Comenzamos a ejercitar el rol de mediadores o de facilitadores en el diseño de conversaciones difíciles cuando ganamos lentamente la confianza de nuestro o nuestros interlocutores.
Por Beatriz Grinberg de Teicher * – Exclusivo para Comercio y Justicia
Recién entonces se corre el telón y aparece la escena en la que se desarrolla el conflicto: los protagonistas y sus interacciones. Cuando se corre el telón es cuando comienza a vislumbrarse la trama…¿y qué nos revela?
Desde la práctica profesional puedo advertir que los modelos familiares se espejan y replican. La forma de vivir los roles de padre, de madre o de hijo se trasladan a la escuela, a la empresa y a la sociedad en su conjunto.
Muchas veces, disfuncionales o rígidos modelos internalizados suelen generar alto grado de insatisfacción personal y un malestar que se manifiesta, entre otros ámbitos, en el laboral. Allí, los actores, en pequeños actos perversos, juegan roles de víctimas y victimarios que de tan cotidianos parecen normales.
La destrucción moral ha existido desde siempre, tanto en la familia como en organizaciones privadas o públicas. Sólo que se ha mantenido o mantiene oculta. En épocas de bonanza o de empleo pleno, el individuo puede acomodarse a ella porque tiene la posibilidad de encontrar otro trabajo más saludable. En nuestros días, las víctimas del maltrato moral se aferran desesperadamente al lugar de trabajo, en detrimento de su salud física y psíquica. Callan y sufren en silencio.
Frente a este escenario: ¿qué podemos hacer los mediadores? ¿cómo podemos realizar nuestro aporte constructivo a la sociedad?
Ya sea como mediador, como instructor o facilitador, con el procedimiento de mediación -como con cualquier otro que se acerque a las problemáticas humanas- uno tiene la posibilidad de ver al otro, de escuchar al otro. Uno es testigo de vida del otro. Cuando el telón se corre uno puede ingresar en la intimidad del otro, a la manera de una visita breve y puntual.
Los protagonistas tienen la oportunidad de desgranan sus historias, a veces con dolor, otras con rabia, con vergüenza y también con esperanza. Como mediadores, al connotar positivamente la escucha, tenemos la oportunidad de hacerle una invitación al individuo que tenemos en frente para que pueda ser protagonista de su propia historia; que pueda tomar el timón y no confiera a otros el poder de controlar su vida; que se apropie de su problema y de las circunstancias que le toca vivir; que pueda cambiar lo único que le es posible cambiar: su propio universo; ya que el cambio es una puerta que se abre desde adentro.
Una invitación para que evite pensar en lo que está mal y pueda focalizar en lo que quiere lograr. Cuando colaboramos para que el individuo que tenemos en frente se haga cargo de sus decisiones, le estamos enseñando a ser libre y responsable.
Parafraseando a Victor Frankl: podrán arrebatarle todo al hombre. Salvo una cosa, la libertad última de decidir qué actitud tomar frente a las circunstancias de la vida; esta libertad es la que le da intención y sentido a la existencia.