km2); mientras que India, con apenas 3.287 miles de km2 exhibe un promedio de 328,9 por km2.
Completan el quinteto Rusia, el más extenso de todos, con 17.098 miles de km2 (en Europa y Asia) pero apenas 139 millones de habitantes, con clara tendencia a su reducción pues en 1990 eran 148,4 millones, con un promedio de 81,3 p/km2. Luego Brasil, con 8.515 km2 y 202,4 millones de habitantes pero con un muy exiguo promedio de sólo 23,8 habitantes p/km2. Por último, se ubica Sudáfrica, con una superficie de 1.219 miles de km2 y una población de 51,1 millones de habitantes (41.9 p/ km2).
En la actualidad China reviste desde mediados de 2014 el rol de la mayor economía ecuménica, siempre medidas por la dimensión de su respectivo producto bruto anual, habiendo desplazado a Estados Unidos de ese lugar de privilegio, además de ser el miembro más prominente del Brics. No obstante, en Beijing prefieren no asumir ese carácter y sostienen que sólo lo harán cuando la cuantía de su población no gravite tanto y prevalezca el haber superado a todos por su producto bruto por habitante, lo cual calculan lograr para fines del año 2025.
India, que ha logrado colocarse en el tercer lugar en el orden ecuménico, precediendo a Japón y Alemania, exhibe una problemática única. Dentro de los límites de su territorio, aproximadamente de un tercio de su población, alrededor de 350 millones de habitantes, corresponden a un área de gran avance tecnológico en especialidades muy sofisticadas y la exportan en 70% al mundo, irradiando a esa parte de su población un elevado nivel de vida; mientras una amplia mayoría de 850 millones se debate en la más extrema miseria.
En cuanto a Rusia y Brasil, escalonados como sexto y séptimo –respectivamente- entre los diez primeros países del orbe, son los que han integrado el cuarteto desde el inicio, mostrando su voluntad de desempeñar un rol protagónico en los más variados ámbitos temáticos que preocupan al planeta. Del último miembro, Sudáfrica, ya se han relatado las causas que movieron a su convocatoria, pero debe subrayarse que es primer proveedor de ciertos minerales y piedras preciosas.
La última convocatoria
Fue Rusia en esta oportunidad la que promovió la reciente reunión, concretada para principios del corriente mes en la lejana ciudad siberiana de Ufa, situada nada menos que a 1.300 kilómetros al este de la capital Moscú; habiendo, además, presidido las deliberaciones aunque lo trascendido de ellas es muy poco. Seguramente, aunque con rigurosa reserva, se trató y evaluó el significativo alcance que puede llegar a tener la abrupta exclusión que se hizo de ese país por parte del denominado “Grupo de los Ocho”, en represalia por su cuestionada participación en el conflicto de Ucrania y la ocupación militar de la península de Crimea.
Resulta paradójico que -habiendo anunciado Rusia que acordaría máxima prioridad a sus relaciones con las principales potencias de Asia- el comercio exterior con ellas en los últimos años haya mermado considerablemente en su volumen, mientras que el que realiza con Estados Unidos no sólo continuó sino que lo hizo con marcado ascenso. Por lo tanto es obvio que con respecto a este país se mantiene expectante, otorgándole un trato prioritario, pero desea intensificarlo con los consocios del grupo.
En febrero pasado se realizó el Foro Económico de Krasnoyarsk y, en su transcurso, el viceprimer ministro, Arkadi Dvorkóvich, declaró solemnemente que estaban empeñados en concitar a otros proveedores y clientes, especialmente entre los países que tienen costas sobre el océano Pacífico e incluso en toda la extensión de Sudamérica. A renglón seguido dio una formal bienvenida a todos los que en su país se decidan a acrecer la inversión. En tal sentido, subrayó enfáticamente que la conformación del Brics es especialmente apta para alcanzar el fin de conquistar nuevos socios comerciales.
La composición de dicho grupo corresponde exclusivamente a economías emergentes o en desarrollo que también integran otras entidades internacionales, aunque las experiencias anteriores demuestran una relevancia cada vez mayor del Brics durante los períodos de inestabilidad económica generalizada que se caracterizan por la “alta volatilidad” en el área financiera. El turno para presidirlo, para todo 2015, corresponde justamente a Rusia, por lo cual Vladimir Putín y sus funcionarios han encarado con ese objetivo frecuentes viajes de al exterior con la intención de ampliar el escenario de su gestión y el prestigio intrínseco del grupo.
