La realidad es la única verdad
La estrategia colonialista del siglo 20 -que muchos argentinos desconocemos y otros simulan desconocer- fue concebida por el imperialismo estadounidense -cuando su representante, el embajador Spruille Braden- fue derrotado gracias al triunfo de Juan Domingo Perón en las elecciones legislativas del 24 de febrero 1946, por el voto de 101 de los 158 diputados.
EEUU sabe perfectamente quién es Perón. Lo identifica como la llama permanente de una decisión contraria a sus intereses, ya que -como continuador de las ideas independistas y libertarias de Yrigoyen- Perón constituye la peligrosa alternativa de realizar tamaña empresa contando con las fuerzas organizadas del pueblo argentino y la conformación institucional de un movimiento -que, superando los roles de los partidos políticos- conforma una fuerza no sólo electoral sino conscientemente revalorizada en sus valores, virtudes y esencias fuertementes culturales y ancestrales.
Además, posee una ideología y una doctrina que por aquellos años resulta inexpugnable para los imperialismos que, en Yalta, habían dividido el mundo en marxismo y liberalismo, por lo que la Tercera Posición es claramente diferenciable por sus preceptos devenidos del cristianismo bajo el propósito permanente de unión y amor entre los hombres y unidad, paz e integración entre los pueblos.
Intentan asesinarlo el 16 de junio de 1955, cuando 14 toneladas de bombas dejan un saldo de 364 muertos y dos mil heridos en la Plaza de Mayo y, posteriormente, con una serie de enfrentamientos -cuando Perón reclamó calma- las confrontaciones de uno y otro lado prosiguieron sumándose la iglesia con la consigna de “Cristo vence” con políticos opositores conformando los llamados “comandos civiles” que intensifican las confrontaciones y luchas fratricidas. Por eso, Peron decidió retirarse para evitar una guerra civil, sabiendo que EEUU y el Reino Unido también actuaban en las sombras.
El 16 de septiembre, Perón es depuesto por el golpe militar y se refugia en Paraguay para finalmente instalarse en Madrid.
Comenzaban 18 años de exilio, mientras en Argentina ocurrían persecuciones, detenciones y muertes de distintos dirigentes, especialmente obreros e intelectuales. Durante esa época, bajo el dominio ejercido por el liberalismo y las fuerzas armadas, se realizaron varios golpes de Estado buscando horadar el poder de Perón que -desde España- seguía interfiriendo y manteniendo contacto con su pueblo, sus organizaciones y dirigentes.
Los años 70 y el inicio del último intento colonialista
Con un marco mundialmente conmovido por la Revolución Cubana y el Mayo Rojo en Francia, se perfiló la rebeldía y movilización de sectores juveniles, preferentemente estudiantiles unidos en la lucha con los trabajadores, hechos que llegaron a Argentina y que en la década de 70 irrumpieron junto a la lucha del pueblo, destacándose varias revueltas populares, especialmente el Cordobazo, con la participación -en la lucha- de sectores juveniles que causaron finalmente la caída de Onganía y el desconcierto en las Fuerzas Armadas, que prometieron devolver la democracia. Esta alternativa incidió sobre los grupos guerrilleros, que decidieron un impasse, frente al llamado a elecciones.
En ese interín y ante un contexto teñido de sangre, violencia e invasión de ideologías extremas que intentaban imponer sus ingredientes ideológicos que incidirán en el futuro, Perón vuelve transitoriamente al país, formalizando el colectivo político-institucional llamado “La hora del pueblo“, unión de partidos políticos en la que Perón y Balbín plantean la necesidad de un proyecto nacional para todos los argentinos.
Después de varios sucesos políticos institucionales y terroristas que enturbian la realidad nacional por el duro enfrentamiento entre grupos subversivos y el Ejército, se resiente el poder de Cámpora, quien renuncia y es sustituido provisoriamente por Lastiri, quien -pocos meses después- llama a elecciones en las que triunfa la fórmula Perón-Isabel con cerca de 62% de los votos.
Pero es tan confusa e intensa la situación que requiere supremos esfuerzos de Perón, ante ciertos reparos en el cuidado de su salúd, ya que a los ocho meses de su gobierno, más precisamente el 1 de julio de 1974, Perón fallece y, aunque lo sucede María Estela Martinez de Perón, los intereses imperialistas entienden que es el momento de acelerar su estrategia porque tienen liberado el camino para terminar definitivamente con el “mito” Perón, y los restos del peronismo.
