viernes 22, noviembre 2024
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Comercio y Justicia 85 años

Cuando la cooperación sigue siendo la mejor opción

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Por María Victoria Cavagnaro *

En estos tiempos de pandemia y en la búsqueda del bien común, aparece la cooperación como un eje medular para apostar a la salvación mundial. Cotidianamente en los espacios de resolución pacífica de conflictos surge la necesidad de apelar a la díada ganar-ganar como fórmula que define por antonomasia la mejor solución ante situaciones de disputas.
Hoy, más que nunca, aparecen conceptos y estrategias tan propias de los procesos de mediación y negociación que resultan de directa aplicación a la compleja realidad que estamos atravesando.

Con ello, vienen a mi mente la teoría de los juegos y la teoría de la decisión, como técnicas de máxima aplicación en el mundo de las interacciones. La teoría de los juegos es una herramienta que permite comprender el comportamiento de la economía, siendo en la actualidad utilizada en distintos campos: tiene su génesis en la década de 40 a partir de los trabajos de John von Neumann y fue diseñada para la toma de decisiones utilizando diversos modelos para estudiar las interacciones y, de este modo, crear procesos de decisión.
El Dilema del Prisionero es, dentro de la teoría de los juegos, una fórmula simple y abstracta de algunas situaciones muy habituales e interesantes donde la conveniencia de cada persona provoca el abandono mutuo, aun cuando todos se habrían favorecido más con la cooperación mutua. Para ilustrar de qué se trata, aquí el relato clásico: “La policía arresta a dos sospechosos. No hay pruebas suficientes para condenarlos y, tras haberlos separado, los visita a cada uno y les ofrece el mismo trato. Si uno confiesa y su cómplice no, el cómplice será condenado a la pena total de 10 años, y el primero será liberado. Es decir, el que confiesa queda libre y el otro con condena a 10 años. Si ambos confiesan, los dos serán condenados a cinco años. Si ambos guardan silencio y no confiesan, la condena será de un año a cada uno, porque sólo se los podrá acusar de un delito menor”. Los sospechosos tienen que reflexionar sin poder comunicarse entre sí y decidir qué hacer.

La situación hace presente el conflicto entre el interés individual y el grupal.
Robert Axelrod, en su libro La evolución de la cooperación, se refiere a los modos de inducir cooperación en los otros. En su propuesta parte del mencionado Dilema del Prisionero y en este contexto, se organizó un torneo de computación en el que los participantes presentaban programas para seleccionar en cada jugada, durante un número reiterado de veces, las opciones de cooperar o no cooperar. El programa con mayor puntaje sería el ganador. Entre todos los participantes, Anatol Rapoport presentó un programa muy simple, al que llamó “Toma y daca” o “Tit for tat” en su expresión original en inglés. El programa tenía dos reglas: comenzar colaborando y hacer lo que el oponente hizo la ronda anterior. Era la más simple de todas las estrategias presentadas, y fue la que obtuvo la puntuación más alta.

Recapitulando: el programa comienza cooperando y en adelante realiza siempre la misma jugada que la efectuada por el otro jugador en el movimiento anterior. El jugador responde con colaboración a la colaboración y con agresión a la agresión, planteando que esto sería una estrategia propicia para convertir a un competidor en un cooperador. La lógica sobre la que se sostiene se traduce en cooperar en la primera jugada y en las siguientes; la elección será seguir la misma estrategia que haya elegido el oponente en la jugada anterior.
Desde esa perspectiva, resulta fácil advertir la ventaja que comporta adoptar una estrategia simple: la cooperación, ya que una conducta no colaborativa desencadena otra de igual dirección, poco propicia para generar resultados pro-activos.

Vale pensar lo que sucede en el devenir cotidiano: extender una mano, colaborar con el prójimo, promover acciones de cooperación, en términos generales, devuelve la misma jugada.
De no ser así, se deserta del juego y el mismo ya no se desarrollará, o bien se convertirá en otras estrategias menos limpias que, en general, no muestran el mejor de los resultados, o al menos uno que beneficie a todos sus jugadores. Por lo que el desafío de cómo resolver de la mejor forma los conflictos, queda claramente instituido y expuesto.
Por lo demás, apelamos a la reflexión del lector, para pensar y comprender cómo en época de pandemia, al igual que en los conflictos más banales o en los más complejos, la cooperación sigue siendo la mejor opción para todos.

(*) Coordinadora del Centro Judicial de Mediación de Río Cuarto. Directora del proyecto sobre Resolución Pacífica de Conflictos, Programa de Formación en Áreas de Vacancia de la Abogacía (PFAVA). Ministerio de Justicia de la Nación.

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