Su nominación puede cambiar considerablemente el derecho estadounidense
Por Luis R. Carranza Torres
Fiel a su estilo marketinero, aunque ahora venda cosas mucho más abstractas (y, también, mucho más peligrosas) que los bienes raíces, Donald Trump dio su gran anuncio en una conferencia de prensa desde la Casa Blanca, en el horario central de la televisión de Estados Unidos. Fue de tal modo que anunció a su candidato para ocupar la vacante en la Corte Suprema que ha dejado la muerte del jurista Antonin Gregory Scalia, ocurrida el 13 de febrero de 2016.
Su elección recayó en Neil McGill Gorsuch, juez de la Corte de Apelaciones de los Estados Unidos para el Décimo Circuito -que abarca Colorado, Kansas, Nuevo México, Utah, Wyoming y partes de Oklahoma-, sito en Denver, estado de Colorado. Ello por poseer “un intelecto soberbio, una educación legal sin paralelo y el compromiso con la interpretación de la Constitución de acuerdo con el texto”.
No se trataba de un mero argumento. Muchos en el ambiente jurídico comparten dicho punto de vista. Nacido un 19 de agosto de 1967, Gorsuch transitó su período de formación universitaria primero en la Universidad de Columbia y luego en la Escuela de Derecho Harvard, donde fue compañero del ex presidente Barack Obama. Dos premios estudiantiles, el Marshall y el Harry S. Truman, así como la pertenencia a la sociedad de honor académica Phi Beta Kappa, son sus jalones de aquella época.
No es menor señalar que desde su fundación en diciembre de 1776, han sido miembros de Phi Beta Kappa, entre otras personalidades destacadas, 17 presidentes de Estados Unidos, 39 jueces de la Corte Suprema y más de 130 premios Nobel.
Gorsuch llegó al tribunal federal de apelaciones del décimo circuito el 8 de agosto de 2006 por nominación del ex presidente George W. Bush y aprobación unánime del Senado. Allí se ha desempeñado durante la última década, teniendo un estilo “conservador” en sus sentencias.
Se dice que lloró al enterarse de la muerte del juez Antonin Scalia, con quien compartía una amistad en lo personal y una comunidad de ideas en cuanto a las concepciones del Derecho. Ambos se cuentan entre los partidarios de las corrientes jurídicas del “literalismo” y “originalismo”, en materia constitucional. Es decir que se debe a la interpretación original de la Constitución para aplicarla, tal como está escrita y atendiendo a lo que se tuvo en mente al establecerla. En sus propias palabras, en un discurso dado en la universidad de Case Western Reserve, ello implica: “Los jueces deberían esforzarse, si bien humana e imperfectamente, a aplicar la ley tal como es, mirando hacia atrás, no hacia delante, en busca de que el texto, la estructura y la historia decidan lo que un lector razonable en el momento de los sucesos en cuestión hubiera interpretado que decía la ley”.
Entre sus colegas jueces, Gorsuch es destacado por su estilo de escritura, elegante y claro. Es también autor de dos libros de doctrina jurídica: The Future of Assisted Suicide and Euthanasia, editado por la Universidad de Princeton en 2006, en el que argumenta que bajo ningún concepto se debería legalizar la eutanasia y The Law of Judicial Precedent, publicado en 2016 y que postula una aplicación “conservadora” de la jurisprudencia.
Gorsuch es, asimismo, una persona religiosa que profesa la fe episcopal, ubicando la libertad religiosa dentro de los valores supremos por encima incluso de las competencias del Estado. Tiene una postura restrictiva respecto de la anticoncepción, otra más ambigua respecto del aborto, asunto sobre el que no ha fallado todavía, y decididamente contraria en cuanto a la legalización de la eutanasia.
En lo que toca al reparto de competencias entre el gobierno federal y los Estados, se ha pronunciado en contra de lo que denomina “extralimitaciones del Ejecutivo”, así como respecto de las burocracias ejecutivas que “concentran poder federal de una manera que parece más que un poco difícil de cuadrar con la Constitución”; enrolándose en la tradición republicana, favorece el poder de los Estados antes que el poder federal.
No es la primera vez que trabaja en el más alto tribunal de Estados Unidos ya que desempeñó funciones como asistente de dos jueces de dicho tribunal, Byron White y Anthony Kennedy. También trabajó en el Departamento de Justicia antes de su ingreso a la magistratura federal.
En cuanto a sus aspectos personales, es nativo de Colorado, casado con Louise, la madre de sus dos hijas, Emma y Belinda. Le gustan los deportes al aire libre, la pesca y la cría de animales. Sus amigos destacan su carácter relajado.
Desde el 10 de abril de 2017, con 49 años en su haber, Gorsuch es el magistrado más joven del tribunal y se cuenta entre los más jóvenes que fueron elegidos para esa institución.
Si bien el nombramiento de un nuevo miembro de la Corte no es nunca neutral a las resoluciones del organismo judicial, el ingreso de Neil Gorsuch conlleva una importancia particular que a casi nadie se le escapa. Su designación ha roto el período de equilibrio de cuatro a cuatro entre “liberales” y “conservadores”. El muy probable resultado de la presencia allí de Gorsuch será darle una inclinación “conservadora” a la corte.
Y no son pocos los que predicen en los corrillos de los salones del poder en Washington DC que no tardará demasiado en dejar su marca en la aplicación del derecho por parte del tribunal supremo.