Es entonces cuando el 24 de marzo de 1976, las Fuerzas Armadas -con el General Videla a la cabeza- asumen la potestad del Estado e inician una violenta represión en los distintos sectores de la sociedad, instaurando una dictadura -tal vez la más violenta que registra nuestra historia-, implantando definitivamente las políticas liberales que, en manos de José Martinez de Hoz, se reflejan en sus políticas económicas que nos retrotraen a la vieja experiencia de la generación del 30, la denominada “década infame”.
Durante siete años gobernaron con decretos inconstitucionales ante una clase política adocenada y vulgarizada para que perdurara durante la democracia y fuera complaciente con dichas políticas antinacionales, claudicando -de ese modo- ante un neoliberalismo en decadencia.
De esta forma comprobamos que la mayoría de los gobiernos democráticos a partir de 1983 contribuyeron al desarme de la unidad del pueblo conseguida contra la dictadura habilitando la lucha por el poder como causa y efecto de las confrontaciones que llegan hasta el presente.
A esta circunstancia, se le sumaron las consecuencias derivadas de la derrota en Malvinas en 1982, que con el tiempo se convirtieron en parte de la decepción, el fracaso y la pérdida de la autoestima en muchos argentinos que terminaron por abandonar la idea de la unidad nacional, buscando “victorias parciales”, triunfos sectoriales, sociales o personales.
Así nació un régimen que, alimentado por ideologías foráneas derivadas del marxismo y liberalismo, consumieron cuatro décadas de plena decadencia ética y moral, acorralando a millones de argentinos contra la pobreza, perdiendo nuestra identidad política, económica, social y cultural en manos de una democracia amainada y sometida al aislamiento continental y clara dependencia al imperialismo occidental.
Este proceso -en los últimos 40 años- empoderó a una dirigencia que siguió la lucha por el poder, mientras Argentina se disgregó en pedazos de un país, bajo el poder de caudillos, muy lejos de aquellos que enfrentaron el colonialismo, de los cuales muchos fueron protagonistas de la lucha por la libertad, iniciada el 25 de Mayo de 1810.
Frente al fracaso de partidos en crisis, descomposición institucional y corrupción, aparece Milei, quien impacta sobre grandes sectores juveniles.
Sin unidad del pueblo y sin Nación
Por eso Milei no es producto de su sabiduría, desplantes, exabruptos y violencia verbal. Es una consecuencia de la decadencia política, mientras su gestión es detenidamente analizada por poderes e intereses de EEUU, Inglaterra e Israel, que -con dudas- ven la posibilidad de terminar definitivamente con el peronismo y la libertad, independencia y soberanía de Argentina.
Milei es el vehículo ideal, aunque con un anarcoliberalismo que deja resquemores en sectores liberales internos, que ven peligrar sus monopolios en Argentina, ya que siempre el pez grande se come al más chico.
La “destrucción” del Estado -Milei la realiza- restándole obligaciones nacionales en salud, educación, desarrollo tecnológico, producción y trabajo como también cultura, independencia y soberanía, dejándoles la responsabilidad a los Gobernadores.
Pero el Poder para entregar Argentina a quienes vienen a usufructuar de sus recursos estratégicos queda exclusivamente en manos de Milei, ante un Poder Judicial que es un ciego observador de lo que pasa y un Poder Legislativo con diputados y senadores que se creen los auténticos representantes del pueblo pero están para defender sus miserables proyectos personales.
Sin embargo, está el pueblo argentino que, ante un cambio de época, deberá encarar un nuevo desafío para que con sus organizaciones políticas, sectoriales, sociales, juveniles, tecnológicas, etcétera, recupere Argentina para los argentinos.
(*) Ex ministro de Obras Públicas de la Provincia de Córdoba
“Las plutocracias imperialistas, que ya ni se animan a defender el sistema burgués, hacen hincapié en la ‘democracia liberal’, que fue su creador, porque comprenden que, perimido el sistema, deben salvar por lo menos a su inventor como garantía para que en el futuro pueda inventarle algo semejante que les permita seguir colonizando a las naciones y explotando a sus pueblos con diferentes trucos, en los que no están ausentes ni ‘las alianzas para el progreso’, ni las radicaciones de empresas foráneas privadas, ni las concesiones leoninas para la explotación petrolífera, ni la ayuda técnica o el despojo liso y llano mediante el engaño o la violencia si es preciso”.
La hora de los pueblos – J. D. Perón – Colección Cabecita Negra – Pág. 25