Por María Eugenia Biain / Abogada – Mediadora del Centro Judicial, de la Defensoría del Pueblo y de Dimarc
La Dirección de Métodos Alternativos para la Resolución de Conflictos (Dimarc), dependiente del Ministerio de Justicia de la Provincia de Córdoba, nos convocó a una mediación solicitada por las abogadas de una pareja que quería divorciarse pero que tenía un conflicto por la división de bienes. El interés de estas profesionales, cada una amiga de su respectivo cliente, era un divorcio de mutuo acuerdo con este tema resuelto.
Cuando ingresaron a la sala de mediación Ofelia y Pedro, cada uno con su letrada, el ambiente se notó cargado: ellos no se miraban ni se dirigían la palabra y cuando lo hacían era de forma agresiva. Entendimos que era mejor que no hablaran entre ellos y les cedimos la palabra a sus representantes. Las abogadas reconocieron sus numerosos esfuerzos de “mediación” a lo largo de un año, en los que habían fracasado. La mediación con profesionales era la última carta a la que apostaban. Nos resumieron el conflicto: la pareja tenía como bien ganancial principal una casa y mientras Pedro quería que se vendiera y dividir lo obtenido, Ofelia se negaba rotundamente a ello.
En la audiencia conjunta, tanto Ofelia como Pedro reiteraron lo expresado por sus abogadas, así que decidimos ir a audiencias privadas para que no siguieran reproduciendo discursos y argumentos que los habían encasillado y no les permitían ver otras alternativas.
Empezamos con Ofelia, a quien le pedimos que nos contara la historia de la pareja desde el comienzo. Relató, con cierta emoción por los recuerdos, que ambos debían su matrimonio a quien los había presentado: una persona muy cercana fallecida en un accidente, circunstancia que había contribuido a unirlos aún más. Ella había trabajado en los primeros años del matrimonio hasta que la llegada de los dos hijos motivó su renuncia para dedicarse a la crianza. Pedro siguió trabajando en su propio negocio. Los chicos fueron creciendo (en ese momento ya eran mayores de edad), el diálogo decayó, vino el desgaste y luego la separación. El hijo vivía con Pedro y la hija, con Ofelia, en la casa cuya venta era fuente del conflicto. Fue allí cuando planteamos la pregunta que empieza con “para qué”: ¿Para qué quería ella conservar la casa? Ella nos respondió: para que sus hijos tuvieran algún bien el día de mañana. Su temor era que Pedro dispusiera de su 50% sin incluir a estos hijos. La negativa a la venta tenía que ver con sus peores miedos a los que ella prácticamente había transformado en hechos: que Pedro pensara más en él que en sus hijos.
Pedro, en la audiencia privada, nos contó la misma historia acerca de cómo se conocieron, cómo fue el matrimonio y el desgaste. Así que también a él le preguntamos para qué quería que la casa se vendiera. Nos respondió que deseaba que sus hijos quedaran cubiertos en un futuro. Pensaba que con el 50% de Ofelia se podía comprar una casa en la que podrían vivir ella con su hija, y que con su 50% él podría construir, en un terreno que le había dejado su madre, una casa para él y su hijo. Aunque ambos hijos trabajaban, de esta forma cada uno tendría un techo asegurado.
Cuando los reunimos a todos -casi habían transcurrido dos horas desde el comienzo de la mediación- y comentamos que Pedro y Ofelia en realidad coincidían en todo, cuatro pares de ojos se abrieron sorprendidos y fue entonces cuando Ofelia y Pedro se miraron por primera vez desde su llegada. Hicimos un resumen de la historia y de la preocupación que ambos compartían: el futuro de sus hijos. El plan de Pedro le gustó a Ofelia, la tranquilizó.
Comenzaron las sonrisas (las abogadas empezaron a organizar ahí mismo la redacción de la demanda) y notamos que la tensión que hasta ese momento había existido se iba esfumando. Nos agradecieron, nos saludamos, y vimos, con satisfacción, cómo los cuatro compartían el ascensor conversando animadamente al irse.
Me gusto mucho el articulo. Felicitaciones