viernes 22, noviembre 2024
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Comercio y Justicia 85 años

De historias familiares y otras yerbas

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La mediadora psicóloga cerró la puerta tras la cual había salido la gente, y con una sonrisa dijo: “Acabamos de entrar en la historia de esas familias”. Por Elena J. Saissac de Brito *

Parecía una situación bastante común. Juan había requerido en mediación a una joven, Erica, por una cuestión familiar, que venía caratulada rutinariamente como Tenencia, Cuota alimentaria y Régimen de visitas. Ambos eran menores y tenían un bebé de dos meses que el joven padre no conocía aún. Citadas las partes concurrieron con sus representantes legales, sus progenitores. A poco de conversar se observó que había circunstancias de hecho que favorecían un entendimiento: ambas familias eran cultural y socialmente semejantes y en las reuniones conjuntas se escuchaban mutuamente con atención.

Juan aseguraba que él y su familia se habían querido acercar y que Erica y los suyos no lo habían permitido. Cuando la joven ingresaba a la sala el bebé solía quedar afuera, o bien entraba en brazos de su mamá, quien se sentaba entre sus progenitores. Juan, desde su lugar, la miraba de reojo.

Entre otras objeciones, Erica alegaba que el novio y su madre habrían intentado convencerla para que frustrara el nacimiento. No merecían acercarse al niño.

Sin embargo, las razones de Erica nos sonaban más como excusas circunstanciales que como verdaderos fundamentos de su rechazo. ¿Cuál era el obstáculo? Las mediadoras advertíamos que había algo más que no decía, que no estaba explícito y que impedía una composición justa en este caso.

Durante el desarrollo de las audiencias las mediadoras conocimos que había una historia familiar que tendía a repetirse: la madre de Erica contó que siendo soltera había tenido varios hijos de su actual marido, y no había permitido a éste reconocerlos por temor de que se los quitara. “Yo sola los crié”, expresaba con sencillez y orgullo. Transcurridos muchos años de convivencia, el hombre pudo convencerla con el aliciente de cobrar las asignaciones familiares y así ella permitió que él les diera su apellido.

En el caso a mediar, el insuficiente conocimiento mutuo y la falta de confianza que los jóvenes tenían el uno respecto del otro constituían una dificultad. A ello se sumaba el precedente importante aportado por la madre de Erica, más comentarios desfavorables de parientes y vecinos. Todo contribuía a aumentar la inseguridad de la joven, por lo que era muy importante que ella escuchara de labios de Juan cuáles eran sus pretensiones reales con relación al hijo de ambos.

También, en aras de aportar objetividad al tema, sugerimos a Erica que consultara a un abogado o a su profesor de Derecho -ella estaba cursando la escuela secundaria- respecto de los propios temores y posibilidades legales de que Juan pudiera quedarse con su hijo. Así lo hizo.

La mediación iba avanzando con conversaciones e intercambios de opiniones también de los mayores, en un clima propicio que permitía a ambas familias empezar a conocerse. Hasta que una tarde preguntamos a Erica, antes de su ingreso en la sala, si accedería a poner al bebé en brazos de Juan, quien ya estaba adentro con sus padres. Como no le resultó fácil la propuesta, se le repreguntó si accedería a que su madre acercara el niño a Juan. Erica aceptó y el niño entró a la sala en brazos de su abuela materna, quien de buen grado lo puso en el regazo; de la madre de Juan.

Con mucha delicadeza la abuela paterna lo tomó, miró el rostro del pequeño, sonrió y dijo emocionada: “Tiene la cara de Juan”. Y se lo mostró a su marido, para luego poner el bebé en brazos de su conmovido padre.

En ese instante y con esos gestos –me ilustró mi colega psicóloga- la familia paterna estaba reconociendo la filiación del niño. Por lo demás, se suscribió el Acuerdo sin dificultades.

Cuando alguien dice “cada familia es un mundo” suena a simpleza. Sin embargo, la expresión hace referencia a historias vinculadas con costumbres particulares, valores enunciados o implícitos, mandatos generacionales y también a tabúes silenciados. Son legados que todos portamos sin mucha conciencia de ello. Una mochila con herramientas para un mejor vivir… o un peso agobiante del que hay que desprenderse para poder crecer.

* Mediadora, abogada

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