ESCUCHARPor Silverio E. Escudero
Otra vez nos encontramos ante un crucero de caminos. Es difícil saber qué rumbo tomar.
El mundo está tan convulsionado y la dinámica global se mueve en forma tan vertiginosa que resulta complicado decidir el tema de la semana sin caer en lugares comunes.
Mientras esto sucede frente al teclado de la computadora, en París, la maravillosa Catedral de Notre Dame, cuya edificación dio comienzo en 1163 y concluyó en 1345, es consumida por las llamas. La caída de su aguja de madera se transforma en la postal de la tragedia.
Después de recorrer -otra vez- la agenda internacional, decidimos que nuestro continente -ese del que Rubén Darío dijo: “Aún reza a Jesucristo y aún habla en español”- debe ser el objetivo principal para enumerar algunos problemas que lo agobian.
No ocuparemos este espacio con temas relacionados con Venezuela y las peleas entre el ornitólogo Nicolás Maduro y las fuerzas de oposición. Tampoco de la campaña internacional que protagonizó Juan Guaidó, presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela, quien funge como presidente encargado de su país atento a los artículos 233, 333 y 350 de la Constitución Bolivariana.
Mientras esto acaece en la superestructura, millares de hombres, mujeres y niños avanzan a través de las fronteras de Colombia, Surinam y Brasil en busca de protección y, quizás, un futuro mejor.
Resulta curioso que familiares de los burócratas del régimen chavista hayan asumido una conducta similar. Ponen distancia de la tragedia que viven sus compatriotas y buscan radicarse en países de Europa, Asia y África, que les ofrecen protección y cambio de identidad.
No avanzaremos sobre las causas de la tragedia humanitaria que golpea a Nicaragua, Guatemala, Haití y El Salvador. Sí, en cambio, irrumpiremos en Cuba por las implicancias políticas y económicas de decisiones que ha tomado el Politburó, que reveló el comandante Raúl Castro, primer secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba (PCC) ante la Asamblea Nacional del Poder Popular (ANPP), el miércoles 10 de abril.
En la ocasión, alertó sobre las causas y consecuencias de la severa crisis económica que transita la isla, que puede agudizarse para adquirir perfiles de similares características al “Período Especial en tiempos de guerra” que enfrentaron, de la mano de Fidel Castro, después de la disolución de la Unión Soviética y la dispersión de las naciones del Pacto de Varsovia.
Más allá de la advertencia de Raúl Castro, economistas de distintas vertientes ideológicas señalan que la eventual segunda fase del “Período Especial” no tendrá la virulencia del de la década del 90. La diferencia radica en la diversificación de la economía en tiempos en que Barack Obama habitaba la Casa Blanca.
Donald Trump y los exiliados cubanos de Miami -los “gusanos”- están de parabienes. Han sido, en parte, constructores del cerco que se cierne sobre la isla. La Casa Blanca sanciona las empresas estadounidenses que comercializan con La Habana e intenta, usando el poderío de su Cuarta Flota, embargar los navíos de terceras naciones que navegan hacia puertos cubanos, contrariando disposiciones del derecho internacional.
Más allá de la tragedia anunciada, se debe dejar constancia del meollo del discurso del comandante Castro que cargó sobre sus hombros la difícil tarea de anunciarles a sus conciudadanos duras jornadas de racionamiento y hambre. “El tono del Gobierno de los Estados Unidos contra Cuba es cada vez más amenazador”, avisó. Y aseguró que el fortalecimiento del bloqueo y la continua aplicación de la Ley Helms-Burton persiguen el “viejo anhelo” de derrocar la Revolución Cubana por medio de la asfixia económica y la penuria.
El sábado, quien lo relevó en la presidencia, Miguel Díaz-Canel, remató la idea: “(Donald) Trump ha llevado los lazos bilaterales a su peor nivel en décadas”, y afirmó que el mandatario estadounidense extrema la persecución financiera y destroza el acercamiento entre Washington y La Habana.
