Cuando se abre una mediación, ver y sentir la transformación que se va produciendo en los protagonistas del conflicto es algo extraordinario. Cuando logran moverse y salir del lugar desde donde partieron, poder pensar y reflexionar sobre las narrativas que se van describiendo, poder analizar los costos y los beneficios de un acuerdo sin quedarse anclados en una posición resulta muy alentador.
Sin embargo, la utilización de la mediación como forma de resolver conflictos no está totalmente incorporada, aunque ya es un camino que algunos se animan a recorrer. Sin dudas, su uso implica un cambio de modelo mental y de paradigma. Ya no es ganar a costa de lo que sea, incluso aplastando al adversario. Es aceptar que todos trabajen colaborativamente sin sentir que por ceder hubo derrota. Pensar en una satisfacción recíproca implica un salto cuántico que nos eleva como sociedad.
En estos tiempos de pandemia y a pesar de los inconvenientes que debimos superar, se pudieron concretar muchos acuerdos. No obstante, no fueron los suficientes como para afirmar las bondades de la mediación. Entonces la pregunta obligada es: ¿qué está pasando?, ¿cuáles son las posibles causas? Frente a estos interrogantes, la reflexión y la autocrítica se impone. También nos impone pensar en la ley 10543 -en sus aciertos y en sus fallas-, en el sistema, en los abogados de parte y en el contexto económico. Todo esto en el afán no de encontrar culpables sino soluciones. Con fines prácticos, se distinguirá en: 1) los operadores del conflicto: las personas y 2) el proceso, las leyes y las instituciones.
Los operadores del conflicto: para algunos abogados, la mediación no sirve; reniegan a viva voz de ella, la denuestan, se quejan de la pérdida de tiempo y del gasto que implica; lo cual podría tener alguna lógica si no tuvieron más que la experiencia de mediaciones cerradas sin acuerdo. Cabría reflexionar entonces: ¿qué pasa que no pueden acordar? Para algunos es conceptual y antieconómico y para graficarlo me remito a algunas expresiones frecuentes: “No sirven la mediación ni los mediadores”, “perdemos plata y tiempo”, “yo sé mediar”, “nos sacan nuestro trabajo”, etcétera. Y a partir de esos juicios/prejuicios es muy difícil cambiar de posición, aunque a veces la efectiva actuación de un mediador pueda quebrar ese patrón. Además, afirmar que someterse a una mediación no es de utilidad requiere haber experimentado en distintas circunstancias varios tipos de mediaciones. Quien no prueba mediar lo suficiente, está restringiendo su abanico de posibilidades, autoimponiéndose un límite por los prejuicios que le impiden explorar caminos diferentes.
Otros abogados, por el contrario, la valoran y apuestan a ella, defienden los intereses de sus representados sabiendo que dentro del balance costos/beneficios de acordar o de ir a juicio, el tiempo y las costas judiciales también cuentan. Además, la eligen por sentirse protegidos y cómodos por la instancia y el sistema.
Un escenario diferente lo configuran las compañías aseguradoras y sus apoderados, con un margen de acción a veces limitado que depende de la política en general o de la directiva impartida por su representada en el caso particular. Pero en realidad hay mucho más que el conflicto entre las partes. Hay intereses financieros que este país alimenta fuertemente, resultando entonces menos gravoso para el deudor un largo juicio que permita afectar esos fondos a especulaciones financieras hasta que recaiga la sentencia. Esto, sin desconocer que, en muchos casos, la vía judicial resulta imprescindible por la necesidad de producción de prueba indispensable para la determinación de la responsabilidad y la cuantificación del daño.
Respecto de los participantes, protagonistas del conflicto, otra es la situación porque ellos pueden estar habitados por emociones que a veces no resultan tan fáciles de identificar ni de transformar. Sin embargo, ésta es una de las tareas de los mediadores ya que, si no logramos cambiar las emociones negativas, es muy difícil que las partes estén receptivas para poder avanzar en un diálogo productivo.
El trabajo de los mediadores es clave. Somos estrategas que sólo podremos desplegar nuestras herramientas y creatividad cuando las mediaciones se abren. Si ello no ocurre, se cercena nuestro campo de actuación. Aunque más de una vez, partes y abogados entran a la sala convencidos de que el conflicto no se podrá solucionar en esta instancia por lo que piden su cierre y hemos sido los mediadores quienes logramos revertir esa posición, consiguiendo la apertura del proceso.
Es obvio que, así como existen diversos tipos de abogados, existen también diferentes clases de mediadores, y los procesos sin duda pueden derivar en experiencias muy disímiles. En ese sentido y respecto de las partes en general, mientras más mediaciones se transiten, más clara será la conjetura que podrá establecerse respecto a la mediación y sus resultados. También a cada uno de los mediadores nos corresponde reflexionar sobre los aciertos y errores a fin de mejorar la actuación y participación desde cada experiencia vivida. (Continuará)
(*) Abogada, mediadora. Directora de “Espacio Diálogo”
Excelente, como siempre.
Siempre es interesante preguntarse, refleja humildad! Enhorabuena!
Sobre la nota, respecto a la idea del cambio de mentalidad (tema que sale en muchas charlas de mediación) hay que tener en cuenta que vivimos en sociedades pluralistas en donde no existe una única definición autocrática del bien común, sino múltiples visiones acerca de cuál es la buena vida, es evidente que esa pluralidad requerirá una constante y activa negociación. Aceptamos que no vamos a dirimir nuestros conflictos por la fuerza, pero, al hacerlo, aceptamos también que viviremos en un espacio social caracterizado por un grado de conflicto constante y esto nos reflejan como espejo las partes.
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La competencia es algo inherente a la sociedad que ya casi no se cuestiona (sistema capitalista), pero si hoy hay demandas de diálogo y participación (+ democracia). En ese proceso la mediación y los MARCS en general tienen un visible protagonismo hoy.
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Es interesante la reivindicación de cierto conocimiento propio basado en la experiencia vivida VS. algún “saber deductivo”, que nunca está de más resaltar.
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Y por último, me atrae el título y la palabra “SIRVE”, sobre todo como politólogo donde el dominio de un “saber hacer” no es propio de nuestra Ciencia, pero si el Pensamiento. ¿Y me pregunto si la capacidad de contribución a la resolución de un conflicto debería ser medida en función de un saber hacer?
Apunta a lo que es y pasa en las mediaciones virtuales hoy per es esperanzador respecto al rol del mediador estratega del cambio. Agudo y muy presente