En los primeros cursos que tuvimos en la formación en mediación recuerdo que muchas veces los docentes preguntaban si los mediadores trabajábamos para el acuerdo, a lo cual nosotros, alumnos novatos, contestábamos que no, que nuestras aspiraciones eran infinitamente mayores que la redacción de un acuerdo. Hoy sonrío pensando cuán equivocados estábamos al minimizar la relevancia del acuerdo.
El convenio es el broche de oro de un minucioso trabajo, de intervenciones estratégicamente elaboradas, de la suma de recursos discursivos y posturales que van hilvanando situaciones que logran convencer a las partes de lo trascendente de poner fin a un conflicto, sencillamente para vivir en paz, más tranquilos y sin la espada de Damocles que significa tener un juicio pendiente. Los mediadores no sólo expresamos ideas sino que a veces también apelamos mucho a la comunicación gestual.
Cuando vemos que una de las partes está muy posicionada y no logramos que se corra del lugar de considerar “su verdad” como la única posible, le solicitamos salir un ratito de la sala e ir a charlar afuera. En el tiempo que hacíamos las mediaciones presenciales en Centro Judicial de Mediación, el espacio físico era muy cómodo porque cuenta con tres pisos e innumerables salas que conectan con extensos pasillos con bancos. Esta distribución nos permitía sentarnos en algunos de estos muchos asientos y hablar con las personas, casi en soledad. Allí podíamos explicarles el significado de algunas leyes, de criterios que sostienen los jueces de familia, de los costos de una demanda judicial, en fin…comentarles cuestiones que a veces no eran oportunas manifestar con todas las partes presentes.
Estas reuniones a solas, que los mediadores llamamos audiencias privadas, tienen un gran valor porque nos permiten analizar los aspectos más frágiles que pueden aparecer en un futuro reclamo judicial. No siendo mediadora-abogada debo decir que mucho he aprendido de ellos o, al menos, les formulo a los abogados de parte muchas preguntas a los fines de que evalúen cuán consistente es su reclamo judicial o su respuesta a dicha demanda.
También muchas veces hacíamos reuniones sólo con ellos, los letrados de las partes, intentado que gestionaran una mejor oferta, que nos dieran un poco de tiempo para negociar diferencias, que nos ayudaran con sus clientes a resignar algunos reclamos. A veces los neófitos en materia de derechos desconocen que aquello que sienten como justo o injusto no tiene necesariamente su correlato en las leyes. Que también esta consideración forma parte de la subjetividad individual y de la bibliografía o la jurisprudencia en la materia. O como los mismos juristas dicen “una mitad de la biblioteca te da la razón y la otra mitad no”.
Pero también el contexto cambió sustancialmente, vivimos un tiempo signado por la perplejidad y la incertidumbre. Un espacio donde los mediadores sólo contamos con la precisión de la palabra y una pantalla para lograr una comunicación eficaz. Aunque algunos colegas afirmen que les encanta mediar en pijama, tomando mates o en ojotas, la relación entre partes y mediadores se ha minimizado. También por primera vez ya no todo depende de nuestras habilidades sino de aspectos tecnológicos que no podemos solucionar: malas conexiones de las personas a Internet, carencia de teléfonos o computadoras adecuadas para trabajar con plataformas virtuales, desconocimiento del manejo de estas herramientas. Entonces recuerdo una sabia afirmación de Lacán cuando dijo: “Mejor pues que renuncie quien no pueda unir a su horizonte la subjetividad de su época”.
Por todo ello hoy, que debemos mediar de manera virtual, vivenciando que los acuerdos son más difíciles de lograr por la escasez de ese contexto que nos ayudaba a destrabar posturas rígidas y dónde sólo era necesario la presencia física de las personas, valoro mucho concretar acuerdos, no tanto por mi satisfacción personal como mediadora sino por el convencimiento que tengo que siempre consensuar en mediación es más grato, más amigable y más barato que recorrer los largos vericuetos de un juicio.
(*) Lic. en comunicación social – Mediadora
Absolutamente de acuerdo… el escribir el acuerdo es un anclaje emocional y un ayuda memoria