No caben dudas de que estamos viviendo momentos políticos convulsionados. La cercanía de las PASO y las elecciones generales ha agudizado la ya de por si movida agenda política.
Nuestros políticos parece que se han encendido y se muestran en el debate público de manera que, entendemos, no reflejan, en general, nuestras expectativas y necesidades.
Los ciudadanos somos participes de discusiones, planteos y afirmaciones de un bajo nivel conceptual que preocupa. Lo que decimos se ve reflejado en spots publicitarios infantiles y vacíos de contenido, dirigidos a agradar a un público que mayoritariamente se siente subestimado. Los cambios en los discursos están al orden del día, quienes antes sostenían una cosa ahora “proponen” lo contrario. Dentro de toda esta parafernalia de mensajes vacuos, tenemos también mensajes sumamente agresivos para con los que piensan distinto.
Hemos tenido que escuchar que con un partido determinado siempre se “garcho”, solicitar a los jóvenes que no miren televisión, que tal funcionario es una “persona limitada”, que “te paso por encima incluso con una silla de ruedas”, y decenas de frases por el estilo. Junto con ello va discutir sobre cuestiones que están lejos de la agenda mayoritaria, la que esta marcada por necesidades tan básicas como la economía, educación, seguridad, corrupción, entre otros.
Sin embargo, lo que no podemos ni entender ni justificar es que muchas de esas actitudes agresivas, triviales, y alejadas completamente de la realidad y necesidad de la gente, sean ejercidas por funcionarios públicos en el ejercicio de sus cargos.
En los últimos días, la seguridad (o, para mejor decir, la inseguridad) en la ciudad de Rosario ha dominado las pantallas de los medios. No es para menos. Amenazar a Messi en una balacera a un supermercado primero y la muerte de un niño de doce años son el último capítulo de una historia de larga data con la inseguridad, que tampoco se detiene en Rosario ni mucho menos, con responsables que parecen más analista de fuera del problema que los encargados de brindar soluciones.
Se trata de una práctica que no es privativa del área, pero que ha deparado en la cuestión frases realmente difíciles de entender. De ellas, quizás una de las que más difusión y permanencia tuvieron fueron los dichos, tiempo atrás, de la entonces ministra de Seguridad de la Nación, Sabina Frederic quien, en un reportaje que se le hacía a raíz del asesinato de una persona de 69 años en una entradera, a manos de un muchacho de 19, al hablar sobre la inseguridad en el conurbano bonaerense dijo: “Suiza es seguramente más tranquilo, pero también más aburrido”.
Los sucesos recientes en Rosario dispararon otras frases similares, desde que “ganaron los narcos” por el actual ministro de seguridad, al regreso de Frederic, quien habló que existen medidas como la entrega voluntaria de armas que solucionarían el problema. La realidad, de gente del barrio de donde murió el chico de 12 años, destruyendo a mano un bunker, habla bien a las claras que no es un problema de población armada sino de bandas que escalan en poder de fuego y desprecio por la vida del otro. Sicarios que raramente querrían dar, a nadie y por nada, arma alguna.
Mucho se ha hablado sobre el tema, y muchas también son las calificaciones que se pueden hacer sobre tales manifestaciones. De todas ellas lo que más nos preocupa es la irrealidad y falta de empatía que parecen atravesar funcionarios que deben lidiar con un asunto tan concreto como es la falta de seguridad que padecemos.
¿Cómo decirle que es divertido vivir con los grados de inseguridad que tenemos a personas que la han padecido? ¿Cómo justificar lo manifestado ante personas que han perdido familiares, han quedado con secuelas de por vida al ser víctimas de algún hecho delictivo? ¿Qué puede pensar una persona que víctima de algún ilícito donde se la privo de gran parte de su esfuerzo de su vida? Así podríamos seguir haciéndonos preguntas y todas llegarían a la misma conclusión. Pagamos demasiado impuestos para mantener una inmensa estructura estatal y puestos funcionariales siempre apetecidos, para que simplemente se nos brinde la explicación de por qué un problema es tal, en lugar de decir como se lo enfrenta. O, mejor aún, cómo se lo encamina a su resolución.
Es de esperar que las manifestaciones en la cuestión empiecen a cobrar nivel. La gravedad del tema lo demanda. En el debate y tratamiento por la inseguridad las frivolidades y humoradas sin gracia salen sobrando, cuando lo que se requiere son respuestas concretas que brinden soluciones.
(*) Abogado. Doctor en Ciencias Jurídicas.
(**) Abogado. Doctor en Derecho y Ciencias Sociales
Excelente análisis del mediador con respecto a la realidad que los ciudadanos padecemos…gracias por el enfoque realista de nuestro pais