ESCUCHARAlguien cambió el escenario. O quizás simplemente encendió las luces. Hasta finales de agosto, el gobierno de José Manuel de la Sota discurría con tranquilidad, atravesando a su estilo los inconvenientes que se le fueron presentando sin que llegaran a incomodarlo.
Por Adolfo Ruiz (foto) – Jefe de Redacción de Comercio y Justicia
Las cifras de la recaudación provincial superaban las expectativas, había resuelto el costo político de la implementación de la Tasa Vial y del diferimiento jubilatorio, adjudicando culpas a otras gestiones. Con ello logró dar inicio a varias obras de infraestructura vial.
Para mejorar aún más su panorama, en agosto su lista se adjudicaba cómoda las elecciones primarias, con el broche de oro de un juecismo por el subsuelo.
Cambio de vientos
Pero drásticamente las cosas tomarían otro rumbo al finalizar ese mes. La “malaria” se inició con los incendios en Punilla. El panorama se volvería aún peor con el estallido mediático del narcoescándalo, situación que puso en evidencia las conexiones entre política, policía y narcotráfico, y barrió con una cúpula policial “mimada” (Ramón Frías y Carlos Colino) y con un ministro de seguridad aún más mimado (Alejo Paredes).
Sin dudas, la cabal puesta en evidencia de lo que estaba sucediendo en el cuerpo central de la política de seguridad fue el elemento determinante que condujo al oficialismo local a un resultado electoral de derrota, pese a haber triunfado. En el 26% de los sufragios cosechados en septiembre se leía una fuga de casi 100 mil votantes. O lo que se leía de otra manera: adiós sueño presidencial para 2015.
El estallido de diciembre pareció tirale la última palada de tierra a esa apetencia. La crisis policial, mal atendida, mal gestionada, con respuestas zigzagueantes y sin que aún se conozca su definitivo costo fiscal, terminaron de configurar esa “tormenta perfecta”, agravada hasta el extremo categórico que representaron los saqueos y la noche de pesadilla que se inició el 3 de diciembre y que aún en algunos barrios no ha finalizado.
Tablero de mando
Claro que la política hace honor a su definición de “el arte de lo posible” y quizás en ello alimenta todavía De la Sota su vieja apetencia.
Dicen que de las crisis se sale con gestión pero también con señales, y es ése el camino que parece intentar recorrer el gobernador. Los cambios drásticos en el gabinete -que se venían mencionando desde la misma noche del 27 de octubre- pretenden justamente dar señales en varios sentidos.
Algunos de esos cambios están relacionados netamente con la eyección del jefe de Gabinete, Oscar González. También con la salida de la ministra de Seguridad, Alejandra Monteoliva, quien ni siquiera llegó a hacer pie en la gestión y quien será recordada únicamente por haber negado la existencia del narcoescándalo.
En medio del temporal, De la Sota suelta la rienda de los perfiles técnicos y vuelve a apelar a los perfiles políticos, apoyándose en la lealtad de los intendentes, convencido de que necesita cohesión en su gabinete.
Parte de su suerte y la de los cordobeses dependerá del encuentro que mantendrá hoy con el jefe de Gabinete de la Nación, Jorge Capitanich. Dirá que llevó el reclamo firme por los fondos adeudados a la Caja de Jubilaciones. Pero quizás más importante que eso será negociar una prórroga al vencimiento de la deuda con el Gobierno nacional, de $700 millones – equivalente a la recaudación de la Tasa Vial-. Además, buscará avales para volver a tomar crédito internacional para cubrir los vencimientos de deudas en dólares.
Mañana se verá si lo que prima en esa reunión es el entendimiento. Mientras tanto, De la Sota toma la iniciativa y reacomoda el escenario interior, buscando algo de calma para salir del remolino.