“Para decirlo en buen cubano: la crudeza del momento nos exige establecer prioridades bien claras y definidas, para no regresar a los difíciles momentos del Periodo Especial”, dijo a los diputados.
En medio de este panorama que azota a todos con el desabastecimiento de alimentos y medicinas, volvieron a nuestra memoria los dichos del presidente de la Empresa Flora y Fauna SA, que propuso fomentar en Cuba la cría de jutías -un roedor comestible similar a las ratas-, avestruces y cocodrilos para el consumo humano, como solución para enfrentar la escasez de carne en la isla. Sus declaraciones causaron indignación en todos los sectores de la población cubana, mientras ardían las redes sociales.
Los exiliados cubanos en Miami, por estas horas, celebran. Aseguran que ésta es la crisis final de la Revolución Cubana y “ha llegado, al fin, nuestra hora”.
La historia indica que celebrar por anticipado es una mala idea. Así creyeron que triunfarían en Playa Girón en abril de 1961, pero la invasión fue un estrepitoso fracaso. No lograron siquiera consolidar una cabeza de playa y, menos, formar un gobierno provisional. Y esperaron en vano en la década del 90 un levantamiento en contra de Fidel Castro, que contó con una fuerte corriente solidaria que encabezó un poderoso núcleo de comunistas europeos y latinoamericanos. ¿Ocurrirá de nuevo?
La duda nos invade. El Partido Comunista latinoamericano, que ha terminado subsumido en proyectos populistas tan erráticos como personalistas, es incapaz de asumir actitudes solidarias en favor de la cuasi agonizante Cuba. Sólo ejercita un “declaracionismo” vacío y contradictorio. Su alianza con sectores de derecha crece; está a la vista de todos.
Las movidas hacia Cuba constituyen sólo un ejemplo del empleo de sanciones por la administración Trump para modificar la conducta o provocar un cambio de régimen.
Venezuela ahora sufre sanciones que Washington espera “den al traste” con el gobierno de Nicolás Maduro. “Las sanciones contra Irán parecen tener el mismo objetivo, a pesar de que ese país sigue cumpliendo con el acuerdo nuclear que el presidente Trump abandonó”, dijo el analista norteamericano Philip Peters.
Corea del Norte enfrenta una política de sanciones de “máxima presión” de Estados Unidos, pero también disfruta de un diálogo cálido porque, como explica la secretaria de Prensa de la Casa Blanca, “al presidente Trump le gusta el presidente Kim”.
A Trump no le gustan los líderes de Cuba ni éstos han mostrado inclinación a participar en la abyecta adulación que él disfruta y que le ha dado a Kim Jong-un tanto tiempo y espacio para maniobrar. Además, en la mente de Trump, Cuba y Venezuela están conectadas con los votos en el estado de Florida, incluso si exagera sus cifras.
Como resultado, Cuba probablemente enfrente mayores sanciones y dificultades. Incluso antes de la crisis actual, se ajustaba por una disminución del apoyo venezolano e inició una búsqueda de nuevos socios internacionales. Las reformas económicas en la isla requieren urgencia porque, a pesar de los daños externos a su economía, Cuba tiene una larga lista de acciones que puede tomar por si misma para mejorarla.
Los estadounidenses deberían preguntarse: “¿Es correcto y está en nuestro interés nacional ‘estrangular’ la economía cubana?” “¿Pero deberíamos hacerlo nosotros?”.
Cada nueva ronda de sanciones económicas se describirá seguramente como dirigida “contra el régimen”, en oposición al pueblo cubano; pero las sanciones que restringen una economía dañan fundamentalmente a las personas que viven en ella.
La posición dominante de Estados Unidos es criminal. Ha vuelto, con Donald Trump, la doctrina del “Gran Garrote” del presidente Theodore “Ted” Roosevelt. La derechización de América Latina asegura obediencia y sumisión a los “dioses rubios del Norte”.
Cuba, en tanto, resiste. ¿Debemos los latinoamericanos asumir la condición de siervos o esclavos que nos exige Washington o resistir?
