Por Mirna Lozano Bosch
Sin dudas, los cambios pueden operar como oportunidades en tiempos de crisis. Con un efecto disruptivo, nos encontramos frente a la necesidad de respuesta y abordaje ante los nuevos escenarios que nos interpelan. Incluso antes del Covid-19 el derecho del trabajo estaba en emergencia ocupacional, antes del Covid-19 el derecho del trabajo se enfrentaba al desafío de modificarse.
Entre esas necesidades estaba el trabajo por la formalidad: actualmente 40% de los trabajadores en Argentina están excluidos de la registración. Previo al Covid-19, existían desafíos ante el precipitante abismo de desalarización en el que habían caído los sueldos de los trabajadores, y en consecuencia en su disminuida capacidad de compra. Previo al Covid-19 teníamos pendiente hablar de home office, de violencia laboral y de la necesidad de protección del trabajador autónomo. Previo al Covid-19 necesitábamos pensar en las pymes y en el emprendodorismo, que sin mercado no tenían más que asegurado su letargo en agonía, esperando mejores políticas. Antes de la pandemia, ya teníamos estas deudas.
Hoy, pareciera ser que solo nos sostienen los artículos 62 y 63 de nuestra ley de Contrato de Trabajo que hablan de la buena fe, solidaridad y colaboración, junto a la batería de acciones que desde el Estado se han articulado en el marco de la pandemia. Todos aún estamos impacientes por entender qué va a suceder en un futuro tan cercano como el 29 de mayo, cuando se termine la prohibición de despidos y suspensiones impuestos por el DNU 329/2020.
Después de esta crisis, el derecho del trabajo tendrá la oportunidad de resurgir como un fénix. El mundo del trabajo nació y se fortaleció de las crisis: de los peores contextos surgieron tratados como el de París de 1919 y el de Filadelfia de 1944. Estos desastres nos hacen volver a la noción de justicia social, a la protección de las fuentes de trabajo.
Hoy debemos pensar en los alcances necesarios del rol del Estado y la gobernanza, el papel que le daremos a la costosa e invalorable acción de la seguridad social, qué vamos a hacer después de esta pandemia frente a nuestros grandes vacíos de actualización normativa. Todas esas reformas que no fueron porque necesitábamos mejor debate, no nos esperaron. En menos de cuatro semanas tenemos miles de trabajadores haciendo home office, cantidad de empresas que se debaten ir a la quiebra y otras que piensan como reconvertirse estratégicamente. Todos se están replanteando las políticas de capital humano para seguir produciendo, para cuidarlos en su salud. El norte de todos es sostener el trabajo registrado, respetuoso de los derechos fundamentales, flexible a las nuevas formas de la empresa. Pero necesitamos lentes nuevos para poder mirarlo. Necesitamos nuevas normas.
La Confederación Sindical Internacional dentro de sus pilares manifiesta: “Es necesario gestionar adecuadamente la digitalización, la automatización y los datos para proteger puestos de trabajo y el nivel de vida. El pleno empleo sigue siendo un objetivo para el movimiento sindical y no se aceptará compromiso alguno respecto a la garantía laboral universal. Las medidas de transición justa son vitales para efectuar estas transformaciones.
Hoy, todos los cambios nos llevan inexorablemente a la necesidad de un diálogo social genuino. Los cambios no nos esperaron, se nos imponen y nos golpean la puerta con ánimos de derribarla. Hoy la realidad del trabajo nos interpela a todos, y tenemos la oportunidad de ver con claridad cuáles eran las cuestiones de relevancia y quienes verdaderamente necesitan protección.
* Abogada.Profesora experta en Derecho del Trabajo de la Licenciatura en Higiene, Seguridad y Medio ambiente del trabajo en Universidad Siglo 21.