jueves 21, noviembre 2024
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Comercio y Justicia 85 años

El actuar de Anonymus

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Por Luis Carranza Torres (*) y Carlos Krauth (**)

En medio de la guerra entre Rusia y Ucrania apareció un actor que le declaró la guerra a Rusia con la particularidad de que no es un Estado ni forma parte de ningún organismo internacional, ni siquiera se sabe a través de quién o quiénes ni dónde opera. Nos referimos a Anonymous, un grupo de hackers informáticos que desde el anonimato emprende las batallas que considera justas llevar adelante.

Su actuar nos lleva a preguntarnos sobre este misterioso conjunto que actúa como un superhéroe encargado de luchar contra todo aquello que, según su criterio, “constituye el mal”. El mismo Anonymous, ante la demanda por incorporarse al grupo por parte de cientos de personas luego de las acciones que desplegó en apoyo de las protestas realizadas en respuesta al asesinato de George Floyd por la policía estadounidense, dijo: “No puedes unirte a Anonymous. Nadie puede unirse a Anonymous. Anonymous no es una organización. No es un club, una fiesta o incluso un movimiento, es resistencia”.

Este grupo de piratas informáticos resulta un colectivo de personas distribuidas en todo el mundo que, trabajando de manera clandestina, descentralizada y coordinada —conforme sus autodeclarados postulados— busca defender los derechos humanos, la libertad de las personas y de los Estados, enfrentando las tiranías y toda aquella decisión o acción que lo afecte. 

Nacido en el año 2003, Anonymous reacciona a través de acciones de piratería informática tales como provocar la caída de servidores, ataques informáticos y la revelación de información confidencial que saca de la red de los gobiernos o empresas privadas que consideran que afectan a la sociedad en general.

Entre sus ataques más conocidos e importantes se cuentan, además del apoyo a las protestas por el crimen de Floyd ya mencionada, acciones de respaldo a Julian Assange -creador de Wikileaks-, la caída de los sitios de empresas como Amazon, PayPal, MasterCard y más, que, según su criterio, estaban en contra de la información que aquélla publicaba. 

En el año 2011 atacó 40 sitios de pornografía infantil: publicó los nombres de más de mil personas que visitaban frecuentemente esos sitios. Lo mismo hizo en 2017, con otra organización de pedófilos y pornografía infantil. 

En busca del reconocimiento internacional de Taiwán, en el año 2020 Anonymous hackeó el sitio de la Organización de las Naciones Unidas en reclamo de su independencia de China y su estatus como país. 

En los últimos días, Anonymous ha hackeado la base de datos del ministerio ruso de Defensa, de su Banco Central y de diversos canales de televisión nacionales y ha amenazado con hacer pública información confidencial y mostrar contenido, en pro de Ucrania. 

No exento de la cultura pop de los superhéroes, fruto de la globalización y el desarrollo de la informática, se trata de un colectivo que toma la justicia en sus manos y bajo sus propios términos. Su declarado interés por luchar por un mundo mejor genera una corriente de evidente simpatía en muchos, pero el actuar desde la clandestinidad provoca una luz de alarma, ya que no puede verificarse realmente que sus intenciones últimas sean ésas ni nada asegura que el día de mañana luche por algo que lejos esté del bienestar general. Ello debe llevarnos a ponderar su actuar con cautela, sin embanderamientos. “Por sus frutos los conoceréis”, dice la frase bíblica. Es uno de los mejores parámetros para juzgar a quien no se conoce. 

Claro que siempre sería mejor que quienes deben hacerlo -gobiernos, organismos internacionales, entre otros- cumplan efectivamente su misión. Algo de lo que hoy por hoy se está lejos. Lograr la justicia implica someterse, todos por igual, a las reglas del derecho. Algo que en la esfera internacional se vislumbra lejano. 

Uno de los grandes desafíos del conflicto ucraniano, lo hemos dicho ya, es que la agresión rusa no tape las hipocresías de otros. Son dos asuntos distintos y, cada cual, condenable por sus propias causas. Parafraseando a la poetisa Sor Juana Inés de la Cruz (“¿quién peca más: el que peca por la paga o el que paga por pecar?”), podríamos decir que tan culpable es aquel que mata para conseguir sus intereses nacionales como aquel otro que deja que otros maten y, especialmente, otros mueran, para lograrlos. 

En ese mundo donde todas las potencias tienen un actuar poco legítimo, sobre todo respecto de los países que se cruzan con sus intereses; en un derecho internacional en el que el poder sigue primando sobre el derecho, la acción de personajes como Anonymous seguirá teniendo mucho material para actuar.


(*) Abogado. Doctor en ciencias jurídicas
(**) Abogado. Doctor en derecho y ciencias sociales

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