Por Miguel Julio Rodríguez Villafañe, abogado y ex convencional constituyente municipal de Córdoba
Ser uno mismo y a la vez participar de la apertura y vivencia global es el gran desafío formativo del momento, tanto para las personas como para los pueblos. Hay que construir, armónicamente, el nuevo “nosotros ampliado” sin dejar de ser “nosotros”. No cabe encerrarse rechazando todo lo foráneo, dado que nos haría involucionar; pero, demasiado abiertos, sin identidad, puede diluirnos y destruirnos como comunidad.
En lo que hace a la apertura, podemos decir que la realidad nos lleva a ella, particularmente en virtud del avance de las nuevas tecnologías de información y comunicación (TIC). El mundo total e interactuado, la gran “aldea global” se impone casi por imperio de los hechos. Mas no es del caso pensar y adecuarse al nuevo “nosotros” sin tener debidamente protegidos y desarrollados los mecanismos de construcción y defensa de la identidad propia. El fenómeno de la globalización puede ser un bien pero también transformarse en un perjuicio grande si las comunidades se despersonalizan, diluyen y desarraigan.
La historia común y el respeto y construcción de la perspectiva del hombre, en su tiempo y en su lugar, nutre esencialmente la identidad cultural, pilar básico de la sociedad, en el camino de la formación de su auténtico ser. Es el hombre contemplado y potenciado en la realidad temporal y espacial, que respira y vive, quien puede realmente aportar enriqueciendo la dinámica local, provincial, regional, nacional e internacional. Sólo el saber quiénes somos, cómo miramos el mundo y cuáles son nuestros anhelos y esperanzas comunes nos permitirá caminar como una unidad, con historia propia.
Atento a la importancia de preservar y enriquecer la identidad cultural de los cordobeses, en el Preámbulo de la Carta Orgánica de la Ciudad de Córdoba, de 1995, se resalta como uno de los objetivos “resguardar y enriquecer el patrimonio histórico y cultural”. A su vez, en el artículo 30 de la Carta se determinó que “el Municipio reconoce la identidad cultural de la Ciudad de Córdoba y valora las diferentes vertientes que la componen. Estimula sus manifestaciones populares distintivas y características, en integración con las identidades provincial, nacional y latinoamericana”.
Así, con rango constitucional municipal se ha plasmado, como objetivo comunal, la necesidad de estimular y valorar todo lo concerniente a nuestro ser cordobés. El criterio es amplio y rico en matices.
Construcción democrática de la cultura
Además, la cultura es una construcción que avanza colectivamente y la Carta Orgánica agrega que “El Municipio contribuye al desarrollo cultural de la Ciudad, preserva y difunde el patrimonio cultural y natural, favorece su accesibilidad social, fomenta la creación, producción y circulación de bienes culturales, promueve la participación colectiva, el pluralismo y la libertad de expresión” (art. 31).
En los objetivos básicos de nuestra ciudad se entronca la necesidad de construir un proyecto cultural de Córdoba, que debe ser de todos, ya que es un derecho humano esencial.
En ese proyecto no puede haber algunos pocos que decidan, con base sólo en la rentabilidad económica, y otros que no tengan posibilidad de participar en la construcción colectiva de la cultura como bien público. Ésta y la identidad cultural deben ser productos democráticos de los cuales nadie sea excluido. Debe incluir y no discriminar.
No se puede olvidar que la reciente dictadura del proceso militar prohibió la difusión por las radios de la música del cuarteto cordobés. Esa música, consustanciada con nuestra personalidad popular, se la excluía y sus mentores tuvieron que pasar a la clandestinidad. Es inaceptable pensar en democracia que se afecte la libertad de expresión propia y se tengan prohibiciones inaceptables, como la referida.
Defensa de lo local por la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual
En esto, un particular avance se ha dado en el país con el dictado de la ley 26522 de Servicios de Comunicación Audiovisual, norma que establece que, “A fin de garantizar los principios de diversidad, pluralidad y respeto por lo local, se establecen limitaciones a la concentración de licencias” (arts. 45 y 161). Además, se exige que se emita en los medios un porcentaje de producción local, disponiendo que, para así ser considerada, la producción debe ser “realizada con participación de autores, artistas, actores, músicos, directores, periodistas, productores, investigadores y/o técnicos residentes en el lugar, en un porcentaje no inferior al sesenta por ciento (60%) respecto del total de los participantes” (arts. 4 y 65, entre otros). Y se fija en la norma, como uno de sus objetivos centrales, “El fortalecimiento de acciones que contribuyan al desarrollo cultural, artístico y educativo de las localidades donde se insertan” los medios audiovisuales y promover “…el desarrollo equilibrado de una industria nacional de contenidos que preserve y difunda el patrimonio cultural y la diversidad de todas las regiones y culturas que integran la Nación…” (artículo 3, incisos “j” y “k”, respectivamente).
Fundación Instituto Municipal de Cultura
En esa misma línea y como se ha dicho deben ser las acciones que encare la Municipalidad de Córdoba. Sin embargo, preocupa la creación de la Fundación Instituto Municipal de Cultura como una organización no gubernamental, a cargo de llevar adelante la política cultural de la ciudad. De esa manera, bajo la excusa de obtener fondos no estatales, se ha privatizado y delegado, en gran medida, la tarea esencial del municipio en materia cultural.
Todos deben poder participar, genuinamente, en la defensa de la identidad y en la construcción y participación en la cultura. En la tarea no se tiene que marginar a nadie. Además, en ello el Estado municipal debe ser el impulsor, articulador y garante, y en la tarea de ninguna manera puede adoptar un papel secundario y marginal, ya que se trata de una función pública de responsabilidad indelegable.