Cabe recordar su llegada a nuestro país del año pasado, oportunidad en que se suscribieron tratados de intercambio e inversión en construcción de centrales energéticas por un equivalente a US$21.700 millones. Paralelamente también permitieron asegurar la colocación de productos agrícolas argentinos por cifras cada vez más elevadas, pues Rusia se ve obligada a sustituir proveedores europeos que le han interrumpido la provisión de cereales, oleaginosas y carnes en represalia por su rol en el precitado conflicto por Ucrania.
Hasta la fecha, el principal destino y también proveedor externo de Rusia ha sido Estados Unidos (US$29.200 millones) pero se teme la actitud de este país aplicando sanciones que dificulten esa relación. Debido a ello han tratado de estrechar vínculos con China y el primer logro ha sido la suscripción de un acuerdo por el término de 40 años para proveerle petróleo y sus derivaos en gran cantidad; realineando así el destino que antes era Alemania. Seguramente por esa vía procurarán intensificar las operaciones recíprocas que en el primer trimestre de este año habían registrado una sensible caída interanual de 33,6%.
El objetivo, según lo anunciado, busca ampliar el comercio en ambas direcciones, intentando llegar, en su total general, a no menos de US$100 mil millones durante el corriente año (de los cuales, US$14.400 millones surgen de operaciones con Brasil). Obviamente, la relación que tiene como protagonista a India es de mucho menor volumen -pero, aun así- revisten importancia, En 2014, el intercambio llegó a US$9.500 millones; con Brasil, a US$6.000 millones y, con Sudáfrica, se espera que en 2015 ascienda a US$2.000 millones.
Los analistas especializados sostienen unánimemente que existen problemas de logística que traban la intensificación del intercambio en gran escala, especialmente cuando las partes están situadas en distintos continentes. De todos modos China y Rusia se han empeñado en abrir y consolidar las relaciones con nuevos mercados en todos los continentes. China ha avanzado velozmente en su desarrollo industrial durante las dos últimas décadas y sus planes hasta 2030 demuestran su firme voluntad de seguir liderando el crecimiento de la economía en el planeta. Hasta la fecha se empeñó preferentemente en adquirir en el exterior materias primas y alimentos pues la producción local de estos bienes e insumos es insuficiente.
Inversiones y radicaciones en el exterior
Si bien India y Sudáfrica no se distinguen por su vocación a realizar inversiones de cierta magnitud en el exterior y las de Brasil se circunscriben a países vecinos, China y Rusia, en cambio, vienen desarrollando intensas actividades en ese sentido, las cuales les dan presencia mundial. La primera dispone, por con un importante margen, de las mayores reservas monetarias del planeta con nada menos que US$3.470 billones (el segundo es Japón, con “apenas” US$1.360 billones) y ello la induce a diversificar sus actividades, aunque sea en forma parcial.
Los chinos comenzaron ese tipo de actividades en África, donde -con buen criterio- las alentaron, ampliándolas en 12 países de ese Continente; los cuales recibieron, en conjunto un total US$78.600 millones. Su segunda incursión se concretó mediante una serie de préstamos y radicaciones en varios países latinoamericanos de la cuenca del océano Pacifico por US$114.800 millones. En una segunda incursión, posterior a una reunión previa del Grupo Brics realizado en Fortaleza (Brasil), extendieron su gira hasta nuestro país, donde suscribieron operaciones por US$21.650 millones.
La última más reciente gira, encabezada por su primer ministro al frente de 120 empresarios chinos, culminó con la firma de 35 acuerdos por un total récord de US$63.400 millones que incluyen un ferrocarril que unirá la costa noratlántica de Sudamérica (Brasil) con la del Pacifico, en Perú, que debe ser concluido en plazo de seis años. Otro gran emprendimiento que podría concretarse en breve es la construcción de un nuevo canal interoceánico en Nicaragua, paralelo al existente en Panamá.
En cuanto a Rusia, en los días previos a la misma anterior reunión del Grupo Brics, concertó una serie de acuerdos para ejecutar y financiar varias centrales hidroeléctricas en la Patagonia pero hizo lo propio en Venezuela, Colombia y Chile. por aproximadamente US$45.700 millones.
Resulta obvio que esa expansión antes enumerada tiende a competir con Estados Unidos en lo que hace poco tiempo se lo identificaba como “su patio trasero” pero ha dejado de ser tal para convertirse en un área de competencia donde su presencia es cada menos decisiva.